Los Gajes Del Oficio
mbrausch18 de Marzo de 2013
3.219 Palabras (13 Páginas)1.979 Visitas
LOS GAJES DEL OFICIO – ANDREA ALLIAUD Y ESTANISLAO ANTELO
CAPITULO 1
¿A que llamamos enseñar? Repartir y dar.
La enseñanza es lo que caracteriza a nuestro oficio. Sin enseñanza, no tiene mucho sentido hablar de educación. Si bien es cierto que casi todo el mundo puede enseñar cosas, no todos hacen de eso un oficio. Un recorrido inicial por el término enseñanza nos depara una versión bien conocida, que hace hincapié en el reparto o en la distribución de varias cosas. Es "un intento de alguien de transmitir cierto contenido a otro" (Basabe y cols). La definición introduce el vocablo central para la acción educativa transmitir pero la hace sin detenerse demasiado en la diferencia entre los verbos: por un lado transmitir y por el otro enseñar. La transmisión funciona como efecto de una enseñanza. Llevada al extremo, la idea le hace decir a Philippe Meirieu en su carta dirigida a un joven profesor, que la profesión tiene sentido cuando en una clase, como resultado de una enseñanza, la transmisión se produce. Y acota: contra toda fatalidad y a pesar de todas las dificultades objetivas de la empresa, en la clase se produce la transmisión. ¿Qué agentes encontramos en esa definición inicial? Uno que enseña, otro que es destinatario y algo que se transmite, se da, se pasa. Hay en juego, por lo tanto, cierta idea o cierta referencia al movimiento, al traslado o al traspaso, al desplazamiento. Y existen, además, algunas cuestiones cruciales que suelen omitirse. En primer lugar, la enseñanza es un intento, una tentativa,
un ensayo. Entre la enseñanza y el destino de lo enseñado parece haber un hiato, un cierto no saber a priori sobre el resultado del intento. En segundo lugar, la enseñanza entendida como reparto no parece estar ligada necesariamente ni al bien ni al mal, es una enseñanza a secas. En tercer lugar, no todo lo que se enseña se aprende, y por último, lo que se enseña trasciende la intención individual, en tanto es cada sociedad la que selecciona y reparte, en cada momento histórico, cada contenido particular. Imitar, seguir, copiar e indicar. Una variación de la versión de la enseñanza que estamos analizando es la que introduce el ejemplo. El ejemplo puede ser moral o instrumental. El ejemplo aspira ser imitado, seguido, copiado. Desde el punto de vista moral, es esa vieja idea de que uno enseña con el ejemplo. Conocemos la complejidad que inaugura la referencia a lo ejemplar, en tanto lo ejemplar exige cierta imitación, copia o reverencia. El ejemplo indica un camino a seguir y conviene no olvidar que enseñar es, en cierta forma, indicar con el dedo. En la enseñanza, se puede ver una dimensión meramente instrumental de la indicación que uno le da al otro, una indicación de algo que sirve para, relativamente despojada del deseo de mostrar el sitio de lo ejemplar. Todavía hoy existen numerosos y crecientes aprendizajes que anclan más en lo gestual que en la retórica explicativa del sermón. Guía para obrar en lo sucesivo. Una de las definiciones más instructivas de la enseñanza es la que se define
como guía para obrar en lo sucesivo. Es importante insistir en no perder de vista el aspecto instrumental. No se trata solo del sermón que indica en que cosa uno debe transformarse, en el cómo debe ser, sino en cómo debo proceder. Cada uno puede, por sus propios medios, enfrentarse al enigma de lo sucesivo, instintivamente. Es posible guiarse sin enseñanza. En apariencia, los animales desconocen lo desconocido de lo sucesivo; se orientan instintivamente, y por eso, no precisan ser provistos de guías para obrar. Sin embargo, es necesario recordar que la voluntad de guiar no deja de tener sus problemas. El guía puede ser una pesada carga o la posibilidad de encontrar una salida. Los que hacen de su vida un constante guiar de los otros suelen ser pesados. Al mismo tiempo, un hombre sin guía suele estar en dificultades.
Mostrar, exponer y hacer ver. Quien enseña hace señas, señaliza. Y una seña es un signo de entendimiento. En ese sentido, enseñar es casi como mostrar. (¿No me enseña por favor como llegar?). Una teoría del reparto de signos es útil para la pedagogía. La enseñanza se conecta con la exposición. Exponer algo para que sea visto y apreciado. No conviene perder de vista la idea de enseñar como exposición. Tampoco es deseable perder de vista la importancia de la enseñanza como señalización. Enseñar es además dejar aparecer. Es evidente que hay un montón de cosas que se enseñan sin intención, aunque la enseñanza es, o parece ser, por definición, un acto intencional. Resumimos entonces esos sentidos,
esas versiones que no se anulan entre sí sino que, en ocasiones, se complementan. Por un lado, lo más conocido: dar, transmitir, instruir, repartir conocimientos o información. Por el otro, la enseñanza entendida como provisión de guías para obrar en lo sucesivo. En tercer lugar, la idea del ejemplo, lo ejemplar, lo que debe ser seguido o imitado. Y, por último, la tarea de indicar, mostrar, señalar, exponer, dejar aparecer y hacer ver. ¿Por qué hay que enseñar? Provisiones y orientaciones. Hay que enseñar porque las nuevas generaciones llegan al mundo sin señas, sin signos, desprovistos, sin medios de orientación, sin guías para obrar en lo sucesivo y débiles en términos instintivos. Los cachorros humanos, llegan al mundo sin medios de orientación, sin lo que podríamos llamar planes educar. Enseñar es repartir esos planes. Hay que enseñar porque un cachorro de los nuestros, en el inicio, no consigue llegar por sus propios medios, a ningún lado. El reparto de medios de orientación es estrictamente diferencial, porque lo propio de lo humano es la diferencia y la variación. A pesar de que una madre reparte más o menos los mismos planes de orientación, cada una de las crías hace con ellos una cosa totalmente distinta. Lo común en el inicio, la igualdad que equipara a los cachorros humanos, es que vienen al mundo crónicamente desorientados, sin colores, sin sabores… Ricardo Baquero: los niños se conectan con el mundo si los adultos les enseñan algo de él. Si uno estimula algo en el niño, este se va
a orientar naturalmente, pero para que el niño se oriente (o desoriente), precisa una enseñanza y una enseñanza no es otra cosa que un estimulo. Immanuel Kant: un animal lo es ya todo por su instinto. Una razón extraña lo ha provisto de todo. Usa ese verbo, que es clave para los educadores: proveer. Un animal ya está provisto, no le falta nada. Pero el hombre no tiene ningún instinto y ha de construirse, él mismo, el plan de su conducta. ¿A que llamamos enseñar? Al reparto sistemático de planes de conducta que permiten que las crías se orienten en la vida. Evidentemente, semejante cosa, fracasa. Porque, si esto se cumpliera a rajatabla, manejaríamos el mundo. A esos conjuntos orientadores, los llamamos conocimientos. Es Norbert Elias quien lo define en esos términos. Conocimientos es el conjunto de significados sociales, construidos por los hombres, cuya función principal es proporcionar medios de orientación. A diferencia del animal, que viene con los medios de orientación incorporados, en el caso del humano, estos deben ser aprendidos de otros mayores que han acumulado pacientemente esos significados en un fondo común cultural de conocimientos. ¿Qué tiene, en mayor medida, el que conoce y que no tiene quien no conoce? Orientación. La orientación no es hacia el bien o el mal, es orientación a secas. Los medios de orientación sirven para moverse, para vivir. Enseñanza obligatoria. ¿Qué pasaría si los cachorros humanos vinieran hechos, ya enseñados? ¿Qué pasaría si estos cachorros vinieran con los signos
incorporados? Probablemente los educadores no tendríamos trabajo, o nuestro trabajo no estaría centrado en la enseñanza. Si tenemos trabajo para hacer es porque (por ahora) los chicos no vienen hechos, ni tampoco el mundo que los recibe y les da lugar. Entonces, hay que enseñar porque en el homo sapiens, los medios de orientación no se pasan de una generación a otra automáticamente, como si sucede en el mundo animal. Los animales dejan pistas químicas que, de alguna manera hace que cada animal se oriente y repita su comportamiento. En nuestro caso, las pistas no son químicas, porque estamos fallados en ese rubro, ellas son culturales. Una generación no le transmite a la otra los medios de orientación automáticamente, si no que se requiere un enorme esfuerzo. Lo que en el animal es pura señal química, en el homo sapiens, es transmisión y archivo. Selección, registro y archivo. La transmisión por supuesto, tiene distintos soportes: oral, escrito, virtual. Puede variar, pero lo que no puedo no haber es transmisión, enseñanza. Meirieu: la enseñanza es obligatoria, y el aprendizaje es una decisión. No se puede no enseñar, porque la enseñanza es obligatoria. Otra cuestión es lo que el otro hace con lo enseñado. ¿Para qué hay que enseñar? Dar armas y herramientas para… Hay que ir a la escuela para desenvolverse en la vida. Hay que enseñar para dar armas o herramientas a los chicos a fin de que puedan desenvolverse en la vida. Pero también se enseña para que uno pueda aprender a relacionarse con los demás. Y esas enseñanzas son las primeras armas que, en muchos aspectos, condicionan lo que uno va a ser después toda su vida. Se usa mucho entre educadores y educandos la expresión marca. Richard Rorty: somos el resultado de esas marcas ciegas que, reunidas, bien podrían denominarse educación. Kant y Rousseau: todo aquello de lo que carecemos al nacer nos es dado por la educación; somos el resultado de lo que la educación ha hecho de nosotros. Somos el resultado, no tanto de lo que nos ha sido dado, sino de lo que hemos conseguido hacer, cada uno de nosotros,
...