Movimiento social “Yo soy 1322”
kimannya25 de Mayo de 2014
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En el hartazgo generalizado hacia la clase política mexicana está el origen del Yo Soy 132, movimiento estudiantil de corte reformista que busca refrescar la vida política en el país y democratizar los medios de comunicación. Édgar Tafoya, sociólogo, lo define como un movimiento típico del siglo XXI, porque recurre a un código numérico para denominarse y por el uso estratégico que sus integrantes hacen de las redes sociales. Aguirre Rojas, historiador, lo define como “síntoma de expresión del otoño de la clase política mexicana”. Su rasgo distintivo es que se originó en una universidad privada, aunque a la fecha ha logrado incorporar también a estudiantes de universidades públicas. A casi cuatro meses de existencia, enfrenta un momento crucial: sobrevivir o perecer ante el inminente fin de la coyuntura electoral de la que emanó
Es mayo de 2012. Un movimiento estudiantil se gesta en el lugar menos previsible: entre imponentes corporativos construidos sobre minas de arena y basureros sepultados, en Santa Fe, al Poniente de la Ciudad de México. Se trata del campus de la Universidad Iberoamericana (Uia).
Un grado profundo de crisis, un hartazgo generalizado hacia la clase política y hacia un duopolio televisivo que desinforma, un contexto electoral y una incómoda visita, confluyen. Juntos, detonan el Yo Soy 132, movimiento estudiantil que posteriormente se definiría apartidista, pacífico, de base estudiantil, plural, laico, de carácter social, político y humanista, anti-Enrique Peña Nieto y antineoliberal.
Se trata, a decir del sociólogo Édgar Tafoya, de un movimiento típico del siglo XXI. Su posmodernidad recae en que, a diferencia de otros que se agrupan a partir de consignas políticas e ideológicas, éste recurre a un código numérico: 132; además, en el uso estratégico que sus integrantes, quienes forman parte de una generación de la sociedad global, hacen de las redes sociales.
Por este medio, la comunidad estudiantil de la Uia se organizó para expresar su rechazo al ahora presidente electo de México y entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI). La protesta dio origen al Yo Soy 132.
Y es que el espacio virtual sirvió para difundir el video “131 estudiantes de la Ibero”, una réplica a las descalificaciones que desató la protesta contra el candidato durante una visita a las instalaciones de esa universidad. Hoy, los universitarios que participan en este movimiento recurren a las redes sociales como una herramienta de organización y difusión.
De acuerdo con el historiador Carlos Antonio Aguirre Rojas, la principal característica del Yo Soy 132, respecto de otros movimientos estudiantiles mexicanos, es que éste se originó en una universidad privada, como “síntoma del grado de descomposición al que ha llegado la clase política en el país”. La crisis económica y el descontento social han alcanzado ya a sectores de las “clases privilegiadas”.
De haber emergido en una institución de educación pública, el Yo Soy 132 “no hubiera sorprendido a nadie”, considera Alina Duarte, estudiante de relaciones internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Quizá, tampoco hubiera logrado incorporar a jóvenes como Diego Dante. El estudiante de la Universidad Anáhuac, quien por primera vez participa en un movimiento social, comenta que a pesar de estar consciente de los problemas del país, “no había encontrado un mecanismo o algo que me hubiera llevado a una movilización o solidaridad”, además porque no es algo “común en mi ambiente o en mi familia”.
Esta vez, una profunda indignación lo motivó. Cuando se percató del trato mediático que recibió la protesta de sus compañeros de la Ibero, le resultó imposible no inmiscuirse. “Cómo es posible que una televisora, Televisa en específico, se atreva a tomar la opinión ante un suceso que aconteció en una casa de estudios… Que el presidente del PRI, [Pedro Joaquín] Codwell, haya querido minimizar a los estudiantes, su libre opinión y expresión; que los haya sesgado de acarreados, como si estuvieran prestándose a un juego político. Eso lo consideré algo personal; de verdad, me afectó mucho”.
Si bien la historia de los movimientos sociales en México da cuenta de la participación o solidaridad de alumnos de universidades privadas en movimientos estudiantiles, como el de 1968 o incluso la misma huelga de 1999 en la UNAM, ésta es la primera vez que ellos prenden la mecha.
También es una de las pocas veces que los estudiantes de universidades públicas y privadas confluyen en espacios de diálogo y discusión entre iguales. Esto, acota Rodrigo Serrano, estudiante de comunicación de la Uia, acorde con la horizontalidad que caracteriza a las comunidades virtuales: “En las redes sociales nadie es más importante que otro; todos somos 140 caracteres”.
Paula Serrano, estudiante de tercer semestre de economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), jamás pensó que una escuela privada como ésta, a la que ingresó buscando obtener un mayor nivel académico pero consciente de los “choques ideológicos” a los que se podía enfrentar, se involucraría en un movimiento social: “Me llevé una sorpresa muy grata al empezar a encontrar gente dentro de mi universidad que era igual de crítica que yo, igual de propositiva”.
Algo similar le ocurrió a Rodrigo Serrano, quien antes de ingresar a la Ibero estudió en la Facultad de Química de la UNAM. Explica que el Yo Soy 132 le permitió unir dos mundos de los que “a cachos” se siente parte y que creía que jamás se mezclarían: el de las escuelas públicas y el de las privadas.
A partir de un acercamiento teórico, el Yo Soy 132 puede definirse como un movimiento de corte reformista. Y es que, como lo manifiesta Édgar Tafoya, también catedrático de la UNAM y de la Uia, “está pensado en términos del cambio de la cultura política de este país, es decir, de una cambio generacional; una especie de desplazamiento de la vieja clase política. Y esto atraviesa por la generación de una nueva cultura, de una nueva matriz de esquema de valores que permita que la práctica política sea distinta”.
—¿El movimiento Yo Soy 132 es reformista? –se le pregunta.
—En términos de teoría política básica podríamos decir que es un movimiento que intenta radicalizar la democracia y, en este sentido, sí es ultrarreformista. No está planteando un cambio estructural, revolucionario, como en las décadas de 1960 y 1970; para nada. Quien plantee que el movimiento 132 se dirige hacia esa dirección estaría abandonando sus orígenes.
Sus principales demandas –la democratización y transformación de los medios de comunicación y, en ese sentido, la reivindicación del derecho a la información y a la libertad de expresión, y la no imposición del priísta Enrique Peña Nieto como presidente del país– se inscriben precisamente en un contexto de reformas.
Respecto de categorizar o no al Yo Soy 132 como un movimiento de izquierda, Édgar Tafoya, integrante del 132 Académicos, refiere que en su génesis no era de izquierda. Y es que agrupados bajo la demanda de democratización de los medios de comunicación también participaban estudiantes con posiciones ideológicas de derecha y centro, como los simpatizantes de la abanderada del Partido Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota.
No obstante, conforme el movimiento se ha ido transformando y autodefiniendo, se ha recargado más hacia la izquierda. Diego Dante, de la Universidad Anáhuac, refiere, por ejemplo, que cuando el movimiento se declaró abiertamente anti-Enrique Peña Nieto, un muchacho que participaba en la asamblea de su escuela se retiró de la misma por no coincidir con este principio; “ahora está haciendo su servicio militar en Israel”.
Aún así, el Yo Soy 132 sigue siendo un movimiento muy plural. Paula Serrano comenta que, hoy en día, en la asamblea del ITAM confluyen ideologías muy diversas: “hay gente de derecha y gente que no votaría por [Andrés Manuel] López Obrador, pero aún así quiere estar ahí e influir en la democratización de los medios, en la transparencia”. Ella misma, hija de investigadores de izquierda y quien asegura no militar en ningún partido político, tiene sus propias críticas hacia la izquierda mexicana.
Algunos medios de comunicación y analistas se han referido al Yo Soy 132 como la primavera mexicana, en alusión a la serie de revoluciones y protestas a favor de la democracia que se originaron a principios de 2010 en el mundo árabe, conocidas como la Revolución Democrática o la Primavera Árabe. Un despertar que se extendió incluso a los países europeos con el movimiento de los Indignados.
Para Aguirre Rojas, tal afirmación resulta de una “desmesura absoluta”. El especialista en nuevos movimientos sociales en América Latina pide valorar al Yo Soy 132 en su justa dimensión: “Yo más que considerarlo la primavera mexicana lo consideraría síntoma de expresión del otoño de la clase política mexicana”.
El también catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia explica que la Primavera Árabe se asocia a la emergencia de un nuevo actor social, el juvenil. Éste no es el caso de México, pues desde 1968 el papel de las juventudes ha sido fundamental. Desde entonces no ha habido un sólo movimiento social en el que no estén presentes: apoyaron
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