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Noticias Juridicas


Enviado por   •  5 de Octubre de 2012  •  3.209 Palabras (13 Páginas)  •  408 Visitas

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El presente artículo1 lleva por título La criminología como ciencia social. Pasado, presente y futuro y, ateniéndonos al orden que establece este rótulo, parece oportuno empezar por el pasado –que no por el principio– pues, como reflexión, la criminología se remonta al inicio de la humanidad, de manera que el primer homínido capaz de pensar sobre una agresión, un asesinato o cualquier otro quebrantamiento del orden personal o grupal que bien cometió, padeció o presenció fue también el primer criminólogo ya que eso es la criminología: la búsqueda de sentido, el anhelo de explicación, a aquellos comportamientos considerados divergentes con el orden social.

Como vemos, el pasado de la disciplina se remonta a la noche de los tiempos, recuerda SERRANO GÓMEZ en su Historia de la criminología en España que ya en las pinturas rupestres aparecen escenas violentas contra personas2, desconocemos si la intención última del autor fue religiosa, educativa o criminalística pero, sin duda, indica una reflexión colectiva ya en esa época sobre tales acontecimientos.

Desde esos tiempos arcanos y oscuros, la humanidad viene aportando luz sobre el delito y su significado. Mas, si como reflexión moral, religiosa, filosófica o política los orígenes de la criminología son remotos, como ciencia –en ello coincide la doctrina3– podemos señalar sus inicios en el cercano S. XIX. Tres reconocidas figuras, fundadoras en 1880 de la Escuela de Criminología (Scuola Positiva), se proyectan ya sobre la mente de todos nosotros: LOMBROSO (1835-1909), GARÓFALO (1851-1934) y FERRI (1856-1929), también recordamos las frentes huidizas, las orejas en forma de asa o el exceso de bello característicos de los criminales natos. ¿Serán los delincuentes seres especiales?, esa era la pregunta del momento y aún nos la hacemos cuando vemos en las estaciones fotografías de los terroristas más buscados. La idea lombrosiana de características intrínsecas del comportamiento sigue en alguna medida, aunque muy matizada, vigente en las teorías de la personalidad, la genética del comportamiento o la racionalidad individual (acción racional).

Estos padres fundadores de la criminología moderna definen algunos de los actores sobre los que trabajar: el delincuente, el delito y el entorno, y afirman el estudio metódico del hecho delictivo aún vigente, cuestionado, como veremos, pero ineludible.

LOMBROSO4, aunque exagerase el impacto biológico y presentara al delincuente como un ser atávico y patológico con sus delincuentes natos y sus locos morales, le otorga la condición de individuo real, concreto e histórico5, alguien que, en definitiva, puede también ser víctima de sus circunstancias y no sólo reo de su voluntad o libre albedrío (tal y como lo presentaba la Escuela Clásica).

De su lado, FERRI6 aporta una visión nítidamente social al fenómeno criminal. A su juicio, LOMBROSO concedía demasiada carga explicativa a los factores antropológicos y antropométricos, en detrimento de los aspectos sociológicos y psicológicos. Desde las páginas de su Sociología criminal (1884, 1905) destaca el origen social de la delincuencia.

En 1885 GAROFALO acuña el nombre de la nueva ciencia con el título de su libro: La criminología. Estudio sobre la naturaleza del crimen y teoría de la penalidad. Para el jurista italiano, la focalización de los análisis de sus dos compañeros de escuela en la figura del delincuente olvida el estudio del delito7 que, para GAROFALO, debe analizarse como un hecho positivo y criminológico y no aceptarse sólo como definición jurídica. Tratado como tal, el delito natural (cuya base es el quebrantamiento de los sentimientos morales altruistas innatos de la especie humana y de toda sociedad, si bien las manifestaciones de estos impulsos son producto de la historia) es la definición positiva que de ese hecho aporta el investigador naturalista tras una investigación científica. Observamos en este discurso una estrategia de empoderamiento de la naciente ciencia criminológica, no solo la definición de delincuente sino la propia la noción de delito han de venir desde la criminología.

El POSITIVISMO significa el estudio sistemático de los fenómenos observables y experimentables, y todo lo que no sea empíricamente verificable no es hecho positivo sino opinión o conjetura y carecerá de valor científico. Así, el delincuente y el delito como entidades reales son susceptibles de un análisis positivo, se pueden observar y medir, atajar en sus causas y minimizar en sus consecuencias; en definitiva, conocer sus reglas. Para el positivismo originario la causa principal del delito es el delincuente: ¿quién es? ¿Cómo se crea? ¿Qué características tiene? ¿Por qué existe? Serán las cuestiones fundamentales de esa primera criminología positivista y las respuestas han de procurarse desde los mismos principios epistemológicos y metodológicos que rigen en las ciencias físicas, matemáticas y biológicas.

La gran virtud de la ESCUELA DE CHICAGO (años 10 y 20 del s. XX) fue la inclusión del discurso del desviado en la explicación de la desviación y el delito, su sociología es cualitativa, añade la subjetividad propia de la epistemología de WEBER y SIMMEL, analiza los discursos y comprende la desviación como estrategia adaptativa al entorno, contribuyendo al desmantelamiento de la idea de delincuencia como patología, producto del estudio del desviado como objeto de laboratorio o como cifra estadística. Contribuye a su definición como hecho/sujeto normal, cuya normalidad no es sólo estadística en sentido durkheimiano, sino que constituye una “respuesta esperable dadas las circunstancias”. La desviación es una estrategia aprendida (construida-no innata) de afrontamiento de la realidad. El delincuente es una persona como los demás no se trata de ninguna variedad antropológica, de ninguna anomalía, de ninguna patología.

El paradigma positivista entiende la delincuencia como producto de las estructuras sociales y culturales, la corriente funcionalista (hegemónica desde finales de los 30 hasta los 60) pondrá el acento en la cultura: el delito como resultado de la pérdida de unos determinados valores o de la influencia de “otros”; a su vez, la corriente crítica-radical insistirá en el papel de las estructuras económicas, siendo el delito un producto de la explotación del sistema capitalista. Todos consideran que es posible conocer las causas del delito, que dichas causas se encuentran en la sociedad y que si se cambian/mejoran las condiciones socioculturales también lo harán/disminuirán las tasas delictivas. Entre bienestar en sentido amplio y delito existe una relación causal inversa.

La reflexión mertoniana sobre estructura social y anomia

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