Paco Yunque
jimenateamo13 de Septiembre de 2013
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Paco Yunque
(Colaboración de Gonzalo González E.)
PACO YUNQUE
2
César Vallejo
Cuando Paco Yunque y su madre llegaron a la
puerta del colegio, los niños estaban jugando en el
patio. La madre le dejó y se fue. Paco, paso a
paso, fue adelantándose al centro del patio, con su
libro primero, su cuaderno y su lápiz. Paco estaba
con miedo, porque era la primera vez que veía a
un colegio; nunca había visto a tantos niños
juntos.
Varios alumnos, pequeños como él, se le
acercaron y Paco, cada vez más tímido, se pegó a
la pared, y se puso colorado. ¡Qué listos eran
todos esos chicos! ¡Qué desenvueltos! Como si
estuviesen en su casa. Gritaban. Corrían. Reían
hasta reventar. Saltaban. Se daban de puñetazos.
Eso era un enredo.
Paco estaba también atolondrado porque en el
campo no oyó nunca sonar tantas voces de
personas a la vez. En el campo hablaba primero
uno, después oro, después otro y después otro. A
veces, oyó hablar hasta cuatro o cinco personas
juntas. Era su padre, su madre, don José, el cojo
Anselmo y la Tomasa. Eso no era ya voz de
personas sino otro ruido. Muy diferente. Y ahora
sí que esto del colegio era una bulla fuerte, de
muchos. Paco estaba asordado.
Un niño rubio y gordo, vestido de blanco, le
estaba hablando. Otro niño más chico, medio
ronco y con blusa azul, también le hablaba. De
diversos grupos se separaban los alumnos y
venían a ver a Paco, haciéndole muchas
preguntas. Pero Paco no podía oír nada por la
gritería de los demás. Un niño trigueño, cara
redonda y con una chaqueta verde muy ceñida en
la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso
arrastrarlo. Pero Paco no se dejó. El trigueño
volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló. Paco
se pegó más a la pared y se puso más colorado.
En ese momento sonó la campana, y todos
entraron a los salones de clase.
Dos niños los hermanos Zumiga- tomaron de
una y otra mano a Paco y le condujeron a la sala
de primer año. Paco no quiso seguirlos al
principio, pero luego obedeció, porque vio que
todos hacían lo mismo. Al entrar al salón se puso
pálido. Todo quedó repentinamente en silencio y
este silencio le dio miedo a Paco. Los Zumiga le
estaban jalando, el uno para un lado y el otro para
el otro lado, cuando de pronto le soltaron y lo
dejaron solo.
El profesor entró. Todos los niños estaban de pie,
con la mano derecha levantada a la altura de la
sien, saludando en silencio y muy erguidos.
Paco sin soltar su libro, su cuaderno y su lápiz, se
había quedado parado en medio del salón, entre
las primeras carpetas de los alumnos y el pupitre
del profesor. Un remolino se le hacía en la
cabeza. Niños. Paredes amarillas. Grupos de
niños. Vocerío. Silencio. Una tracalada de sillas.
El profesor. Ahí, solo, parado, en el colegio.
Quería llorar. El profesor le tomó de la mano y lo
llevó a instalar en una de las carpetas delanteras
junto a un niño de su mismo tamaño. El profesor
le preguntó:
- ¿Cómo se llama Ud.?
Con voz temblorosa, Paco muy bajito:
- Paco.
- ¿Y su apellido? Diga usted todo su
nombre.
- Paco Yunque.
- Muy bien.
3
El profesor volvió a su pupitre y, después de
echar una mirada muy seria sobre todos los
alumnos, dijo con voz militar:
- ¡Siéntense!
Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos ya
estaban sentados.
El profesor también se sentó y durante unos
momentos escribió en unos libros. Paco Yunque
tenía aún en la mano su libro, su cuaderno y su
lápiz. Su compañero de carpeta le dijo:
- Pon tus cosas, como yo, en la carpeta.
Paco Yunque seguía muy aturdido y no le hizo
caso. Su compañero le quitó entonces sus libros y
los puso en la carpeta. Después, le dijo
alegremente:
- Yo también me llamo Paco, Paco Fariña.
No tengas pena. Vamos a jugar con mi
tablero. Tiene torres negras. Me lo ha
comprado mi tía Susana. ¿Dónde está tu
familia, la tuya?
Paco yunque no respondía nada. Este otro Paco le
molestaba. Como éste eran seguramente todos los
demás niños: habladores, contentos y no les daba
miedo el colegio. ¿Por qué eran así? Y él, Paco
Yunque, ¿por qué tenía tanto miedo? Miraba a
hurtadillas al profesor, al pupitre, al muro que
había detrás del profesor y al techo. También
miró de reojo, a través de la ventana, al patio, que
estaba ahora abandonado y en silencio. El sol
brillaba afuera. De cuando en cuando, llegaban
voces de otros salones de clase y ruidos de
carretas que pasaban por la calle.
¡Qué cosa extraña era estar en el colegio! Paco
Yunque empezaba a volver un poco de su
aturdimiento. Pensó en su casa y en su mamá. Le
preguntó a Paco Fariña:
- ¿A qué hora nos iremos a nuestras casas?
- A las once. ¿Dónde está tu casa?
- Por allá.
- ¿Está lejos?
- Si...No...
Paco Yunque no sabía en qué calle estaba su casa,
porque acababan de traerlo, hacía pocos días, del
campo y no conocía la ciudad.
Sonaron unos pasos de carrera en el patio,
apareció en la puerta del salón, Humberto, el hijo
del señor Dorian Grieve, un inglés, patrón de los
Yunque, gerente de los ferrocarriles de la
Peruvian Corporation y alcalde del pueblo.
Precisamente a Paco le habían hecho venir del
campo para que acompañase al colegio a
Humberto y para que jugara con él, pues ambos
tenían la misma edad. Sólo que Humberto
acostumbraba venir tarde al colegio y esta vez,
por ser la primera, la señora Grieve le había dicho
a la madre de Paco:
- Lleve usted ya a Paco al colegio. No sirve
que llegue tarde el primer día. Desde
mañana esperará a que Humberto se
levante y los llevará juntos a los dos.
El profesor, al ver a Humberto Grieve, le dijo:
- ¿Hoy otra vez tarde?
Humberto con gran desenfado, respondió:
- Que me he quedado dormido.
- Bueno- dijo el profesor-. Que esta sea la
última vez. Pase a sentarse.
Humberto Grieve buscó con la mirada donde
estaba Paco Yunque. Al dar con él, se le acercó y
le dijo imperiosamente:
- Ven a mi carpeta conmigo.
Paco Fariña le dijo a Humberto Grieve:
- No. Porque el señor lo ha puesto aquí.
- ¿Y a ti qué te importa? le increpó Grieve
violentamente, arrastrando a Yunque por
un brazo a su carpeta.
4
- ¡Señor! gritó entonces Fariña-, Grieve se
está llevando a Paco Yunque a su carpeta.
El profesor cesó de escribir y preguntó con voz
enérgica:
- ¡Vamos a ver! ¡Silencio! ¿Qué pasa ahí?
Fariña volvió a decir:
- Grieve se ha llevado a su carpeta a Paco
Yunque.
Humberto Grieve, instalado ya en su carpeta con
paco Yunque, le dijo al profesor:
- Sí, señor. Porque Paco Yunque es mi
muchacho. Por eso.
El profesor lo sabía esto perfectamente y le dijo a
Humberto Grieve:
- Muy bien. Pero yo lo he colocado con
Paco Fariña, para que atienda mejor las
explicaciones. Déjelo que vuela a su sitio.
Todos los alumnos miraban en silencio al
profesor, a Humberto Grieve y a Paco Yunque.
Fariña fue y tomó a Paco Yunque por la mano y
quiso volverlo a traer a su carpeta, pero Grieve
tomó a Paco Yunque por el otro brazo y no lo
dejó moverse.
El profesor le dijo otra vez a Grieve:
- ¡Grieve! ¿Qué es esto?
Humberto Grieve, colorado de cólera, dijo:
- No, señor. Yo quiero que Yunque se
quede conmigo.
- Déjelo, le he dicho.
- No, señor.
- ¿Cómo?
- No.
El profesor estaba indignado y repetía,
amenazador:
- ¡Grieve! ¡Grieve!
Humberto Grieve tenía bajo los ojos y sujetaba
fuertemente por el brazo a Paco Yunque, el cual
estaba aturdido y se dejaba jalar como un trapo
por Fariña y por Grieve. Paco yunque tenía ahora
más miedo a Humberto Grieve que al profesor,
que a todos los demás niños y que al colegio
entero. ¿Por qué Paco Yunque le tenía miedo a
Humberto Grieve? ¿Por qué este Humberto
Grieve solía pegarle a Paco Yunque?
El profesor se acercó a Paco Yunque, le tomó por
el brazo y le condujo a la carpeta de Fariña.
Grieve se puso a llorar, pataleando furiosamente
su banco.
De nuevo se oyeron pasos en el patio y otro
alumno, Antonio Gesdres, -hijo de un albañilapareci
ó a la puerta del salón. El profesor le dijo:
- ¿Por qué llega usted tarde?
- Porque fui a comprar pan para el
desayuno.
- ¿Y por qué no fue usted más temprano?
- Porque estuve alzando
...