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Perspectiva Pastoral De La Homosexualidad


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2014  •  4.256 Palabras (18 Páginas)  •  195 Visitas

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Una Perspectiva Pastoral Sobre la Homosexualidad

La homosexualidad es un tema que enfrentamos en los medios de comunicación, las altas esferas

de gobierno y en casi todo ámbito de la vida. Ha puesto en duda el orden de las normas sociales

y ha erosionado los fundamentos de las instituciones más fuertes de la sociedad. Es un problema

que desafía los principios fundamentales de nuestro entendimiento bíblico sobre la naturaleza

transformacional del evangelio. Nuestro compromiso de tener la compasión de Jesús no ha

cambiado, ni nuestro compromiso al llamado bíblico a la santidad que el poder invasivo y

transformador del Espíritu de Dios hace posible. Hay varios factores que han hecho que nuestra

reacción inicial a la homosexualidad sea complicada. Aunque creemos en la compasión de Jesús

para todos, también creemos en la distinción clara que el Señor hace entre los seguidores

obedientes y los que simplemente profesan seguirlo pero demuestran poco o ningún cambio en

su vida. De la misma forma en que el Maestro esperaba fruto que demostrara identidad, creemos

que los seguidores de Jesús en toda época expresarán Su carácter. El mismo Señor que desafió el

pensamiento religioso convencional cuando dijo: “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos

verán a Dios” (Mateo 5:8, NVI), desafía a la sociedad humana con un llamado claro a los roles

bíblicos naturales para el hombre y la mujer: “Por tanto el hombre… se unirá a su mujer, y serán

una sola carne” (Génesis 2:24, LBLA).

Como líderes pastorales de la Iglesia del Nazareno, estamos llamando a la iglesia a dar una

respuesta semejante a la de Cristo al desafío de ministrar a aquellos individuos que luchan con su

orientación sexual. Reconocemos que aunque algunos se sienten quebrantados, vacíos y

confundidos, otros manifiestan enojo y agresión. Las respuestas que demos a las preguntas que

ellos hacen deben estar basadas en: el testimonio de las Sagradas Escrituras, el testimonio claro

de la tradición de la iglesia, la experiencia colectiva de nuestra comunidad de fe y una

perspectiva razonada, basada en nuestra teología wesleyana.

La Posición Clara de la Iglesia del Nazareno Respecto a la Homosexualidad

La posición de la Iglesia del Nazareno está expresada en la declaración titulada “La Sexualidad

Humana” en el Manual de la Iglesia del Nazareno y en la declaración oficial de la Junta de

Superintendentes Generales.

Manual de la Iglesia del Nazareno, 2009-2013

D. La Sexualidad Humana

37. La Iglesia del Nazareno considera la sexualidad humana como una expresión

de la santidad y belleza que Dios el Creador deseó dar a su creación. Es una de las

formas en que se sella y expresa el pacto entre el esposo y la esposa. Los

cristianos deben comprender que en el matrimonio, la sexualidad humana puede y

debe ser santificada por Dios. La sexualidad humana se realiza plenamente sólo

como una señal de amor y lealtad totales. Los cónyuges cristianos deben

considerar la sexualidad como parte de un compromiso mucho más amplio, del

uno con el otro y con Cristo, de quien aprendemos el significado de la vida.

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El hogar cristiano debe servir como el lugar para enseñar a los niños el carácter

sagrado de la sexualidad humana y para enseñarles cómo se cumple su significado

en el contexto de amor, fidelidad y paciencia.

Nuestros ministros y educadores cristianos deben declarar con claridad la

comprensión cristiana de la sexualidad humana, instando a cristianos a celebrar su

excelencia legítima y a protegerla rigurosamente contra toda traición y distorsión.

La sexualidad no cumple su propósito cuando se considera como fin en sí misma

o cuando se degrada al usar a otra persona para satisfacer intereses sexuales

pornográficos y pervertidos. Consideramos que todas las formas de intimidad

sexual practicadas fuera del pacto del matrimonio heterosexual son distorsiones

pecaminosas de la santidad y de la belleza que Dios se propuso darle.

La homosexualidad es un medio por el que se pervierte la sexualidad humana.

Reconocemos la profundidad de la perversión que conduce a actos homosexuales,

pero afirmamos la posición bíblica de que tales actos son pecaminosos y están

sujetos a la ira de Dios. Creemos que la gracia de Dios es suficiente para poner fin

a la práctica de la homosexualidad (1 Corintios 6:9-11). Deploramos cualquier

acción o declaración que pudiera implicar que la moralidad cristiana y la práctica

de la homosexualidad son compatibles. Instamos a predicar y enseñar claramente

las normas bíblicas de la moralidad sexual.

(Génesis 1:27; 19:1-25; Levítico 20:13; Romanos 1:26-27; 1 Corintios 6:9-11; 1 Timoteo

1:8-10)

Declaración Oficial

Junta de Superintendentes Generales

La Iglesia del Nazareno cree que todo hombre o mujer debe ser tratado con

dignidad, gracia y amor santo, independientemente de su orientación sexual. Sin

embargo, seguimos sosteniendo firmemente la posición de que el estilo de vida de

homosexualidad es pecaminoso y contrario a las Sagradas Escrituras.

Subrayamos además nuestro llamado a los nazarenos de todo el mundo a volver a

comprometerse a una vida de santidad caracterizada por el amor santo y

expresada mediante el más riguroso y consistente estilo de vida de pureza sexual.

Creemos firmemente que el concepto bíblico del matrimonio, siempre entre un

hombre y una mujer en una relación de entrega mutua y de por vida, es la única

relación donde se expresa apropiadamente el don de la intimidad sexual.

Lo que la Biblia Nos Dice Sobre la Homosexualidad

La Biblia menciona claramente actos o conductas homosexuales. No queremos contribuir al

ámbito tóxico que rodea muchas de las discusiones relacionadas con la homosexualidad; sin

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embargo, tenemos que ser claros en no decir menos de lo que la Biblia dice. Los eruditos que

estudian ambos lados de la “pregunta sobre la homosexualidad” por lo general concuerdan en

cuanto a los pasajes bíblicos que tratan directamente de actividades homosexuales. Existen varias

razones por las que hay pocos pasajes. Está claro que la idea de practicar la homosexualidad en

las vidas de los israelitas o cristianos nunca se consideró en los tiempos bíblicos. El Antiguo y el

Nuevo Testamento son consecuentes al rechazar la práctica de la homosexualidad, y parece que

ni Israel en el Antiguo Testamento ni la iglesia del Nuevo Testamento consideraron que la

práctica de la homosexualidad se podría permitir en sus comunidades de fe. No hay nada que

indique que estos israelitas o cristianos lucharan frecuentemente con la tentación o atracción

hacia las prácticas homosexuales.

Los primeros dos pasajes del Antiguo Testamento son similares. En Génesis 19:1-11 los dos

ángeles que se aparecieron a Abraham entraron en la ciudad de Sodoma, y Lot, el sobrino de

Abraham, los invitó a pasar la noche en su casa. Los hombres de Sodoma rodearon la casa de Lot

y exigieron que él los sacara para tener relaciones sexuales con ellos. Lot describió esa petición

como algo “perverso,” y la historia se desarrolla de tal manera que la petición de los hombres de

Sodoma no se realizó. Aunque este pasaje es un ejemplo de la maldad excesiva de la ciudad,

también debemos notar que Sodoma no se consideraba como parte de Israel. En este caso, los

deseos homosexuales de los hombres de Sodoma representaban una realidad pagana, y no algo

que Israel practicaba o toleraba.

El segundo pasaje, Jueces 19, es similar al primero. Un hombre y su concubina estaban viajando

hacia el norte, de Belén a la región montañosa de Efraín. Se detuvieron en Gabaa, unas millas al

norte de Jerusalén, donde un anciano les ofreció hospitalidad y un lugar donde pasar la noche.

Entonces unos hombres de la ciudad rodearon la casa y exigieron que el anciano sacara al

huésped varón para tener relaciones sexuales con él. Esta es una de las historias más horribles en

la Biblia. Las semejanzas entre los dos relatos son obvias. Desafortunadamente los personajes en

esta historia no eran paganos; los que golpearon la puerta eran israelitas.

Estos versículos a menudo usan palabras negativas para describir las acciones homosexuales que

proponían los hombres de Gabaa. Se les describe como “hombres perversos”, y sus acciones son

calificadas como “viles” e “infames.” Los deseos homosexuales de los hombres en esta historia

se reflejan en su enorme maldad cuando participaron en la violación y maltrato de la concubina.

La tercera ocasión en que el Antiguo Testamento habla de las prácticas homosexuales aparece en

la sección que usualmente se conoce como el Código de Santidad Levítico. Entre los mandatos

sobre las relaciones sexuales prohibidas, Levítico 18:22 y 20:13 prohíben claramente las

relaciones sexuales entre hombres. La prohibición de actos homosexuales se establece con

claridad inconfundible en el Antiguo Testamento y se reafirma en el Nuevo Testamento por la

forma en que la iglesia primitiva mantuvo esa misma prohibición.

En el Nuevo Testamento también hay dos pasajes que son similares. 1 Timoteo 1:9-10 contiene

una lista de pecados y pecadores. A los homosexuales se les menciona con los asesinos, los

adúlteros, los secuestradores y los mentirosos, como personas que practicaban conductas

contrarias al evangelio. La palabra griega que se usa aquí para “homosexuales” es poco común,

como lo revelan las traducciones modernas. En inglés, la New International Version (1984) usa

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“pervertidos,” la Good News Bible (Biblia de Buenas Nuevas) usa “pervertidos sexuales”; en

español, las versiones Reina Valera 1960 y 1995 usan “sodomitas.” Al parecer, fue Pablo quien

comenzó a usar esta palabra de la traducción griega de Levítico 18:22 que acabamos de citar.

Encontramos un pasaje similar en 1 Corintios 6:9-11, donde hay una lista de personas que no

heredarán el reino de Dios. Pablo usa dos palabras para aquellos que están involucrados en

prácticas homosexuales. La segunda, traducida en la New International Version (1984) como

“infractores homosexuales,” es la misma palabra que se usa en 1 Timoteo 1:10. La primera

palabra, traducida en 1 Corintios 6:9 como “hombres prostitutos,” es una palabra que tiene varios

significados. Su significado más básico es “suave.” En la época del Nuevo Testamento, la

palabra se usaba como jerga para referirse al individuo pasivo o receptor en una relación

homosexual entre hombres. El término describe a jóvenes que se ofrecían a hombres que

buscaban actividades homosexuales. Así que los dos términos en 1 Corintios 6:9 indican primero

al participante pasivo y después al activo en una relación erótica homosexual. Una vez más, esto

es claramente rechazado como algo incompatible con la conducta cristiana. Sin embargo, Pablo

indica que algunos de los corintios, antes de convertirse, tenían estilos de vida a los que se

podían aplicar estos términos.

El pasaje más claro y detallado que lidia con la práctica de la homosexualidad en el Nuevo

Testamento es Romanos 1:18-32. Este pasaje muestra que la ira de Dios se revela contra la

injusticia humana, y la práctica de la homosexualidad se incluye en el texto como ilustración de

una de las peores formas de injusticia. Técnicamente, el pasaje indica que la consecuencia de los

actos homosexuales es la ira de Dios expresada en las vidas de personas que piensan que tienen

más conocimiento que Dios. El sentido del argumento de Pablo es que la práctica de la

homosexualidad es un resultado degradante del no querer reconocer a Dios como Dios y de

cambiar la gloria de Dios por deseos humanos. También queda claro que Pablo consideraba la

práctica de la homosexualidad como algo contrario a la voluntad de Dios. Él usa las mismas

palabras de varios filósofos de esa era, quienes decían que la práctica de la homosexualidad

estaba en contra de la naturaleza y era un rechazo repugnante del diseño de Dios para la creación.

También es importante notar que, por primera vez en la Escritura, se rechaza la práctica de la

homosexualidad entre mujeres junto con la práctica de la homosexualidad entre hombres.

Estos pasajes bíblicos que hablan sobre la práctica de la homosexualidad lo hacen indicando una

desaprobación absoluta, y todo el testimonio bíblico habla, como una sola voz, prohibiendo la

práctica de la homosexualidad. La iglesia siempre ha entendido las instrucciones de las Sagradas

Escrituras acerca de la sexualidad de manera universal. Las expresiones de la sexualidad humana

varían de acuerdo con las culturas, pero la sexualidad humana es un elemento esencial y clave de

nuestro carácter humano. No está limitada o condicionada culturalmente. De hecho, Génesis 1 y

2 establecen claramente que la sexualidad es una parte importante de nuestra humanidad. Por

tanto, el diseño en la creación de Dios para las relaciones sexuales entre hombres y mujeres es un

elemento universal, no cultural. La única excepción que las Escrituras reconocen es el celibato.

La Biblia considera que el único contexto apropiado en que se expresa la intimidad sexual es el

matrimonio monógamo y heterosexual. Por eso, no consideramos las condenaciones bíblicas de

la práctica de la homosexualidad como porciones culturalmente anticuadas de las Escrituras que

podemos elegir no obedecer. Desde el punto de vista bíblico, la práctica de la homosexualidad es

un pecado.

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Lo que la Tradición de la Iglesia Nos Dice Sobre la Homosexualidad

Por más de mil novecientos años la tradición de la iglesia ha apoyado la prohibición de la

conducta homosexual; siempre se ha considerado que esta conducta va contra la voluntad de

Dios. A lo largo de su historia, los representantes principales de la iglesia han condenado la

conducta homosexual como algo pecaminoso e inmoral. La iglesia primitiva (100-600 d.C.)

condenó la conducta homosexual. La Didajé, un documento teológico primitivo, incluye

arsenokoitia y paidofthoria (dos palabras que denotan conductas homosexuales) junto con la

fornicación y el adulterio como actos pecaminosos e inmorales. Tertuliano, Teófilo, Orígenes,

Atenágoras y Clemente de Alejandría asociaron la homosexualidad con lo que no era natural.

Juan Crisóstomo pensaba que el placer genuino sólo podía nacer de lo que era natural; por tanto,

la conducta homosexual no podía brindar verdadero placer. Todos estos teólogos solían asociar

la lascivia de los sodomitas con el desafío moral que la conducta homosexual presentaba.

Agustín, un teólogo del siglo quinto, hace una distinción que tiene que ver con el argumento

moral contra la conducta homosexual. Aunque esta distinción entre el amor ordenado (caridad) y

el amor desordenado (concupiscencia) es fundamental para entender su teología, también es

crucial cuando se piensa en asuntos de moralidad. Cuando amamos primero a Dios, todos los

otros amores se consideran en forma correcta. Cuando nos amamos primero a nosotros mismos,

todos los otros amores se distorsionan. La vida centrada en el yo no es saludable. Según Agustín,

el amor desordenado explica la naturaleza del pecado y el estado del mundo. Un ejemplo de este

desorden es la homosexualidad.

Agustín relacionó el pecado con la concupiscencia (lujuria). Cuando el amor es desordenado,

invertimos el orden que Dios tenía planeado; es decir, nos amamos a nosotros mismos antes que

a Dios. Esta es parte de la razón por la que Agustín se refiere a los actos homosexuales como

vergonzosos. Al igual que otros teólogos de la iglesia primitiva, Agustín considera la lujuria de

los sodomitas como la raíz de la conducta homosexual.

Aquino, el gran teólogo del siglo 13, describió la conducta homosexual como la violación del

plan de Dios para la humanidad. Lutero, el reformador alemán del siglo 16, relacionó la práctica

y tolerancia de la homosexualidad con el deterioro espiritual de la Iglesia Católica Romana. Él

estuvo de acuerdo con los padres de la iglesia cristiana en que el juicio de Dios contra los

sodomitas fue resultado de la lujuria antinatural de éstos. Juan Calvino condenó la disposición

interna de la conducta homosexual.

Una respuesta wesleyana está definida por la clara convicción de que la conducta homosexual es

inmoral. Las Escrituras, junto con la tradición recibida de la iglesia cristiana, hablan del tema con

suficiente claridad para que todos entiendan que la conducta homosexual es parte de la

naturaleza caída.

El desafío de responder a los problemas que rodean cualquier discusión sobre la homosexualidad

se complica por el deterioro de la importancia de las Sagradas Escrituras respecto a la

interpretación de las propiedades morales que tienen que ver con la conducta humana. Cuando se

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da igual importancia a criterios opuestos, es fácil fallar en el cumplimiento de las normas bíblicas

y eclesiales, permitiendo explicaciones más amplias y menos específicas de la patología del

comportamiento humano.

Aunque los experimentos científicos realizados para dar respuesta a preguntas sobre la

orientación homosexual no han tenido resultados concluyentes, no ha habido escasez de teorías

que se basan en propiedades genéticas, hormonales o físicas. Otra teoría es que las relaciones

familiares en caos pueden confundir a los individuos en cuanto a su identidad sexual. Hasta la

fecha no existe evidencia que lleve a ninguna de esas conclusiones. Necesitamos tener cuidado

de no aceptar sin sentido crítico los supuestos hallazgos científicos en ambos lados del debate

sobre la homosexualidad. Las investigaciones continúan, y muchas son tergiversadas por los

motivos personales de los investigadores. Lo cierto es que actualmente no hay una explicación

científica de por qué algunas personas son homosexuales. Como líderes pastorales, no podemos

esperar una explicación científica para determinar nuestro papel pastoral en este asunto. Lo que

sí hemos aprendido al caminar con personas en un mundo caído es que la homosexualidad es

real, y tarde o temprano nos pedirán que demos respuesta a preguntas serias sobre la actitud de la

iglesia hacia este tema importante.

Gracia en el Contexto de las Convicciones

Nuestro entendimiento bíblico y teológico sugiere que el pecado es tanto personal como

corporativo. Individualmente decidimos pecar, y somos responsables y rendimos cuenta ante

Dios por las decisiones egoístas que tomamos. Poniendo a un lado las preguntas sobre la

patología de la orientación sexual, la conducta sexual -actuar conforme a nuestra orientación- es

una decisión. El Manual de la Iglesia del Nazareno y la declaración oficial de la Junta de

Superintendentes Generales hacen una distinción clara entre la conducta y la orientación. Una es

pecaminosa; la otra no. Lo que queda claro es que actuar en forma heterosexual u homosexual en

relaciones con personas del mismo sexo, o sexos opuestos, es un asunto moral. Por lo tanto, el

comportamiento homosexual es pecaminoso porque refleja la condición caída de nuestro mundo.

Al igual que con otros pecados, somos llamados a responder a él con gracia, conforme al carácter

de Dios. La persona que tiene la orientación homosexual necesita una iglesia que demande una

respuesta que corresponda al carácter de Dios. Al mismo tiempo que la iglesia no debe ser un

lugar de burla y condenación, sí debe ser un lugar de amor, gracia y redención. Como líderes

pastorales, tenemos que ofrecer una invitación de gracia a las personas con tendencias

homosexuales sin aceptar ni aprobar la conducta homosexual.

Queda claro que la conducta homosexual está expresamente prohibida en las Sagradas Escrituras

y en la tradición cristiana. Al mismo tiempo, la Biblia y la tradición cristiana expresan de forma

maravillosa cómo Dios nos ha creado con la capacidad para tener relaciones de fidelidad y amor.

El matrimonio es la expresión máxima de estas relaciones y el apóstol Pablo la describe con el

lenguaje de la Trinidad. El amor del Padre-Hijo-Espíritu Santo es un amor humilde, generoso,

listo para unificar y pensar en los demás. Como seres humanos fuimos cuidadosamente

moldeados, intencionalmente diseñados para unirnos en una relación de pacto. Cada parte de

nuestros cuerpos tiene un diseño funcional, y eso incluye nuestros órganos sexuales. Dios nos

creó para que nos conectemos como hombre y mujer. Esta “conexión” es biológica y también

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sicológica, emocional y espiritual. Los hombres y las mujeres fueron creados para que se deseen

mutuamente, y fueron equipados físicamente para poder actuar en base a esos deseos. Nosotros

predicamos y enseñamos que la unión sexual es un regalo de Dios para el matrimonio, y por

medio de este acto físico se celebra un pacto de devoción para toda la vida. La unión sexual no es

desordenada ni casual, sino la expresión de un vínculo de toda la vida.

Dada la realidad de que la conducta homosexual no puede cumplir con la intención divina de

establecer una relación de toda la vida que honre a Dios, creemos que tal conducta es destructiva

y pone al alma en peligro. En la mayoría de las conductas homosexuales, la unión sexual no se

considera como una experiencia de pacto que une vidas. Carece del compromiso que debe

acompañar un vínculo tan íntimo. Al convertir el cuerpo de la otra persona en un objeto que sirva

como instrumento de gratificación, la conducta homosexual destruye la capacidad humana para

relacionarse a otra persona y mantener la integridad. Constituye un suicidio en lo concerniente a

las relaciones. Destruye la santidad de las relaciones humanas. Cuando nos usamos unos a otros

sexualmente sin la profundidad del compromiso matrimonial, estamos siendo menos que

humanos.

La lógica que consiente la conducta homosexual es egoísta por naturaleza. Esta lógica proclama

que los deseos homosexuales son naturales y que cada persona tiene el derecho de actuar en base

a sus deseos naturales. “Yo quiero lo que quiero sin importar otras personas, sin importar lo que

esto cause a la sociedad, sin importar lo que me haga a mí o a mi familia.”

Como cristianos hemos sido llamados a disciplinar nuestros deseos, a dar nuestra vida por otros y

a tener el fruto del Espíritu, que es el dominio propio. Es fácil caer en el pozo de la búsqueda

egoísta de gratificación sexual, pero es difícil salir de él. Esos patrones de conducta dejan marcas

profundas en nuestra alma. La conducta homosexual lastima a la persona, la relación, a la familia

y al mundo. En última instancia, es egoísta decidir seguir un estilo de vida sin tomar en cuenta

las consecuencias.

Queremos ser absolutamente claros. La persona que dice ser cristiana y homosexual practicante,

está haciendo dos declaraciones contradictorias: 1) Soy un homosexual practicante, y 2) Soy un

seguidor de Jesucristo. ¿Cuál domina? ¿Cuál es más importante para su identidad? Si alguien

responde “ser cristiano,” entonces, como discípulo de Jesús, la sexualidad de esa persona debe

postrarse en obediencia a Cristo y lo que las Sagradas Escrituras dicen sobre el pecado de la

conducta homosexual. Si una persona responde “ser homosexual practicante,” entonces Dios y

las Sagradas Escrituras se deben postrar ante la orientación sexual de la persona, y esto hace que

la homosexualidad sea una identidad idólatra. Para el homosexual practicante, su identidad

sexual es más importante que la identidad en Cristo. Todo lo que se ponga por encima de Dios es

un ídolo.

Aunque nuestra posición sea fuerte, es importante recordar la diferencia entre la orientación

homosexual y la conducta homosexual. La orientación homosexual es la tendencia a desear

intimidad sexual con una persona del mismo sexo. La conducta homosexual es obtener

gratificación sexual con una persona del mismo sexo. El primero es un deseo, la segunda es una

acción. El llamado al cristiano o cristiana que pudiera tener tendencias homosexuales es que

continúe dependiendo de la gracia de Dios para sostenerle a medida que Él continúe

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moldeándole a Su semejanza. Este llamado es el mismo para los cristianos heterosexuales

solteros: dependan de la gracia de Dios que puede sostenerles en un estilo de vida de abstinencia

sexual disciplinada.

¿Qué podemos decir sobre el poder transformador de Dios?

Es imperativo que nuestros pastores encuentren recursos de consejería en la comunidad que

puedan ayudarles al ministrar a personas que batallan con preguntas sobre la orientación sexual.

El proceso de encontrar respuestas a preguntas difíciles sobre la orientación personal se puede

facilitar aún más si se usa consejería profesional junto con el cuidado pastoral adecuado. Nos

aferramos al optimismo de la gracia para transformar vidas y animamos a los homosexuales a

que se mantengan abiertos a la gracia abundante de Dios. Los que no tengan un cambio en su

orientación son llamados a una vida de abstinencia que recibirá gracia por la obra del Espíritu

Santo en sus vidas.

Un Mensaje Pastoral a la Iglesia

Es imperativo que el cuerpo de Cristo se comprometa a amar incondicionalmente. De tal modo

amó incondicionalmente Dios al mundo que envió a Su Hijo unigénito, no para condenar, sino

para salvar (Juan 3:16-17). Aunque Pablo dice claramente que la conducta homosexual es una de

las peores formas de injusticia humana, con igual claridad describe el amor incondicional de

Dios: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos

pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8, NVI); nada “podrá apartarnos del amor

que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:39, NVI).

Dios no ama menos a alguien porque él o ella sea homosexual. Ofrecer la gracia de Dios a los

homosexuales comienza permitiendo que Dios los ame por medio de nosotros. El juicio sin amor

y las burlas no permiten que el cuerpo de Cristo ofrezca gracia y muestre el amor incondicional

de Dios.

Que el pueblo de Dios esté dispuesto a caminar junto con ellos en la complejidad del camino.

Resistamos la tentación constante de verlo como un asunto simple. Lidiar con la homosexualidad

nunca es algo simple. No debemos ofrecer remedios simplistas que aumentan la frustración de

las personas que luchan con la homosexualidad. A la vez, no debemos minimizar la capacidad de

Dios para reorientar a una persona mediante el poder de Su gracia.

El pueblo de Dios no debe ceder a la creencia de que la homosexualidad es irreversible o que la

conducta homosexual es natural —“así soy soy”— y, por lo mismo, no ofrecer esperanza alguna.

Esta respuesta se rinde a los argumentos supuestamente bíblicos a favor de la homosexualidad

pero que en realidad no lo son. El resultado es que las personas homosexuales se van a otras

denominaciones que están comenzando a decir que el estilo de vida homosexual es aceptable,

aunque no deseado, o que incluso están aceptando el estilo de vida homosexual como algo

completamente natural y aceptable.

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Nuestra respuesta a los homosexuales debe imitar el carácter complejo de Jesús que siempre

caminó junto con las personas. Aunque Jesús era amigo de pecadores (incluso gentiles paganos

como tú y yo), comía con ellos y los amaba, Él también los invitó a compartir de Su vida. Él

predicó las buenas nuevas a los cautivos, ofreció la restauración y libertad a los oprimidos, y les

proclamó la bendición de Dios. Mostraremos gracia a los homosexuales si estamos dispuestos a

caminar junto con ellos en la complejidad del recorrido. Dios, danos gracia para el recorrido.

No debemos tener miedo de decir la verdad sobre la homosexualidad, sus raíces y sus

consecuencias. Tal vez la iglesia sea el último lugar en el mundo donde los homosexuales

puedan ser amados y escuchar la verdad de Dios. Basados en las Sagradas Escrituras, la tradición

cristiana y las doctrinas de nuestra iglesia, declaramos con compasión y persistencia que la

conducta homosexual va en contra de la voluntad de Dios y no puede ser una conducta aceptable

para los seguidores de Cristo. A la vez, siempre debemos señalar hacia la esperanza en el Cristo

que vino a redimirnos a todos del poder del pecado. La teología wesleyana ofrece recursos de

gracia con esperanza para el homosexual. Por Su gracia, Dios puede librarlos de los deseos

homosexuales o permitirles que vivan en celibato. Dios, danos gracia para enseñar Tu verdad

llena de esperanza.

La persona homosexual necesita la comunidad de gracia que está disponible por medio de tu

iglesia. Si la comunidad homosexual le ofrece una bienvenida mejor que el pueblo de Dios, la

persona que está luchando buscará la ayuda de esa comunidad. Si nosotros, como la iglesia,

dedicamos tiempo para conocer a esa persona y compartirle el amor de Dios, podemos

demostrarle que él o ella es importante para Dios.

Revisado el 20 de Septiembre de 2011

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