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Poderes Populares En América Latina: Pistas Estratégicas Y Experiencias Recientes

raxruja13 de Abril de 2013

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:: portada :: América Latina y Caribe ::

16-03-2013

Poderes populares en América Latina: pistas estratégicas y

experiencias recientes

Franck Gaudichaud

Viento Sur / ContreTemps

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{behavior:url(#default#VML);} .shape {behavior:url(#default#VML);} [Introducción del libro

colectivo: Amériques latines. Emancipations en construction, Paris, Syllepse, 2013 (Américas

latinas. Emancipaciones en construcción), publicado en asociación con Francia América Latina.]

"Emancipación" (del latín emancipatio, -onis): Acción de liberarse de un vínculo, de una traba, de

un estado de dependencia, de una dominación, de un prejuicio .

El laboratorio latinoamericano [1]

Desde hace más de una década, América Latina aparece como una "zona de tempestades" del

sistema-mundo capitalista. La región ha conocido importantes movilizaciones colectivas y luchas

sociales contra los estragos del neoliberalismo y sus representantes económicos o políticos y,

también, contra el imperialismo; dinámicas de protestas que han llevado en algunos casos a la

dimisión o la destitución de gobiernos considerados ilegítimos, corruptos, represivos y al servicio de

intereses extraños a la soberanía popular. El cambio de las relaciones de fuerzas regionales, en el

patio trasero de los Estados Unidos, se ha traducido también en el plano político e institucional en

lo que ha sido calificado por muchos observadores como "giro a la izquierda" [2] (Gaudichaud,

2012) así como, en algunos casos, en una descomposición del sistema de partidos tradicionales:

"A comienzos de los años 90, la izquierda latinoamericana agonizaba. La socialdemocracia se

adhería al más desenfrenado neoliberalismo. Sólo algunos embriones de guerrillas y el régimen

cubano, superviviente a la caída de la URSS en un período de penuria denominado " período

especial", rechazaban el "final de la Historia" tan querido por Francis Fukuyama. Después de

haber sido el laboratorio de experimentación del neoliberalismo, desde comienzos de los años 2000

América Latina se ha convertido en el laboratorio de la contestación al neoliberalismo. Han surgido

oposiciones en América Latina, con formas diversas y desordenadas: revueltas como el Caracazo

venezolano (1898) [3] , ahogado en sangre, o el zapatismo mexicano, luchas victoriosas contra los

intentos de privatizaciones como las guerras del agua y del gas en Bolivia, y también

movilizaciones campesinas masivas como la de los cocaleros bolivianos y los sin-tierra brasileños.

Entre 2000 y 2005, seis presidentes fueron derrocados por movimientos llegados de la calle,

principalmente en su zona andina: en Perú en 2000; en Ecuador en 2000 y 2005; en Bolivia, tras la

guerra del gas en 2003 y en 2005; además de una sucesión de cinco presidentes en dos semanas

en Argentina, durante la crisis de diciembre de 2001. A partir de 1999 se han constituído gobiernos

que se reivindican de estas resistencias. En poco más de una década, más de diez países se han

inclinado hacia la izquierda, sumándose a Cuba donde los hermanos Castro siguen estando en el

poder. Llevados por estos poderosos movimientos sociales, nuevos gobiernos de izquierda con

trayectorias atípicas se han instalado en el poder: un militar golpista en Venezuela, un militante

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obrero en Brasil, un sindicalista cultivador de coca en Bolivia, un economista hostil a la dolarización

en Ecuador, un cura de la Teología de la Liberación en Paraguay..." (Posado, 2012).

Aunque el tema del "socialismo del siglo 21" es reivindicado por líderes como Hugo Chávez, la

región no ha conocido experiencias revolucionarias, en el sentido de una ruptura con las

estructuras sociales del capitalismo periférico, como fue el caso de la revolución sandinista en

Nicaragua, el castrismo en Cuba o, en cierta medida, el proceso de poder popular durante el

gobierno de Allende en Chile. Sin embargo, en un contexto mundial difícil, caracterizado por la

fragilidad relativa de las experiencias progresistas o emancipadoras, las organizaciones sociales y

populares latinoamericanas han sabido encontrar los medios para pasar de la defensiva a la

ofensiva, aunque no siempre de manera coordinada. Haciéndose eco de las reivindicaciones de las

y los "de abajo" y/o al comienzo de la crisis de hegemonía del neoliberalismo, algunos gobiernos

llevan a cabo políticas con acentos antiimperialistas y reformas de gran envergadura, sobre todo en

Bolivia, en Ecuador y en Venezuela. Más que un enfrentamiento con la lógica infernal del capital,

estos gobiernos se orientan hacia modelos nacionales-populares y de transición post-neoliberal, de

vuelta al Estado, a su soberanía sobre algunos recursos estratégicos, en ocasiones con

nacionalizaciones y políticas sociales de redistribución de la renta dirigidas hacia las clases

populares, pero manteniendo los acuerdos con las multinacionales y las élites locales (ALAI, 2012).

En estos tres últimos países se han desarrollado también los mayores avances democráticos de

esta década en el plano constitucional, gracias a innovadoras asambleas constituyentes; un

contexto que ofrece nuevos espacios políticos y un margen de maniobra creciente para la

expresión y la participación de los ciudadanos. El "progresismo gubernamental" se viste a veces

también con el ropaje de un social liberalismo sui generis , en particular en Brasil (y de manera

diferenciada, en Argentina), combinando una política voluntarista y de transferencias de rentas

condicionadas, destinadas a los más pobres, favoreciendo a las élites financieras y al agrobusiness

.

Según el economista Remy Herrera: " La inteligencia política del presidente Lula se demostró al

haber resuelto un dilema completamente insoluble para sus predecesores de derecha, en su

búsqueda de un neoliberalismo "perfecto": profundizar la lógica de sumisión de la economía

nacional a las finanzas globalizadas, ampliando al mismo tiempo la base electoral en el seno de las

fracciones desfavorecidas de las clases explotadas contra las cuales se dirige sin embargo esa

estrategia. Una explicación puede ser sin duda el modo de gestionar la pobreza que ha adoptado el

Estado: cambiar la vida de los más miserables, en concreto, gracias a una renta mínima, sin tocar

las causas determinantes de su miseria" (Herrera, 2011).

En otros países, los movimientos populares tienen que seguir haciendo frente a regímenes

conservadores o abiertamente represivos, al terrorismo de Estado, a las mafias o al

paramilitarismo, como ocurre en grandes países como Colombia y México, o incluso Paraguay

(desde el golpe de Estado "legal" de junio de 2012) y Honduras (desde el golpe de Estado de 2009)

[4]. En plena crisis internacional del capitalismo, la región logra asombrosas tasas de crecimiento

del Producto Interior Bruto (y además durante un largo período), que suscitan la admiración del

Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, aunque se trata de un "crecimiento" desigual,

basado esencialmente en un visión neo-desarrollista que mantiene o renueva el saqueo de los

recursos naturales, la extracción de materias primas (petróleo, gas, minerales, etc.) y una fuerte

dependencia respecto al mercado mundial, por medio de una estrategia de "acumulación por

desposesión" (en palabras de David Harley) extremadamente costosa en el plano social y

ambiental. Esta estrategia "extractivista", compartida por el conjunto de los gobiernos de la región,

es una de las principales tensiones del período (Svampa, 2011):

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"A nivel económico, este modelo, orientado esencialmente hacia la exportación, induce un

despilfarro de riquezas naturales en gran medida no renovables. Engendra una dependencia

tecnológica respecto a empresas multinacionales y una dependencia económica respecto a

fluctuaciones de los precios mundiales de las materias primas. Aunque los elevados precios de

estas últimas en la actual coyuntura han permitido a los países de América Latina superar la crisis

después de 2008, la reprimarización de las economías, esto es, la incitación a volver a dirigirse

hacia la producción de materias primas no transformadas, las hace muy vulnerables a un eventual

cambio de los mercados. En un contexto de mundialización económica, este modelo refuerza una

división internacional del trabajo asimétrica entre los países del Norte, que preservan localmente

sus recursos naturales, y los del Sur. A nivel ambiental, las minas a cielo abierto, la

sobreexplotación de yacimientos de débil concentración, el agrobusiness o incluso la extracción de

hidrocarburos, implican el vertido de metales pesados en el entorno, la contaminación de los suelos

y de las capas freáticas, la deforestación y la destrucción de los paisajes, de los ecosistemas y de la

biodiversidad. [...] Esta situación

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