Politica Poder

El académico J.J. Brunner remitiéndose a la modernidad asegura lo siguiente:

(…) la modernidad nos viene impuesta desde fuera y, en el proceso de adaptarnos a ella, se generan simulacros y distorsiones. La periferia imita al centro. Le pide prestado un traje histórico que le viene mal y la desfigura. Es una perspectiva emparentada con las teorías de la dependencia y el imperialismo cultural, (…) como un proceso unidireccional y sus efectos sobre las naciones y las personas como una verdadera jaula simbólica. En el extremo opuesto, la periferia dialoga con los temas de la modernidad central y global como propios. Es decir, se los apropia ya sea con imaginación, con irreverencia, con adaptación o con adopción receptiva.

La modernidad, nos ha cegado (como latinoamericanos), y ha imposibilitado llevar a cabo nuestro propio proceso; Europa (o “la cuna de la Civilización, por autonomasia”), se ha autoproclamado centro; ha logrado encontrar durante siglos las herramientas para la inducción de las sociedades periféricas a su servicio: la intromisión de lo europeo se ha diversificado a la estructura y dinamismo social, el manejo económico y prevalencia capitalista, y probablemente al de mayor susceptibilidad: el sistema de pensamiento individual y colectivo: el caso contundente respecto a esta aseveración, la educación promulgada (en todas sus variantes: primaria, secundaria, e incluso superior), regida desmesuradamente a lo ganado por Europa, por Occidente: Historia Universal, Ciencia y Filosofía. ¿Qué repercusiones son las que derivan de ello? La expansión de la modernidad a la historia y memoria colectiva, que impiden la conformación de la identidad; haciendo referencia al pensador chileno F. Bilbao quien rescata (…) la historia es el elemento necesario para tener conciencia de la identidad humana a través del tiempo y del espacio, y el elemento anterior del progreso, porque sin conciencia de la vida pasada no tendríamos conciencia de la hora que vivimos.

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