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REALISMO MAGICO


Enviado por   •  24 de Abril de 2015  •  3.267 Palabras (14 Páginas)  •  211 Visitas

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sentido, realmente singular. Como ya dije, mucho antes que él, y como un fenómeno frecuente, numerosos grandes narradores de cuentos y novelas, e incluso escritores que cultivan otros géneros, han empezado por el periodismo, estableciendo una dinámica relación entre el lenguaje periodístico y el lenguaje literario. Pero en García Márquez este fenómeno tiene rasgos muy personales, en que se aprecia mejor que en otros esa relación entre periodismo y literatura. Es fácil observar que sus textos periodísticos, aun los primeros, se leen con la misma fruición con que se leen los textos literarios. Y sin embargo, el lector acucioso no deja de percibir en ellos la textura periodística. Es por demás significativo que él nunca dejó de sentirse periodista; es más, muchas veces declaró que lo que él era en realidad era periodista.

Que García Márquez estaba en lo cierto en lo tocante a su vocación y sus aptitudes literarias, tanto como las periodísticas, quedó demostrado en 1967, cuando apareció en Buenos Aires su tercera novela, Cien años de soledad, cuyo manuscrito, por cierto, hubo de recorrer una accidentada carrera en busca de una acogida editorial, hasta que Sudamericana se decidiera a publicarla. A partir de entonces todo vino a confirmar lo que eran deseos y premoniciones del joven periodista y escritor. El éxito de Cien años de soledad desde el primer momento fue apoteósico y sorprendente. En pocos días se fueron agotando las ediciones y reediciones que se lanzaron sucesivamente al mercado, no solo al de lengua castellana, sino también a los de países de otros idiomas, a los que aquella novela fue rápidamente traducida, como luego lo fueron igualmente las otras.

II REALISMO MAGICO

Como es de suponer, al hablar de García Márquez con motivo de su fallecimiento –o con cualquier otro motivo– se ha coincidido en poner énfasis en su relación con el fenómeno conocido como “realismo mágico”. Es tal, en efecto, la coincidencia en ese punto, que bien puede decirse que hoy por hoy señalarlo como un conspicuo representante del “realismo mágico” es un lugar común. Hay quienes lo consideran como el creador del “realismo mágico”, o como el más genuino y representativo cultivador de ese género, por llamar a este de algún modo.

No tengo inconveniente en aceptar estas afirmaciones, aun cuando en el fondo de ellas pueda o deba haber algunas dudas. Me parece, en cambio, totalmente equivocada la idea de que toda la obra narrativa de García Márquez, cuentos y novelas por igual, responde al concepto y a los parámetros del “realismo mágico”. No sé de alguno que tal cosa haya afirmado de manera directa y categórica, pero sí aparece nítidamente insinuada por muchos de quienes hablan o escriben sobre su obra, aunque en algunos casos pudiera ser sin conciencia de ello. Sin embargo, pienso que en esto hay un error, que se basa en un concepto equivocado del “realismo mágico”, y hasta pudiera ser que en un verdadero desconocimiento de lo que en realidad es este.

El concepto de “realismo mágico” supone un esquema en que se reúnen dos términos que son, de por sí, contradictorios. Estrictamente hablando, la expresión “realismo mágico” es un oxímoron, pues enlaza dos vocablos opuestos: lo “real” no puede ser “mágico”, y lo “mágico” no puede ser “real”. Esto no quiere decir que se trate de una idea falsa, y que por ello no debe emplearse. Se trata, en realidad, de un concepto estético, que define un fenómeno principalmente literario, aunque de hecho pueda aplicarse a cualquier otra forma de expresión estética. Como tal, su uso tiene plena validez.

Lo que define el concepto de “realismo mágico” es la combinación en una obra de arte de un elemento metafísicamente “real”, y por tanto dable de existir en la realidad, incluso la material, y un elemento “mágico”, por definición inexistente en la realidad material, y que solo se da conceptualmente, como idea capaz de explicar la “existencia” estética de una realidad que lo es solo en la imaginación, en la del autor tanto como en la del lector en el caso de la literatura.

Como es lógico, la inexistencia en la realidad de lo “mágico” hace suponer que lo que hay de “mágico” en el “realismo mágico” es algo que el autor de la obra que se construye dentro de ese esquema le ha agregado a lo que ha tomado de la realidad. De modo que la clave del “realismo mágico” reside en la imaginación del autor que toma de la realidad un elemento determinado –la vida de un personaje, por ejemplo–, y le agrega elementos de su imaginación o de su fantasía, convirtiendo aquel hecho “real” en “mágico”, es decir, en fantástico.

Un ejemplo precioso, y preciso, del “realismo mágico” lo hallamos en la descripción que García Márquez hace de José Arcadio Buendía en su novela Cien años de soledad: “…Llegaba un hombre descomunal. Sus espaldas cuadradas apenas si cabían por las puertas (…). Tenía un cinturón más grueso que la cincha de un caballo, (…) y su presencia daba la impresión trepidatoria de un sacudimiento sísmico. (…) Colgó la hamaca en el cuarto que le asignaron y durmió tres días. Cuando despertó y después de tomarse diez y seis huevos crudos, salió directamente a la tienda de Catarino, donde su corpulencia monumental provocó un pánico de curiosidad entre las mujeres. (…) Hizo apuestas de pulso con cinco hombres al mismo tiempo. ‘Es imposible’, decían, al convencerse de que no lograban moverle el brazo. (…) Catarino, que no creía en artificios de fuerza, apostó doce pesos a que no movía el mostrador. José Arcadio lo arrancó de su sitio, lo levantó en vilo sobre la cabeza y lo puso en la calle. Se necesitaron once hombres para meterlo. En el calor de la fiesta exhibió en el mostrador su masculinidad inverosímil, enteramente tatuada con una maraña azul y roja de letreros en varios idiomas (…)”. (Cien años de soledad. Sudamericana. Buenos Aires.1967. pp. 83/84).

En este retrato García Márquez parte de un hecho veraz, un personaje real con ciertos supuestos rasgos físicos, un sujeto corpulento como los hay en todas partes, al cual él le agrega, mediante el sencillo truco de la exageración o hipérbole, características singulares, no solo imaginarias o fantasiosas, sino también inverosímiles, de esas que no se dan en la realidad material porque contradicen las leyes de la Naturaleza. De tal manera convierte un personaje real, aunque sobresaliente, un forzudo común y corriente, en “mágico”, pero solo en su imaginación y fantasía, lo mismo que en las del lector que percibe dicho personaje como imaginario y fantasioso, es decir, como una creación estética, pero cuya actuación en la novela lo deleita como si fuese real.

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