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REFLEXIÓN SOBRE LO APRENDIDO


Enviado por   •  6 de Febrero de 2018  •  Ensayos  •  2.319 Palabras (10 Páginas)  •  585 Visitas

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REFLEXIÓN SOBRE LO APRENDIDO

¿Por qué pensamos lo que pensamos? ¿De dónde surgen nuestros pensamientos? Nuestros pensamientos, los que somos capaces de reconocer en nuestra mente (en nuestra pantalla mental), son apenas una imagen o esbozo de algo que nos pasa en una profundidad subconsciente e inconsciente y que, en muchos casos, tiene un origen externo a nuestra experiencia y conocimiento. Nosotros vivimos reaccionando a los pensamientos, a una imagen consciente de los pensamientos. Reaccionamos a una consecuencia, no a una causa; es decir, estamos reaccionando a la interpretación de un suceso, mecanismo o programación que está grabado en nuestro pasado. Reaccionar a los pensamientos o dejarse regir por tus propios pensamientos, significa que el pasado nos rige y vivimos conforme a él. En este sentido, no es casualidad que los patrones de conducta se den en una misma sociedad o en un mismo grupo de individuos que se valen de interpretaciones semejantes y recrean las mismas imágenes y las mismas situaciones dentro de un contexto determinado.

Las imágenes que se nos presentan son la ejemplificación de algo percibible que sucede, un mecanismo de interpretación de la vida, de la realidad, de lo que somos y de lo que no somos. Nosotros somos un estado de consciencia, somos noción de nosotros mismos. Ese estado de consciencia se encarna en un cuerpo físico que asimila todas las condiciones, características, cualidades, restricciones y la realidad que le corresponde al ser humano en general y al individuo en particular. Nuestra consciencia nos determina y nos libera como individuos y como sociedad, como conjunto.

La condición humana impone una serie de funcionamientos automáticos que generan impulsos que reconocemos como necesidades. Estas necesidades generan, a su vez, pensamientos conscientes que son la manera en que nosotros interpretamos esos impulsos (instintivos e inconscientes) y los tratamos de resolver a un nivel consciente. Por ejemplo; el impulso inconsciente del hambre es interpretado como una necesidad y estado que resolvemos mediante una serie de mecanismos que se han convertido en costumbre y reaccionamos en consecuencia. Hay actos que no se analizan conscientemente porque se han codificado y grabado en nuestro subconsciente de forma tan arraigada que se interpretan como “comportamiento natural”. Sin embargo, tenemos la capacidad de poder elegir. Podemos decidir si queremos saciar la necesidad de comer, de dormir, de hablar con cierta persona o de realizar cierta actividad. Podemos alterar nuestro subconsciente, lo que provoca una variación en nuestros mecanismos cognitivos. Tenemos la habilidad y capacidad de producir cambio, un cambio que no se queda en una alteración cognitiva, sino que se puede transformar en una variación material, social y cultural.

De un pensamiento surge un juicio, un juicio que hacemos de cada cosa. Es en este momento cuando se generan los conflictos. Cuando no hay coherencia, no hay continuidad y nos fragmentamos en todos los niveles. Si uno no se come lo que ha preparado el día anterior porque no le da tiempo a comérselo el día previsto, quizás se ponga de mal humor, se quede insatisfecho y la comida se eche a perder; si uno no colabora como estaba previsto durante un trabajo en grupo porque ha estado enfocando su atención y tiempo en otras actividades, quizás acabe perdiendo relaciones sociales y entre en un estado emocional de depresión… El objetivo no está en analizar estos sucesos desde una perspectiva psicoanalítica o científica, sino entender su globalidad; la globalidad del todo, de lo que somos, y comprender ese pensamiento consciente de lo que pensamos, en la forma en la que lo pensamos y los juicios que se crean a partir de ahí, tienen una raíz mucho más profunda, mucho más compleja y ramificada de lo que se quiere dar a entender. No es tan sencillo dar por sentado una acción que se realiza de “forma espontánea”. Son nuestros pensamientos los que determinan los juicios que hacemos de lo que tenemos y de lo que no tenemos; y, sobre todo, son los pensamientos los que determinan el juicio de nuestra voluntad, de nosotros mismos. Si nuestro sistema de pensamiento está basado en una idea, imagen o creencia que no nos es propio y no nos sirve, acabaremos errando en nuestras decisiones e impactaremos de forma negativa en los demás y en el medio físico natural en sí. Para evitar que suceda esto, hemos de desarmar el mecanismo cognitivo y entender que siempre llevará a situaciones de conflicto e imposición de voluntades o intereses que nos debilitan. Lo único que tenemos que hacer es armonizar nuestra máquina de pensamiento y percepción en todos los ámbitos de nuestra vida, en todo lo que pensamos y en la forma en la que pensamos. Nuestra programación de pensamiento determinará nuestro patrón de conducta y nuestro patrón de realidad que será el que encarne las circunstancias en las cuales vivimos.

Nosotros percibimos el mundo y su realidad no como es en su origen, sino según cómo somos quienes lo percibimos. Todo nuestro alrededor refleja y muestra una extensión de nosotros mismos. La mayor parte de las veces cuando nos topamos con el “otro”, sólo vemos en él un reflejo de nuestros propios miedos e inseguridades, todos esos errores que se han dado en nuestro sistema de pensamiento. Nos volvemos condescendientes e hipócritas, no sólo con los demás, sino con nosotros mismos. Si queremos llegar a percibir realmente o, al menos, de forma más sincera y aproximada al “otro”, tenemos que mirar con otra herramienta desde otra perspectiva. Hemos de salir de nuestra crisálida y percibir la realidad no desde el mundo social en que se vive, sino desde el ejemplo del mundo que está por llegar.

Nuestra percepción del “otro” tiene su punto de partida en la apariencia física, en lo estético, en lo visual. La creación del individuo es observable a través de los sentidos. Mediante los ojos percibimos el mundo y a sus habitantes. A ese sinfín de aspectos a observar se les suman sensaciones y emociones; relacionamos estados anímicos según lo que veamos y lo que vemos está cargado de valoraciones y juicios previos que ha hecho nuestro subconsciente (algunos parten de la experiencia y otros de la costumbre). Nuestra mirada está condicionada por un pensamiento previamente condicionado.

Una vez empleada la capacidad de observación, seleccionamos la enorme cantidad de datos que se nos presentan y reducimos su complejidad. De TODO cuanto abarca nuestra mirada, decidimos seleccionar una parte de la información que es procesada, resumida, omitidas algunas partes y cambiada. Según lo que se ha decidido, de manera consciente o inconsciente, se guarda la información y se recupera en caso que se necesite para completar pensamientos y crear nuestra valoración

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