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Schopenhauer

55555555555555Trabajo1 de Mayo de 2013

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Introducción

Pues según Schopenhauer, todo ese sufrimiento, todo ese amor pasional, toda esa locura, no tiene otro fin que el de la creación de un ser nuevo. Lo que prueba que el amor platónico nunca ha sido suficiente, aunque a la edad de 11 años nos conformáramos con que el objeto de nuestro deseo nos dejará un lápiz en clase, sino que exige la posesión de la misma, el goce físico.

Esto, inevitablemente implica una pérdida de la ilusión una vez satisfecha esa pasión.

Una vez hemos cumplido la finalidad de ese amor, es decir, hemos dejado embarazada a nuestra pareja, o por lo menos lo hemos intentado, todo amante experimenta un especial desengaño: el objeto de tantos deseos apasionados no le proporciona más que un placer efímero, seguido de un rápido desengaño.

Por eso todo amante, una vez realizada la gran obra de la naturaleza, es llamado al engaño.

La ilusión que le hacía víctima de la especie se ha desvanecido.

La verdad es que a pesar de que este libro se escribiera allá por el 1800, al leerlo me di cuenta de que esa sensación la he tenido alguna que otra vez.

Endiosamos y encumbramos a una persona concreta de la cual en muchos casos no sabemos apenas nada, una vez la conseguimos, sea de la forma que sea, empieza poco a poco a perder interés para nosotros.

La culpa de todo esto parece tenerla Cupido, un Dios hostil, cruel, a pesar de su cara de niño.

Un demonio caprichoso, despótico, dueño de los dioses y de los hombres.

Flechas mortíferas, venda y alas son sus atributos.

Las alas indican la inconstancia en el amor, sequito habitual de la desilusión que acompaña al deseo satisfecho….y aquí está, la infidelidad.

Según Schopenhauer, el hombre propende por naturaleza a la inconstancia en el amor, y la mujer a la fidelidad.

También tiene argumentos para decir que el amor del hombre disminuye a partir del momento en que ha obtenido satisfacción.

Mi abuela me dijo ayer que estaba de acuerdo con “este señor” y es que como ella dice: “prometer hasta meter y una vez metido olvidado lo prometido”

A partir de ese momento, parece que cualquier otra mujer tiene más atractivo que la que posee y claro, aspira al cambio.

Parece ser que por el contrario, el amor de la mujer crece a partir de ese momento en que se funde en uno con su amado.

Según el autor, esta inconstancia es una consecuencia del objetivo de la naturaleza, que no es otro que la perpetuación de la especie.

Esto quiere decir que el hombre, al tener la facilidad de engendrar 100 hijos al año puede o debe ir dejando embarazadas a todas las mujeres que se le pongan al paso, por el bien de la especie claro, mientras que la mujer, como por mucho que lo haga solo va a poder dar a luz a un hijo por año pues no tiene porque tener más relaciones.

Ahí está la razón de que el hombre ande siempre en busca de otras mujeres, mientras que la mujer permanece fiel al padre de la criatura, porque la naturaleza nos impele, por instinto y sin reflexión, a conservar junto a nosotras a aquel que debe alimentar y proteger a nuestra futura familia.

De más está decir que eso hoy en día no es así, puesto que hay los mismos hombres infieles que mujeres y porque el preservativo nos ha facilitado tener las 100 relaciones sexuales de los hombres sin tener los 100 chiquillos, que aunque no estemos contribuyendo con la especie, es divertido.

Por eso la fidelidad, según el autor, es artificial para el hombre y natural en la mujer, y por consiguiente, el adulterio de la mujer es mucho menos perdonable que el del hombre.

Así que a no ser que seamos la hembra del caballito de mar la infidelidad nunca se nos va a perdonar. Que aproveche ella que puede.

Así que, por el bien de la especie, todos los hombres deben dejar a un lado

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