¿Todos somos Ankara? ¿O sólo somos algunos?
Eliana92Apuntes24 de Marzo de 2016
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Siempre alguien paga por la música en las sociedades complejas en las que la distribución del trabajo crea especialistas en hacer música. En la Edad Media europea (este comentario sólo considerará por ahora esa rama de la tradición humana, no porque otros no existan, sino por su relevancia. Luego habrán otras cosas), los monjes cantaban. Su sustento estaba asegurado por la Iglesia, la consideraba las tareas de composición, ensayo y canto en función de la liturgia que iba a desarrollarse. El prestigio de la Iglesia y de su música condujo a que las cortes señoriales comenzaran a mantener músicos, justamente, de corte. También habían nobles que hacían música (trovadores) y otros que eran gente común que iba de aquí para allá viviendo de ejecutar su arte (juglares).
Llegados a la modernidad, tras el renacimiento, se produce una mayor especialización de la música de las cortes, lo que conduce a que los señores poderosos y los reyes sean los sostenes de músicos asalariados. Ahí vamos a ir a hallar a los Bach y gente por tal estilo. Pero la tradición más popular, con artistas itinerantes y otros improvisados, también se continúa. Sólo que de ella no se habla en los discursos habituales de la música llamada "clásica".
Cuando la economía señorial deja lugar al capitalismo, su naturaleza afecta también a la música. Por un lado se producen espectáculos musicales más caros, derivados de la música llamada "clásica" y que en el siglo XX conducirán a una especialización de los músicos y compositores que llegarán a crear cosas bellísimas... y difíciles de entender para el gran público que no está habituado a cierto tipo de sonidos.
Del otro lado se venden partituras de composiciones "populares", que a veces son transcripciones de música culta, pero también pueden ser obras compuestas para este otro mercado, menos especializado. Los ejecutantes serán cada vez más personas que se dedican laboralmente a tocar. Piénsese en cómo se pasa del criollo payador de fogón, a los músicos de las milongas tangueras. O piénsese en los blac spirituals, luego el blues de los prostíbulos y finalmente el jazz, que derivaría en variantes más cultas. (Y ahí ya entraron tradiciones no eurocéntricas, como prometí).
En cualquier caso, no toda música ha sido comercial, pero sí toda música es "comercializale".
Y así llegamos a la invención y difusión de los discos. Los de pasta, o los de plástico, o los cd's. Ahí el negocio es otro, es el negocio de imprimir un objeto y venderlo (hasta que llegó internerd... pero ese es otro baile, dejémoslo por ahora quieto). Un negocio que comenzó tímidamente y luego estalló en éxitos descomunales.
En los años 60 la economía estaba lo suficientemente mundializada como para producir una banda de éxito juvenil y generar millones de divisas. Le tocó a The Beatles.
Pero las discográficas no estaban del todo listas para controlar lo que se iba a soltar por ese tiempo. Porque debido a las grandes ganancias de bandas que hacían cosas distintas, la búsqueda de "innovaciones" —a nivel de música popular, eran innovaciones—, decía tal búsqueda hizo posible que gente que hubiera en otro tiempo quedado confinada a una difusión lateral llenase muchos discos, páginas de revistas, y notas de radio.
Y por entonces, entre 1966 y 1976, aparecieron cosas fantásticas. Tanto da quién fue el primero, o el mejor. Por un lado las bandas Hippies, por otro Frank Zappa, la gente vinculada al Jazz más vanguardista, en el entorno de Miles Davies, las músicas que asomaban en Brasil, y algunos que habían aparecido antes y que se afinarían a esta nueva circunstancia, todos ellos configuraron un momento de la historia cultural sin par.
Y depués vinieron los estudios y ataron los perros, y vino la estupidez del punk y del disco para frenar todo
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