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Administración Financiera


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2014  •  958 Palabras (4 Páginas)  •  288 Visitas

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Entre idiotas y cosmopolitas

A Reynaldo. Joven valiente que sabe reconocer a los idiotas morales

En los inicios del año 2011 tuvimos el gusto de compartir el espacio académico con el Dr Norbert Bilbeny – Filósofo español- quien en un seminario intitulado por “Una ética intercultural” nos condujo magistralmente al encuentro con la compleja existencia de las sociedades plurales del siglo XXI.

Pero algo queda en la conciencia de quienes le escuchamos, pues más que preocuparnos por una identidad cosmopolita en el siglo XXI –preocupación básicamente de los europeos- lo que aún nos sigue preocupando en el plano de la ética a los latinoamericanos, es el Idiota Moral. Termino acuñado por Bilbeny en un ensayo publicado por Anagrama en la década de los 90´s.

El idiota moral lleva ese nombre por su grado de peligrosidad social, pues como menciona el autor “Ni todos los necios son necesariamente perversos ni todos los inteligentes son cándidos. Mucho más que una conjura de los necios hay que temer, en cambio, una conjura de los bien dotados de un coeficiente intelectual, y especialmente cuando se comportan en lo ético con la misma insensibilidad que el necio. En este terreno puede ser, y de hecho es, mucho peor el listo que el estúpido. El exterminador metódico suele ser de este tipo. El mal capital de nuestro siglo (refiriéndose al XX) tiene su causa en la apatía moral de los seres inteligentes. Por eso no les llamamos necios ni simplemente “idiotas”. El asesino en masas, es ante todo un idiota moral”.

Por ello es que nos hacemos la siguiente pregunta ¿Qué nuevas formas ha adquirido este idiota moral en nuestras lastimadas sociedades latinoamericanas en el siglo XXI?

Primero; bajo la forma del silencio. Silencio que no ha sido resultado de remansos de paz que buscan en el interior las respuestas a las grandes preguntas, sino por el contrario, un silencio provocado por el miedo a expresar lo que pensamos o sentimos porque no sabemos cual es la residencia del otro que habita junto a nosotros. Ese silencio que nos guarda y nos deja en el Autismo Ilustrado frente al Idiota Moral.

Segundo; bajo la forma de un “cinismo político”. Cinismo que nos pone la cara dura y nos quita la vergüenza al hablar. Y es que hablar en los espacios públicos emitiendo juicios de valor sobre lo que es bueno o malo deja mucho que desear, sobre todo, cuando lo político por definición solo queda en el universo de lo posible, y por ello, la certeza política hace emanar al idiota moral y deja al ciudadano bajo sus expensas.

Tercero; bajo la forma de responsabilizar a los jóvenes del momento actual. No se vale responsabilizar a los jóvenes que recién llegan con sus estados de conciencia a enfrentarse a los fenómenos políticos económicos y éticos, porque en la mayoría de las ocasiones, estos fenómenos les desbordan multifactorialmente. Los responsables directos de lo que son las sociedades actuales somos los que -desde la mitad del siglo pasado- las pensamos y diseñamos y ahora las padecemos. Ocultar nuestra responsabilidad histórica es ser vistos por las nuevas generaciones como idiotas morales. Aceptarla y asumir el costo histórico de nuestra generación. Se vale.

Cuarto; bajo la forma de la insensibilidad a escuchar las nuevas voces. Voces que ya sin derroteros ideológicos y en el marasmo en que se juegan las identidades y las pluralidades del siglo XXI, intentan no quedar ajenas a su momento histórico, momento que aún no se alcanza a describir y que en forma obligada las hace salir de esa “burbuja

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