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Asesinos Seriales

abilop228 de Marzo de 2014

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6. PERFILES.

6.1. LUIS ALFREDO GARAVITO CUBILLOS

“EL MONSTRUO” QUE ASESINÓ A 172 NIÑOS.

6.1.1. ANTECEDENTES

Nació en Génova, Quindío (Colombia), el 25 de enero de 1957. Es el mayor de siete hermanos 4 hombres y 3 mujeres durante su infancia vivió la falta de afecto y el maltrato físico por parte de su padre quien ejercía violencia sistemática con golpes físicos hacia él, mientras su madre guardaba una actitud pasiva ante las agresiones de su padre además este no le permitía tener novia, afirmaba que era una persona rebelde que nunca estuvo de acuerdo con su padre quien lo “echó varias veces de su casa”.

Garavito ingresó a la escuela Simón Bolívar con gran entusiasmo. Al comienzo todo iba bien para él pero pronto sus problemas internos empezaron a transformarlo en un niño tímido e introvertido, usualmente violento y frecuentemente molestado por sus compañeros que le tildaban de “Garabato” (por el apellido). Sumados a esos problemas sociales estaba el complejo de inferioridad que en Garavito se iba acentuando al saber que, encima de ser un chico con lentes al que hostigaban, era un niño con pánico escénico, con miedo de pasar al pizarrón y, claro está, sin la capacidad de sobresalir en los exámenes y demás asuntos de la vida escolar. Estudió hasta quinto grado de primaria a toda esa frustración escolar, Garavito nunca tuvo un buen entorno familiar, por lo que años después declaró que tenía “la desgracia de estar dentro de una familia que se la pasaba discutiendo, peleando y lanzándose palabras de grueso calibre”. Fue en esa familia donde Garavito sufría viendo como su “muy rígido” padre golpeaba a su madre “y la arrastraba” mientras ella lanzaba gritos “desesperadamente”. Sin embargo hubo una escena que lo marcó particularmente, por lo que años después declaró: ‹‹Yo vi cuando él la cortó; esa imagen quedó grabada dentro de mi cerebro de por vida, no la he podido olvidar…. Yo fui el único que la defendí…. Le metió una pela que la dejó coja estando embarazada de mi hermano Ricardo. Fueron casi cuarenta años que le aguantó mi mamá a ese señor humillaciones, desprecios; recuerdo que le decía: “yo la recogí del fango, mujerzuela”››

.El padre de Garavito era un individuo que, además de tratarlo de “bastardo” e “imbécil”, solo lo tomaba en cuenta para que cumpliese sus órdenes y las diversas tareas que le encomendaba, a lo que sumaba su negativa a permitirle a Garavito el tener amigos y novia. Sexualmente tampoco era una muy buena influencia pues, como el mismo Garavito contó: “Mi papá no dormía con mi mamá, dormía conmigo, él me bañaba, no recuerdo que él me haya acariciado, tengo un recuerdo vago, era de noche, él como que me acarició me tocó las partes íntimas, a ese señor nunca lo quise, lo veía como un verdugo”.

Continuando el proceso de degeneración sexual de Garavito, entró un amigo de su padre, un tipo que era vecino, dueño de una droguería del pueblo y abusivo consumado. Ese hombre torturó y violó a Garavito cuando apenas tenía doce años; lo ultrajó golpeándolo y mordiéndole el pene y las nalgas, quemándolo con una vela, amarrándolo a una cama y obligándolo a hacer cosas tan infames que ni el mismo Garavito quiso confesar años después. Fue por culpa de aquel monstruo que Garavito no se entusiasmó cuando “el hermano de una señora” le mostró revistas pornográficas.

Lejos de darse por satisfecho, el amigo del padre de Garavito iba a visitar a Garavito cuando éste dormía con su hermano Rafael en la tranquilidad de la finca, sacándolo de la habitación y llevándoselo a algún lugar del campo para violarlo a sus anchas. Por aproximadamente dos años, esa fue la infernal rutina sexual de Garavito, hasta que fueron a Trujillo, donde las cosas tampoco se mejoraron, ya que allí, cuando su padre lo mandó a comprar unas inyecciones en una farmacia, el sujeto (otro conocido de su padre) violó a Garavito, cosa que repitió algunas veces más, sin ser jamás delatado puesto que el pobre chico temblaba de miedo ante la posibilidad de que su padre no le creyera a él sino a sus amigos.

El daño era ya definitivo según se ve en las palabras de Garavito: “Después yo empecé a sentir una atracción hacia las personas de mí mismo sexo. Mis hermanos y hermanas estaban muy pequeños, yo sentí como algo y todos nos fuimos hacia una cama donde yo insinué que se quitaran la ropa y comencé a acariciarlos, allí no pasó nada, ni mis padres se dieron cuenta, ni tal vez mis hermanos se acuerden. Estando durmiendo, tomaba a mis hermanos menores y les quitaba la ropa y sin que ellos se enteraran los acariciaba

En su adolescencia, Garavito fue un poco más lejos e intentó acorralar a un niño cerca de una estación de tren. Violarlo no era su intención, solo quería abusar ligeramente del inocente niño, por lo que empezó a tocarlo en sus partes íntimas, pero éste gritó y afortunadamente los guardias de la Defensa Civil se percataron llevándose a Garavito. Posteriormente fue liberado y su padre, que le prohibía tener novia, actuó de una manera aberrantemente incoherente e incomprensiva pues, como contó Garavito: “Después de eso me largan y resulta que mi padre me reprendió, me dijo que si acaso no había mujeres. Pero mi papá no me dejaba tener novia y a mí tocaba ocultar todas esas cosas que me pasaban. Me soltaron y de ahí en adelante no volví a vivir en la casa, mi papá me echó y trataba de que no volviera más”

Luego Garavito fue a la ciudad de Armenia (en Colombia), donde consiguió empleo en una panadería, arrendó un cuarto y se vinculó con Alcohólicos Anónimos. En ese entonces su rutina después del trabajo solía ser la de asistir con fervor a la iglesia, ir después a Alcohólicos Anónimos y, tras salir, tomarse unas cuantas cervezas para ir al parque Valencia en la noche y comprar algún cuerpecito de los pobres niños que a esas horas se prostituían en los alrededores del parque…Esa fue la doble vida que llevó por más de un año en los inicios de su juventud, una vida que por un lado le llenaba de pervertido goce mas por otro le envenenaba con remordimiento (solía golpearse fuertemente el pecho en la iglesia) y angustiosas preocupaciones por la forma en que era socialmente vista su inclinación.

Poco menos de 23 años tenía Garavito cuando, no pudiendo tolerar más la angustia de sus trastornos, fue a buscar atención psiquiátrica en el Seguro Social tras pelear con sus compañeros de trabajo y perder su empleo. Allí le contó al psiquiatra que había pensado en suicidarse porque su vida “no valía nada”, pero no le dijo sobre su impotencia sexual con las mujeres, su afición carnal a los menores y la importancia que para él tenía el conformar una familia. Así, el tratamiento que se le dio fue el demasiado general que se correspondía con el cuadro de “depresión reactiva”.

Tuvo varios trabajos, generalmente en almacenes como vendedor. Hasta principios de los noventa intentó llevar una vida normal. Pero ya era alcohólico y tenía accesos de ira que le movían a golpear a sus compañeros y a enfrentarse con sus jefes.

Cada día su comportamiento era menos sociable y le resultaba imposible mantener un empleo formal. A mediados de los noventa comenzó a recorrer el país como vendedor ambulante. Vendía estampas religiosas con la imagen del Papa Juan Pablo II y del Niño del 20 de Julio, uno de los más venerados en Colombia.

En esos años dejó muchos de telegramas a sus mujeres y a algunos amigos. Eran mensajes cortos, sobre la fecha en que llegaría a algún sitio o indicando que se encontraba bien. De vez en cuando volvía a su casa con las dos mujeres con las que convivió mantenía una relación compleja, como marido y protector, pero nunca como amante.

A Garavito le gustaban los niños y era muy cariñoso con ellos pero al alcoholizarse su violencia afloraba y se convertía en un monstruo golpeaba a las dos mujeres con las que convivió en diferentes momentos, pero, curiosamente, nunca les pegó a los dos hijos que cada una de ellas tenía, y que eran fruto de otras relaciones.

Sobre eso, Garavito alguna vez escribió:

“Siempre desde niño tuve muchas frustraciones, todo me salía mal, yo fui un hombre bueno, sufría y me daba mucho dolor cuando los demás sufrían. Había algo que me acontecía, no sé, que repasaba era algo extraño que me obligaba a ser esto y embriagarme y cuando volvía a mi estado normal yo sufría terriblemente porque yo a nadie le podía contar qué era lo que me pasaba, que era algo extraño y terrible; mas nunca me metí con los hijos de mis amigos y de la gente que era buena conmigo, yo los respetaba, antes los aconsejaba al bien, los veía como si fueran mis propios hijos, más la señora que compartió el techo conmigo al hijo de ella yo lo quería como si fuese un hijo mío, nunca lo irrespeté ni con mi pensamiento”.

Llegó a recorrer cinco veces todo el país, viajaba sin rumbo fijo, visitó sesenta y nueve municipios, en treinta y tres de los cuáles cometería sus crímenes. Llegó a inventar dos Fundaciones, una para ancianos y otra para menores, que le permitían dar charlas en escuelas y en otros lugares en donde podía estar cerca de niños.

También empezó su afición por los disfraces, en repetidas ocasiones se hizo pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, discapacitado y representante de fundaciones ficticias en favor de niños y ancianos. Usaba además sobrenombres

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