Cervantes En Su Vivir
nyke7 de Julio de 2014
10.413 Palabras (42 Páginas)272 Visitas
Reconstruir en sus etapas sucesivas la vida de Miguel de Cervantes, más allá de las estampas consagradas por la
posteridad, no deja de plantear múltiples interrogantes. Ciertamente, la exploración sistemática de los archivos,
públicos y privados, iniciada en el siglo XVIII y proseguida ininterrumpidamente hasta nuestros días, ha
permitido reunir poco a poco una documentación significativa. Sin embargo, todavía quedan muchas oscuridades,
que afectan no sólo a la infancia del escritor, sino varios momentos decisivos de su existencia, como los años que,
entre 1597 y 1604, van desde su encarcelamiento en Sevilla hasta su instalación en Valladolid, en vísperas de la
publicación de la primera parte del Quijote. Más aun, si tratamos de ir más allá de la mera materialidad de los
hechos, resulta que ignoramos todo o casi todo sobre las motivaciones subyacentes a la mayoría de sus
decisiones: la partida para Italia en 1569 a los veintidós años; el alistamiento, en 1571, en el ejército de la Santa
Liga; el regreso a España, en 1575, frustrado por su captura en manos de piratas argelinos y, tres años después
de haber contraído matrimonio en Esquivias, las peregrinaciones por Andalucía, entre 1587 y 1597, del
recaudador de abastecimientos e impuestos; por último, tras volver a Madrid en 1608, el retorno definitivo a las
letras.
Ello explica -aunque no justifica los abusos- la atención prestada a sus ficciones, para tratar de suplir las lagunas
de nuestra información, buscando, en un intento algo capcioso, si no un autor cuyo perfil perdido se nos
descubre desde un enfoque indirecto, al menos todo aquello que sea susceptible de iluminarlo. Pero Cervantes
rara vez se expresa en nombre propio, ya que suele delegar sus poderes en narradores imaginarios, como Cide
Hamete Benengeli en el Quijote, o nos ofrece, en sus dedicatorias, sus prólogos y su Viaje del Parnaso, los
fragmentos dispersos de un retrato de artista cuya verdad se sitúa más allá de cualquier verificación inequívoca.
Infancia
Si bien sabemos, desde mediados del siglo XVIII, cuál fue la patria de Cervantes -Alcalá de Henares-, así como el
día en que fue bautizado -el 9 de octubre de 1547-, la fecha exacta de su nacimiento no se ha podido averiguar.
Tan sólo se supone que podría haber sido el 29 de septiembre, día de San Miguel. Más llamativo resulta, a la
hora de situar este acontecimiento en su debida circunstancia, el hecho de que ocurriese en una fecha clave: ese
año, en efecto, desaparecen Francisco I en Francia y Enrique VIII en Inglaterra, mientras que el emperador Carlos
Quinto, vencedor en Mühlberg de los príncipes protestantes alemanes, se encuentra en la cumbre de su poder, y
en tanto que se inicia una profunda reforma de la Iglesia Católica, al inaugurarse los trabajos del Concilio de
Trento. En el ámbito propiamente peninsular cabe señalar, en ese mismo año, dos decisiones premonitorias de
las actitudes características de la España filipina: la promulgación del primer Índice inquisitorial prohibiendo los
libros sediciosos, y, votada por el cabildo de la catedral de Toledo, la adopción de los primeros Estatutos de
limpieza de sangre.
En este contexto de repliegue, la ascendencia del escritor ha sido y sigue siendo tema muy controvertido. Aunque
se le tenga por cristiano viejo en el informe preparado a instancias suyas a su regreso de Argel, nunca presentó la
prueba tangible de su limpieza de sangre. Es cierto que su abuelo paterno, el licenciado Juan de Cervantes, fue
abogado y familiar de la Inquisición, pero la mujer de éste, Leonor de Torreblanca, pertenecía a una familia de
médicos cordobeses y, como tal, bien pudo tener alguna «raza» de confeso. En cuanto a Rodrigo, el padre de
Miguel, se casa hacia 1542 con Leonor de Cortinas, perteneciente a una familia de campesinos oriundos de
Castilla la Vieja; pero su modesto oficio de cirujano itinerante, así como sus constantes vagabundeos por la
península, durante los años de infancia de sus hijos, no han dejado de suscitar sospechas, llevando a Américo
IES Adaja I Departamento de Dibujo I Proyecto Marte II I 2005 I Prof. A. Tindón 1
Castro a considerarlo como converso, mientras otros cervantistas se negaban a admitir semejante hipótesis.
Así y todo, no debe exagerarse la trascendencia de esta controversia: caso de probarse algún día que Cervantes
descendiera de cristianos nuevos, este descubrimiento dejaría intacto todo lo que media -y hay un abismo- entre
su visión del mundo y la de un Mateo Alemán, contemporáneo suyo, y del que se sabe a ciencia cierta que lo era.
El que el símbolo mismo del genio universal de España fuese un hombre obligado a callar sus orígenes, quizás
ilumine tal o cual aspecto de su universo mental, pero nunca nos entregará la clave de su creación.
Nacido después de dos hermanas mayores, Andrea y Luisa, Miguel es el tercero de los cinco hijos que tuvo el
cirujano -si se hace caso omiso de dos más, que murieron en la infancia-. Un hermano menor, Rodrigo, que
compartiría su cautiverio en Argel, así como una hermana, Magdalena, vendrán luego a completar el cuadro. De
los veinte primeros años de su vida y, más especialmente, de su formación académica, no se sabe nada seguro.
Tampoco se puede asegurar que compartiera las estancias sucesivas de su padre, primero en Córdoba y luego en
Sevilla: el testimonio de Berganza, en El coloquio de los perros, no basta para afirmar que Miguel fuera alumno
del colegio fundado allí por los PP. Jesuitas:
Este mercader, pues, tenía dos hijos, el uno de doce y el otro de hasta catorce años, los cuales estudiaban
gramática en el estudio de la Compañía de Jesús; iban con autoridad, con ayo y con pajes, que les llevaban los
libros y aquel que llaman vademécum. El verlos ir con tanto aparato, en sillas si hacía sol, en coche si llovía, me
hizo considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la Lonja a negociar sus negocios, porque no
llevaba otro criado que un negro, y algunas veces se desmandaba a ir en un machuelo aun no bien aderezado.
En cambio, se encuentra instalado con su familia en Madrid en 1566, en un momento en que Felipe II acaba de
establecer allí su Corte.
Tres años después, Cervantes inicia su carrera de escritor con cuatro composiciones poéticas incluidas por su
maestro, el humanista Juan de López de Hoyos, rector del Estudio de la Villa, en la Relación oficial que se
publica con motivo de la muerte de la reina Isabel de Valois. En ella el editor le llama «caro y amado discípulo»,
sin que esta breve mención nos permita apreciar el grado de estudios alcanzado por un muchacho que no llegó a
matricularse en ninguna Universidad, recibiendo, en el siglo XVIII, el calificativo, a todas luces inexacto, de
«ingenio lego».
Lepanto
El mismo año en que esta relación sale de las prensas, Cervantes se va a Roma: partida repentina, ocasionada tal
vez, si hemos de dar fe a una provisión real encontrada en el siglo XIX en el Archivo de Simancas, por un duelo
en el que resultó herido Antonio de Sigura, un maestro de obras que pasaría más tarde a ocupar el cargo de
intendente de las construcciones reales. A juzgar por el contenido del documento, el culpable -un tal Miguel de
Cervantes, estudiante- había huido a Sevilla y era condenado en rebeldía a que le cortaran públicamente la mano
derecha y a ser desterrado del reino por diez años. Fuese o no autor de dicha herida, Miguel, quizá recomendado
por uno de sus parientes lejanos, el cardenal Gaspar de Cervantes y Gaete, pasa unos meses en Roma, al servicio
del joven cardenal Acquaviva, como se infiere de sus posteriores confidencias a Ascanio Colonna, en la
dedicatoria a La Galatea.
Juntando a esto el efecto de reverencia que hacían en mi ánimo las cosas que, como en profecía, oí muchas veces
decir de V. S. Ilustrísima al cardenal de Aquaviva, siendo yo su camarero en Roma [...].
Pero pronto abraza la carrera de las armas, en una fecha incierta, aunque parece situarse en el verano de 1571,
alistándose en la compañía de Diego de Urbina, en la que ya militaba su hermano Rodrigo. Esta determinación,
tomada en el momento en que la Armada de la Santa Liga, a las órdenes de don Juan de Austria, va a hacer frente
IES Adaja I Departamento de Dibujo I Proyecto Marte II I 2005 I Prof. A. Tindón 2
a la amenaza turca, acrecentada por la conquista de Chipre, le lleva a embarcarse en la galera Marquesa, llegando
a combatir -«muy valientemente», al decir de sus compañeros- en la batalla de Lepanto. En esta circunstancia, a
pesar de padecer calentura, se niega a «meterse so cubierta», ya que «más quería morir peleando por Dios e por
su rey»; y, en el puesto de combate que se le asigna -el lugar del esquife-, situado en la popa del navío y
particularmente peligroso, recibe dos disparos de arcabuz en el pecho, en tanto que un tercero le hace perder el
uso de la mano izquierda; de ahí el sobrenombre que le daría la posteridad: «El manco de Lepanto». Él mismo
evocaría, orgulloso contra Avellaneda, el suceso en el prólogo al Quijote de 1615:
Lo que no he podido dejar de sentir
...