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Colombia Amarga


Enviado por   •  14 de Agosto de 2014  •  2.247 Palabras (9 Páginas)  •  1.018 Visitas

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Colombia amarga

Introducción

Colombia o La tierra del espíritu santo, donde todo ha pasado y puede pasar, es conformada por 1,141.748 kilómetros cuadrados de la más envidiable naturaleza, convirtiéndola en el cuarto país más grande de América del Sur. Gente aparentemente amable, y feliz a pesar de las tragedias, recorren día a día sus ciudades y pueblos; sus selvas es una mirada a la más bella y variada fauna y flora que todo país quisiera obtener. Sin embargo tanta dicha no puede ser cierta, a pesar de las riquezas de Colombia, este país a lo largo de la historia ha sido protagonista de hechos violentos que desde el momento de la lucha independentista ha marcado su historia. Desde allí, las muertes, la corrupción, la pobreza y las más inexplicables diferencias han hecho de Colombia una tierra que ha sido siempre bañada por sangre.

En el libro “Colombia amarga” una recopilación de las crónicas escritas por Germán Castro Caicedo, periodista cundinamarquense, narra ese sabor amargo de lo que desde hace muchos años se vive en Colombia.

En este ensayo se reflejará que nuestra “tierrita” no ha sido nunca tan nuestra, y que desde los años 70 hasta hoy Colombia sigue prácticamente en las mismas, donde la violencia, la destrucción al ambiente, el abandono, el profundo desprecio por la vida, problemáticas de delincuencia en las ciudades y la corrupción estatal todavía hacen parte de la actualidad colombiana disfrazada con verdes paisajes y su clima tropical, pero donde su cielo clama por un cambio.

1. Génesis de violencia

Desde sus inicios Colombia ha sido escenario de sangrientos actos violentos y que como una epidemia han transitado por sus tierras a lo largo de la historia y que han prevalecido irrisoriamente hasta hoy. Esta violencia ha tomado protagonismo a través de disputas políticas, del dominio descarado de las tierras campesinas, de un odio indiscriminado hacía los indígenas, del afán de las multinacionales por expandir su campo de acción y explotar todo recurso vital, del narcotráfico, del hampa en las calles, de la corrupción administrativa, del abandono estatal y el olvido de regiones recónditas.

Si vamos a revisar hoy a Colombia nada de esto ha cambiado, y por el contrario las diferencias políticas crecen, los politiqueros trabajan para ellos mismos, olvidándose de que la nación son más de 45 millones de personas arrojando esto como consecuencia mayores brechas entre ricos y pobres.

Es triste saber que en nuestra nación desde el principio de su historia el drama del engaño, la violencia y el abandono siguen presentes como una plaga que nadie ha podido extinguir, pues el hecho de generar matanzas absurdas para sostener una hegemonía conservadora o liberal pone al descubierto que las ideologías mal estructuradas de los colombianos han llevado a acciones políticas fuera de toda lógica.

“La matanza de la Rubiera” es otro hecho que enmarca la crudeza con que la violencia ha impregnado en la conciencia colombiana. Seis campesinos de Arauca, cerca de la frontera venezolana, alimentados por un odio ancestral, históricamente irracional, proveniente de los primeros días de la conquista española, fueron capaces de matar a 18 indígenas en el verano de 1967. En el imaginario del mestizo se encuentra arraigada la idea de que el indígena es un ser malvado por naturaleza y posee intenciones perversas para quienes no son como ellos.

Nuestro pasado oscuro hace entender un poco lo que hoy sigue viviendo Colombia, una guerra absurda donde quizás gente sufre las consecuencias del conflicto sin tan siquiera hacer parte de él, a diario nos toca presenciar, cómo alguien acaba con la vida de otro jugando a ser un Dios que cree tener el derecho de apagar una existencia y que sin un poco de respeto por los demás, llevan en sus mentes pensamientos sin el más mínimo remordimiento cegados por cualquier suma de dinero que jamás compraría la vida de alguien.

La historia se sigue contando, y nosotros somos parte de ella, aunque nos duela nos toca reconocerla, saber que estamos en un país donde muchos ha derramado su sangre injustamente y que sus tierras están alimentados de recuerdos que para nuestro desagrado son tristes y vergonzosos.

Antes con sables, cañones, algunas pistolas, pólvora y hasta machete; hoy la realidad no es muy distinta, pues la guerra persiste y la carrera armamentista muestra que esto va para largo.

2. Ni la naturaleza se salva

Colombia posee maravillosas riquezas naturales que hoy por hoy buscan ser salvadas, los experimentos del hombre han ocasionado que nuestra naturaleza se seque poco a poco.

Es el caso del agente naranja utilizado en tierras del sur del Tolima, en donde la flora y fauna han sido exterminadas, mientras la salud de los habitantes se ve sumamente perjudicada: malformaciones, daños congénitos, abortos y múltiples enfermedades se manifiestan merced a los efectos secundarios que genera el plaguicida. Estados Unidos fabricó el agente naranja para utilizarlo en los campos de Vietnam, en la época de la Guerra Fría. Estudios científicos revelaron que el plaguicida resultaba perjudicial para la salud del ser humano, por lo que su uso fue suspendido. Lo que sobró, Estados Unidos lo regaló a varios países, pues su destrucción resultaba costosa. Entre esos países, Colombia aceptó el regalo, con las nefastas consecuencias que acarreó para la gente de Tolima. “El país del espíritu santo”.

“Colombia amarga” deja entre ver la realidad preocupante de ríos que se secan y paradójicamente valles que se inundan, campos que se pierden y ciudades más contaminadas. Hoy por hoy vemos como las empresas y los medios de comunicación hacen campañas para el cuidado del medio ambiente, pues épocas tan crudas como las fuertes lluvias, donde quedan miles de familias que lo pierden todo, y las temperaturas fuera de lo común hacen que en un intento desesperado los seres humanos tomemos conciencia, transmitiendo un mensaje que quizás sea tarde.

3. Una vida despreciable y la corrupción desmedida

Si algo deja reflexionando el libro “Colombia amarga” es el desprecio por la vida que históricamente han tenido los colombianos, allí se nos narra un claro ejemplo de cómo unos se aprovechan de otros, tal es el caso de los Llanos orientales, donde patrones de haciendas y dueños de enormes cantidades de cabezas de ganado, explotan a pobres vaqueros, quienes cuidan y lidian con vacas y toros, expuestos a las inclemencias de la región, sin garantías para sobrevivir con éxito.

Algo parecido pasa con el fenómeno de “las mulas” donde personas que en medio de su ingenuidad y con la ilusión de salir de la pobreza, son capturadas y apresadas en el exterior. El índice de personas se muestra entre prostitutas, campesinos, habitantes de las comunas de Medellín y madres o padres cabezas de familia. Además cuenta que en su mayoría se vuelven adictos. Un caso específico es de una Barranquillera con el nombre de María de 24 años, quien paga una condena por tráfico y consumo de heroína. Ella como todos los demás anuncia que la culpa de todo es de Colombia, porque la sociedad nos enseña a vivir pobremente y como no debemos. Esto además a dado una degradada imagen de lo que se vive en el país con el narcotráfico donde hasta películas trabajan esto como temática generando en el extranjero un perfil de los colombianos como potencias en el tráfico de estupefacientes.

El abandono a ciertas poblaciones colombianas, se refleja en el páramo de Pisba donde la miseria de sus habitantes hacer ver que el gobierno estatal vive bajo el techo de la corrupción, provocando que no haya educación para muchos y la palabra civilización sea totalmente desconocida. Además en tres pueblos de Ciénaga Magdalena (Trojas de Cataca, Buenavista, Nueva Venecia) se veía como a diario los niños eran obligados a trabajar provocando así drogadicción, delincuencia y violencia juvenil.

¿Ahora cuál es la realidad Colombiana? Niños en las calles, sufriendo de las inclemencias del clima, de la crudeza de las calles citadinas y a la espera de que alguien se pase por su lado para que les den 100 pesos, que tendrán que llevar a sus padres o en el peor de los casos a los expendedores de drogas, pues esta es la única salida que encuentran en el país donde deben sobrevivir de alguna manera.

Hoy muchos políticos hablan de corrupción y que con tal de conseguir un voto juegan con las ilusiones de miles de colombianos que viven en la pobreza, pero jamás por los recuerdos de estos políticos pasa que alguien votó por él, porque le ayudaría a conseguir un empleo o a tener una casa, pues la corrupción deja a los pobres más pobres y a los ricos con cada vez más dinero en sus cuentas bancarias.

Los colombianos estamos marcados por el nulo respeto por la vida, donde una persona que muere es considerado un show que en las mentes amarillitas del los pobladores del país tricolor, muchas veces celebran deteniendo cualquier iniciativa de cambio y que por el contrario la sangre ha sido hasta ahora la protagonista de ese gran escenario al cual muchos entran pero no pueden salir.

4. Aventura en la cuidad

El recorrido por varias de nuestras ciudades colombianas ha sido toda una aventura, pero no por lo divertida, sino por lo arriesgada; pues a diario se deben pasar obstáculos como saqueos, prostitución, atracos, trancones y un sinnúmero de modalidades delincuenciales que se guardan día y noche en las urbes.

Hoy las autoridades ha luchado por brindar una mayor seguridad a los ciudadanos, pero la delincuencia es más fuerte que los intentos por mantener todo en calma; A diario a miles de personas les son robados sus objetos personales mientras esperan el bus, pasan un calle o hablan por teléfono, pues para los delincuentes pareciera que la imaginación no tuviera límites y siempre están inventando nuevas formas de robar.

Esta ha sido la vida en las ciudades colombianas hace unos 30 años aproximadamente; y hoy ¿qué se ve de distinto? Lamentablemente todavía ir a los centros de las capitales colombianas es un riesgo que muchos deben aceptar, sin embargo la falta de colaboración ciudadana hacen más fuertes a los delincuentes, dueños de lo ajeno y distribuidores de drogas, causante en ocasiones de miles de muertes. Lo más preocupante es que aún los niños son los encargados de cometer la mayor cantidad de delitos, y esto me lleva a recordar una frase de un profesor el cual, tras reflexionar acerca de los hechos violentos que manchan la realidad del país dijo con voz débil y preocupante “a este país lo están matando los niños” cosa que corroboré al leer “Colombia amarga”. Esto se puede explicar de alguna manera con la falta de oportunidades que muchos tienen y que la única opción es robar o matar, porque según ellos, de alguna manera tienen que

vivir; sin embargo esto no justifica que otros sufran las consecuencias de un mal desarrollo social y que por culpa de malos dirigentes políticos hoy Colombia siga en las mismas.

Sin embargo las historias de las calles, no del todo se enmarcan en lo malo pues allí se pueden encontrar personas dispuestas al cambio tal y como nos lo relata Germán Castro Caicedo en las crónicas: “El gamín, un ser superior” y “El extraviado” donde se dan dos verdadera superación de un joven de la calle, Roberto Ramírez Triana, quien de primera mano vivió el drama de salir un día de su casa hacía la calle y encontrarse con un mundo totalmente diferente. Por giros de la vida, la calle lo hizo suyo, experimentando ese modo de vida tan difícil. Gracias a la intervención del padre Niccolo, Roberto y muchos otros niños de la calle, pudieron insertarse con éxito a la sociedad. Un relato que hace ver que a pesar de todo el cambio social es posible, puesto que detrás de muchos “gamines” se esconde más que un traje sucio o un aspecto poco agradable, pues muchos a la larga se esconden grandes personas con potenciales que casi que por obligación han sido apartados.

Hoy por hoy el estado colombiano trata de luchar contra estas problemáticas juveniles, pero a pesar de los esfuerzos son muy pocos quienes optan por entrar en razón y prefieren seguir causando el mal al resto de la sociedad, haciendo que estas historias de hace más de 30 años cobren vida a diario por las calles de las poblaciones de Colombia.

5. Existe algún esfuerzo por mejorar

A pesar de las tragedias que han enmarcado a Colombia, no se puede desconocer que son más los buenos que los malos, y que aunque los hechos que enfrían en calor del colombiano, este opta por tratar de sacar una sonrisa. No faltarán los problemas, las masacres y los actos que día a día tratan de oscurecer el cielo del país, pero sé que en muchos, las ideas de cambio y de mejoramiento social persisten sin dejar a un lado la esperanza de que su país tricolor encuentre algún día la paz, y donde los más vulnerables tengan mejores oportunidades.

Lamentablemente hoy no encontramos muchas diferencias con la Colombia que se nos narra Castro Caicedo con la de hoy, más de 30 años después. ¿Será que la Colombia soñada es una utopía y que tal vez los hijos de nuestros hijos seguirán viviendo e inmortalizando las mismas historias que hoy recordamos?

Desigualdad, violencia, ignorancia, irrespeto, corrupción, delincuencia y desprecio por la vida, son los factores que han prevalecido en Colombia y que seguirán quien sabe hasta cuándo. Gotas de sangre se derraman a diario y una lucha por la supervivencia hace de la vida de algunos colombianos una odisea donde el dolor de muchos se convierte en el placer de unos pocos.

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