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Consideracion

gustavokx7927 de Junio de 2014

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Introducción

En primer lugar no se trata de entrar en discusiones y polémicas estériles que desdicen de la inteligencia y sabiduría con que deben ser tratados los temas de por sí difíciles, y que deben ser enfocados teológicamente como corresponde.

No se trata de discusión sino de breve exposición sobre un tema tan debatido y mal traído por muchos, como lo es el de la Sede Vacante.

Se trata entonces de exponer (sin pretensiones) con fundamento y bases teológicas la cuestión de la Sede Vacante; pues el tema debe ser abordado teológicamente, a la luz de la fe como lo requiere la sana doctrina.

Se trata de una consideración teológica, sin pretensiones de hacerla dogmática como desgraciadamente otros pretenden hacer con sus opiniones, sean éstas en pro o en contra de la Sede Vacante.

La Sede Vacante es un problema que debe abordarse sin pasión en el orden teológico, con argumentos teológicos, sin pretender monopolizar el tema descalificando a todo opositor, sin sopesar el valor de su argumentación.

No se puede ser, sedevacantista o anti-sedevacantista a priori, como suele ocurrir desgraciadamente con demasiada frecuencia entre los tradicionalistas. Tampoco hacer del tema un tabú, es decir, un tema prohibido que no se debe tocar como muchos instintivamente también hacen, al igual que el avestruz que esconde la cabeza en la tierra para no ver el peligro.

Los problemas deben afrontarse con sabiduría e inteligencia y para eso está la teología de la Iglesia, su doctrina, sus teólogos, y sus Doctores. La teología está para dar luz sobre los problemas que se presentan. Es función del teólogo y del filósofo iluminar las mentes y encender los corazones en el conocimiento y amor de la verdad. La verdad conocida y amada es la verdad contemplada a la luz de Dios, y a la luz de la fe en el orden sobrenatural. No se debe cerrar los ojos a la luz de la verdad, ni andar entre las tinieblas del error, ni cerrar los ojos privándoles de la luz y claridad que hacen brillar sus pupilas manifestando que hay inteligencia y vida.

Duele ver como ante una cuestión tan difícil, muchos prefieren cerrar los ojos para no ver, o peor aún, el ser obligados a no mirar, para no ver, como a los mulos que se les ponen ojeras para que miren en una sola dirección o directamente vendarles los ojos para que no vean.

La teología de la Iglesia justamente está para evitar esto, por eso se debe recurrir a ella, para fundamentar nuestro querer y nuestro pensar. Debemos tener presente por encima de todo el adagio Agustiniano: «en lo esencial unidad, en lo dudoso libertad y en todo caridad», ante los problemas de difícil solución.

Si el tema del Sedevacantismo ha salido al ruedo es por culpa directa de lo que hoy pasa y está pasando en Roma ante la pérdida irrefrenable de la fe de siempre. Si el Papa cumpliera con su deber de Papa, como sucesor de Pedro en la Sede Romana, la cuestión no se debatiría con tanta impaciencia como vemos hoy. Si el Papa condujera la Iglesia por los caminos de la Verdad y de la doctrina de ayer hoy y siempre, o sea por los caminos de la Tradición infalible de la Iglesia, si el Papa, o los Papas (pues son varios desde Juan XXIII a Juan Pablo II) utilizaran su autoridad para custodiar santamente y exponer fielmente la Revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la fe, y no para enseñar una nueva doctrina como hoy se hace sistemática e incansablemente desde el Concilio Vaticano II (único Concilio ecuménico que no quiso definir, ni dogmatizar) no surgiría el debate sangriento que desgarra a las almas dentro de la Tradición. El Sedevacantismo no sería más que una consideración puramente teórica

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