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El autoconocimiento


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2012  •  Ensayos  •  1.777 Palabras (8 Páginas)  •  401 Visitas

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La primera semilla de la felicidad es el autoconocimiento. El maestro oriental le explica a Ignacio que los niños son como semillas. Tienen un potencial inmenso cuando nacen, como si fueran un árbol de vida capaz de alcanzar las mayores alturas. Pero si los padres golpean la semilla, si maltratan al niño, lo humillan, lo violentan, no lo valoran y no le dan cariño, entonces la semilla no germinará. A lo sumo, si crece, producirá un árbol débil y limitado.

Sin embargo, a diferencia de las semillas, los seres humanos que han sido golpeados de niños sí pueden crecer, desarrollarse y ser felices. Pero para lograrlo necesitan conocerse a sí mismos, tomar conciencia de su pasado y de cómo los afecta en el presente. De allí la importancia del autoconocimiento.

Las sensaciones derivadas de momentos difíciles de nuestra niñez están grabadas en una memoria emocional de la cual no somos conscientes. A esta memoria se le denomina técnicamente "memoria subconsciente" y tiene la particularidad de ser atemporal, es decir, que la recordamos como si fuera ayer.

Los momentos duros y tenebrosos de nuestra niñez se proyectan en emociones destructivas que sabotean nuestras relaciones interpersonales y nuestra autoestima, impidiéndonos muchas veces lograr la felicidad.

La verdad es que proyectamos nuestras memorias subconscientes en la pantalla de las situaciones y personas del presente.

Nuestra mente es como un iceberg. Nuestro consciente es la pequeña parte que está fuera del agua. Pero ese iceberg tiene una inmensa masa de información sumergida que no podemos ver: nuestro subconsciente. Mientras más conciencia y conocimiento uno tome de su subconsciente, más libertad y capacidad se tendrá para ser feliz.

Otro de los sencillos ejemplos del maestro de Ignacio Rodríguez, protagonista de "El secreto de las siete semillas" nos sirve para aclarar aún más lo que ya se venía explicando en la obra: "Cuando te tomas un té usando una de esas bolsitas filtrantes, el agua de tu taza se tiñe gradualmente de un color oscuro. De la misma forma, ante las diferentes situaciones de la vida, si nuestra niñez ha sido difícil, nosotros somos como los sobres de té. Teñimos las situaciones con emociones oscuras guardadas por largo tiempo en nuestra mente, pero por desgracia no somos conscientes de ello".

La mayor parte de la gente se resiste a reconocer la turbiedad de sus emociones porque está tan asustada con esas aguas negras que justamente las bloquean, las retienen y las mantienen. Al aferrarse a ellas, se esclavizan más todavía. Por eso la recomendación del maestro es dejar que salgan las aguas negras de las emociones y luego, recién entonces, podrán brotar las aguas transparentes que hay que canalizar para desarrollar una vida feliz.

La clave del autoconocimiento se parece a la experiencia de pasar de manejar un auto automático, sin pensar y sin tomar conciencia de cada acto, a un auto mecánico, para el que se necesita estar consciente de cada cambio. El hecho de darse cuenta de los propios errores y limitaciones es ya un gran avance.

Cuando uno está vendado y tiene que caminar por un sendero donde hay varios fuegos, puede esquivarlos al detectar su calor. Lo mismo en la vida real. Si uno tiene fuegos emocionales que lo llevan a actuar agresivamente, por lo menos debe percibir su calor e intentar controlarse. A medida que se tome más conciencia de las propias conductas, se tendrá una mayor capacidad de mejorar y transformar la propia existencia.

Primera semilla

La segunda semilla de la felicidad nos ayuda a encontrar la paz interior y ponernos en contacto con nuestra energía interior: se trata de la meditación. Es sabido que dentro de nosotros existe un tesoro inmenso de tranquilidad, de sosiego y calma. Pero ese tesoro está custodiado por unos guardianes que son nuestros pensamientos. La única forma de poder acceder a este tesoro es dándole un descanso a los guardianas. En otras palabras, dejando de pensar.

Gracias a la meditación, el ser humano se pone en contacto periódico con su energía vital y va recuperando entonces sus cualidades innatas. Logra humedecer tanto sus leños mentales que, después de un tiempo de práctica, ya no prenden fuego. Esto quiere decir que por más que uno enfrente problemas y dificultades complicadas, ya no se explota ni se estalla en ira.

Y esto porque las personas somos como focos de luz pintados por fuera de negro. Cuando dejamos de pensar diariamente por unos minutos, descascaramos la pintura poco a poco. Nuestra luz interior empieza a brillar en nuestra vida, nos hace más felices, pero sobre todo nos orienta a seguir iluminando otras vidas.

Los seres humanos somos también como jarrones de plata abandonados: no han sido limpiados en mucho tiempo y están oscurecidos. Todos estamos acostumbrados a verlos oscuros y no sabemos que esa no es su verdadera apariencia. Al dejar de pensar y meditar es como si los limpiáramos un poco cada día. Llega un momento en que la plata empieza a brillar y a iluminar por sí misma. Pero si la dejamos de limpiar, sino practicamos diariamente, se vuelve a ensuciar.

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