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El rotundo éxito de crítica y público


Enviado por   •  30 de Junio de 2015  •  Informes  •  448 Palabras (2 Páginas)  •  100 Visitas

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Surgió así, como punto de arranque de esta nueva etapa realista, la obra titulada Samfundets Støtter (Los pilares de la sociedad, 1877), una severa crítica contra la hipocresía que, centrada en el tema de los fraudes comerciales protagonizados por un negociante sin escrúpulos, constituye también un sincero elogio del individualismo. Pero la gran irrupción del dramaturgo noruego en el panorama teatral universal tuvo lugar dos años después, a raíz del estreno de una de sus obras maestras que pronto habría de hacerle célebre en todo el mundo. Se trata de Et Dukkehjem (Casa de muñecas, 1879), un clamoroso alegato feminista lanzado por Nora, una mujer que decide asumir su propia autonomía cuando comprueba que, para su marido y para toda la sociedad burguesa que rodea a ambos, no es más que una muñeca decorativa.

El rotundo éxito de crítica y público cosechado por el estreno de Casa de muñecas animó a Ibsen a componer otras muchas piezas de idéntico tono realista y, lo que era más sorprendente si se tiene en cuenta su anterior producción, igual de progresistas y renovadoras que la que había puesto sobre las tablas la historia de Nora. Desde su antiguo encasillamiento en el puesto de poeta nacional-conservador, Ibsen dio un salto radical para convertirse en un valiente dramaturgo iconoclasta que cuestionaba en sus obras las convenciones sociales y los valores modales de la burguesía de su tiempo. Brotaron, pues, de su pluma algunos títulos tan relevantes como Gengangere (Espectros, 1881) -que aborda con valentía, tomando como pretexto los temas de la locura hereditaria y el conflicto generacional, la moral sexual de la época- y En Folkefiende (Un enemigo del pueblo, 1882) -un bello alegato en defensa de la libertad de expresión-. La maestría que, a esas alturas de su carrera dramática, había adquirido Ibsen en la impecable construcción de sus obras se hizo patente en todas estas piezas, consideradas (al margen de sus excepcionales valores ideológicos) como modelos universales de estructuras dramáticas técnicamente perfectas. De ahí que el público que aplaudió a rabiar todos estos estrenos de Ibsen mostrara su satisfacción no sólo con los mensajes derivados de unos contenidos de extraordinaria solidez intelectual, sino también con la construcción teatral de unas obras que, en su magnífica adecuación al lenguaje escénico, permitían el lucimiento de actores, directores, auxiliares y cuantas personas intervenían en sus montajes. Por lo demás, el profundo estudio psicológico que llevó a cabo Ibsen a la hora de construir los personajes que protagonizan estas obras de su segunda etapa permitió que las radicales propuestas de algunos de ellos fueran asumidas sin dificultad por un público rendido ante la extraordinaria coherencia con que se exponían sobre el escenario los planteamientos más progresistas.

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