Ensayo De Latierra
eduardoramirez25 de Noviembre de 2012
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Hace cinco mil millones de años, un enorme asteroide chocó contra el joven planeta Tierra. El impacto fue tan tremendo que hizo que todo el planeta se ladeara un ángulo de veintitrés grados y medio. Pero lejos de ser una catástrofe, este accidente cósmico fue crucial para la creación de la vida y el mundo tal y como lo conocemos hoy en día. Sin la inclinación de la Tierra, no tendríamos una variedad tan espectacular de paisajes, ni extremos de frío y calor. No existirían las estaciones y, lo que es más importante, no se darían las condiciones perfectas para la vida.
Cuando el equipo del largometraje Tierra partió para contar la historia de nuestro planeta, tomó al Sol como guía. El viaje comienza cerca del Polo Norte, con 24 horas de oscuridad durante el invierno. El Sol sólo aparece por primera vez sobre el horizonte en marzo.
Aquí es donde encontramos a la primera protagonista del documental: una osa polar que ha pasado el invierno bajo la nieve. Las avanzadas técnicas de rodaje captan el momento en que sus oseznos se aventuran por primera vez bajo la luz del día. Los oseznos sólo quieren jugar pero su madre tiene otras cosas de las que preocuparse. En muy poco tiempo, encontrar alimento será una cuestión de vida o muerte.
Nada más comenzar nuestro recorrido aprendemos que el Sol puede ser tanto una bendición como un castigo. Mientras que su calor es bienvenido, también empieza a fundir el paisaje en el que los osos polares han creado su hogar. Vemos al oso luchar mientras el hielo se funde bajo sus garras.
Abandonando las heladas tierras árticas, viajamos hacia el sur, deteniéndonos para disfrutar de la visión de tres millones de caribúes en Canadá. Los más de tres mil Km. que recorren en busca de pastos frescos suponen la migración terrestre más larga sobre la Tierra. Pero las vastas manadas no viajan solas. Hambrientos lobos las acechan a lo largo de todo el camino. Observamos desde el aire cómo colaboran los lobos para separar a una cría de su madre.
Para llegar hasta los primeros árboles de nuestro planeta debemos desplazarnos todavía más hacia el sur. A 2.000 Km. del Polo Norte, los raquíticos arbustos marcan la “línea arbórea” de nuestro planeta – el punto más septentrional en el que pueden crecer los árboles. Aquí comienza la Taiga – el bosque de coníferas más importante del mundo. Esta solitaria masa arbórea se extiende sin interrupción por el hemisferio norte, con un tercio del número total de árboles existentes sobre la Tierra. En primavera, tras el deshielo, el oxígeno de todo el mundo aumenta gracias a estos árboles. Durante gran parte del año es un paraíso cubierto por la nieve, rara vez contaminado por las huellas. Los animales que viven en ella, como el solitario lince, son auténticos espíritus silvestres.
A 2.400 Km. del Polo Norte hay suficiente luz solar como para sustentar bosques de hoja ancha con campanillas, ruiseñores, zorros y ciervos. En primavera podemos ver como los polluelos de pato mandarín dan sus primeros y valientes saltos desde su nido, en lo alto de las copas de los árboles. Y en invierno, – cuando los árboles de hoja caduca pierden su follaje –, alcanzamos a ver al felino más raro del mundo. Un leopardo de Amur y su cachorro sobreviven a bajísimas temperaturas.
Continuamos nuestro recorrido hacia el ecuador. Aquí el Sol brilla 12 horas todos los días. Cuando llueve bastante, hay vida en abundancia. Las selvas tropicales cubren sólo un tres por ciento de nuestro planeta, pero son el hogar de más de la mitad de toda su flora y fauna. Sólo en Papúa Nueva Guinea existen 42 especies diferentes de aves del paraíso, con una extraordinaria variedad de divertidas exhibiciones para el apareamiento.
No obstante, no todas las zonas del ecuador son igual de acogedoras. En el Kalahari,
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