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omardj2528 de Octubre de 2013
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BIOLOGIA DEL CONOCER
Dr. HUMBERTO MATURANA ROMESIN
Conferencia de apertura de las jornadas del amor en la terapia Barcelona 17 de Noviembre de 2000
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Es fundador y colaborador del Instituto Matríztico de Santiago de Chile. Profesor del Departamento de Biología de la universidad de Chile. Ha creado, desde su estudio de la percepción, el campo de la comprensión ontológica del fenómeno del conocer como fenómeno biológico, que él denomina “Biología del conocer, biología del amor”. Estudió medicina en Chile y Biología en Inglaterra y Estados Unidos, doctorándose en Biología en la universidad de Harvard. Premio nacional de las ciencias de Santiago de Chile de 1994. Actualmente trabaja con Ximena Dávila en el desarrollo de la dinámica de la Matriz biológica de la existencia humana.
Muchas gracias. Me siento muy honrado con esta invitación, y con que me hayan invitado con mi colaboradora Ximena Dávila, con quien mañana vamos a desarrollar un aspecto importante de la temática que nos reúne, sobre el amor en la terapia. Yo me voy a parar pues quiero usar el pizarrón para hacer algunas reflexiones biológicas que nos conecten con este tema.
Yo soy biólogo, y pienso que es biológico todo suceder que implique la realización del vivir de por lo menos un ser vivo. De modo que cuando hablo de biología hago biología, y con ello no estoy necesariamente pretendiendo reducirlo todo a moléculas, o metabolismo. Sino que lo que hago es una invitación a mirar los procesos que tienen lugar en cualquier hacer humano como realización del vivir. Y en esto quiero usar el pizarrón para darle forma visible a lo que voy a decir. Además, lo que quiero decir lo voy a decir lo diré de manera sucinta porque mañana con Ximena lo expandiremos en el taller que vamos a hacer. Ahora sólo quiero evocar en Uds. un cambio de pregunta.
Nosotros pertenecemos a una cultura, a una tradición de pensamiento filosófico en la cual la pregunta fundamental ha sido la pregunta por el ser, la búsqueda de la identidad del ser, la búsqueda de su esencia. En otras palabras, lo que propongo es cambiar la pregunta por el ser por la pregunta el hacer, y preguntar: ¿Cómo hacemos lo que hacemos? O mejor, por dos preguntas relacionadas: ¿Cómo es que conocemos? y ¿cómo es que amamos? En esta última pregunta aparece el amor. ¿Cómo es que amamos? y también, ¿cómo es que podemos no amar? Si cambiamos la pregunta por el ser por la pregunta ¿cómo hacemos lo que hacemos? en el fondo lo que hacemos es preguntarnos por nosotros mismos.
Y esto lo voy a expresar aún de otra manera, con una pregunta, por supuesto, y la pregunta que quiero hacer es por el observador y el observar. ¿Quién es el observador? cualquiera de nosotros, y como somos seres vivos y operamos en la realización del vivir, la pregunta es ¿cómo operamos como observadores en la realización de nuestro vivir? Si dejamos de vivir, no hay pregunta de ninguna clase, no hay reflexión filosófica, no hay reflexión científica, no hay cocinar, no se hacen edificios, no pasa nada. El vivir es esencial para realización de todo lo que hacemos como seres humanos. Y todo lo que hacemos los seres humanos ocurre en la realización del vivir, en la praxis del vivir.
Pero además el vivir nos sucede, no lo hacemos nosotros, nos encontramos viviendo en el momento en que nos preguntamos por el vivir, igual que el burgués gentil hombre de Moliere que se encuentra hablando en prosa cuando reflexiona sobre cómo habla, y descubre que habla en prosa. Nos encontramos ya en el “suceder del vivir” cuando nos preguntamos por el vivir. Al mismo tiempo la experiencia es lo que distinguimos que nos pasa preguntándonos por lo que nos pasa.
Voy a escribir aquí, al dibujar en el pizarrón el diagrama de la ontología del observar, la palabra “experiencia”, siendo la experiencia lo que distinguimos que nos pasa, distinción que hacemos en el lenguaje. Así que voy a anotar aquí todo esto en “lenguajear”. Y como el castellano o el español son maravillosos, y permite transformar un sustantivo en verbo, ahí escribo, lenguajear. Y como la pregunta es ¿cómo hacemos lo que hacemos?, indico la pregunta a ambos lados del diagrama, porque es una igualdad, y porque quiero invitarlos a aceptar la pregunta. Si no aceptamos esta pregunta no pasa absolutamente nada. Si no nos preguntamos cómo hacemos lo que hacemos, no pasa nada, seguimos haciendo lo que hacemos como si tuviésemos la capacidad de hacer lo que hacemos como una propiedad intrínseca. Pero si nos preguntamos ¿cómo hacemos lo que hacemos? abrimos un espacio de reflexión. Y la pregunta, por supuesto, lo que está pidiendo es una explicación por respuesta. ¿Cómo hacemos lo que hacemos? Si aceptamos la pregunta nos comprometemos o a proponer o a escuchar la proposición, ¿de qué? bueno, de una explicación, y ¿qué es lo que queremos escuchar?, la proposición de un proceso tal que si tuviese lugar el resultado sería lo que queremos explicar.
Piensen, cuando Uds. piden una explicación, qué es lo que quieren oír? Cuando se dice a alguien, “Ud. llegó tarde”, lo que esperamos oír es un relato de un suceder tal que si hubiese tenido lugar, el resultado sería el haber llegado tarde. Ese relato se transforma en explicación en el momento en que lo aceptamos, porque si no lo aceptamos no es explicación. Y esto lo aprendemos en nuestra casa, con nuestra mamá, con nuestro papá, con los hermanos, con los profesores, cuando somos pequeños... Un niño de 7 años, una niña de 7 o 6 años, sabe perfectamente bien el tipo de respuesta que tiene que escuchar cuando quiere una explicación. “Mama, ¿cómo es que yo nací?” Hija mía, tu eres preciosa, tienes unos ojitos negros, unos rulitos negros... ”No mama, yo quiero saber cómo nací. Yo sé que soy linda”. Lo que quiere oír de respuesta es un relato de un proceso tal que si tiene lugar el resultado es la experiencia explicada. Si ese relato es aceptado es una explicación. De modo que a lo que uno se compromete si acepta la pregunta ¿cómo hacemos lo que hacemos?, es a proponer como respuesta un relato que muestre como lo que hacemos seria el resultado del proceso indicado por ese relato. Si no aceptamos la pregunta, no pasa nada. Pero si una vez que aceptamos la pregunta, nos preguntamos qué estaríamos aceptando al no aceptar la pregunta, aparece algo muy interesante. Se hace evidente que al no aceptar la pregunta por cómo hacemos lo que hacemos, estamos aceptando implícitamente que tenemos la habilidad intrínseca de hacer referencia a un mundo independiente de nosotros.
Hablamos de las cosas que están ahí, fuera de nosotros: “¡El florero está sobre la mesa¡ decimos. ¿Cómo sabes que el florero está sobre la mesa?, “Lo veo, ¿no ves que está ahí”. Y el que aceptamos que las cosas están ahí con independencia de nosotros se nota en los argumentos que damos al otro: “pero si está ahí, míralo, todo el mundo lo puede ver”, y todo el mundo lo puede ver porque está ahí con independencia de lo que yo digo; yo no soy responsable de lo que esté ahí, pero yo lo puedo decir que está ahí porque veo que está ahí. ¡Ah¡ esa es la actitud cotidiana, es así como vivimos cuando no nos preguntamos como hacemos lo que hacemos. Y para este modo de estar tenemos una expresión cotidiana, esa expresión es objetividad. Somos objetivos. El ser objetivo indica que cuando uno dice que es objetivo está diciendo que lo que él dice se fundamenta externamente. Los fundamentos que van dando validez a lo que yo digo son externos a mí. Cuando a uno le dicen, eres subjetivo, lo que le están diciendo es: los fundamentos de lo que tú dices no son externos a ti, sino que están en ti. Y en esta actitud, por supuesto, desvalorizamos lo subjetivo. Y esto lo voy a indicar en el diagrama con la palabra “objetividad”. La objetividad, en último término, tiene su fundamento en el supuesto de que hay una realidad independiente de uno desde donde se valida lo que uno dice.
Pero, si hemos aceptado la pregunta y queremos una respuesta explicativa, si queremos una explicación por respuesta, lo que hacemos es estudiar cómo hacemos lo que hacemos. Y una de las formas que uno tiene para estudiar como pasa algo es interfiriendo con aquello, y la primera forma de interferir con el hacer de un ser humano es con un golpe en la cabeza; paf, me cae un meteorito, se acaba la conferencia. Es decir, el vivir es necesario para hacer lo que se hace como ser humano.
Por lo tanto para entender como hacemos lo que hacemos, tenemos que entender el vivir y que hacemos en el vivir en el acto de conocer, y que pasa que nos equivocamos. ¿Cómo nos equivocamos? Si miramos el vivir nos encontramos con dos situaciones cotidianas para las cuales tenemos dos palabras maravillosas en castellano, que son “ilusión” y “percepción”. Cuando hablamos de percepción hablamos como si aquello que decimos que vemos, que distinguimos, fuese independiente de nosotros; pero cuando hablamos de haber tenido una ilusión, lo que estamos diciendo es que tuvimos una después comparándola con otra experiencia nos dimos cuenta de que no era válida. Piensen en las situaciones corrientes de ilusión. Uno ve la experiencia que vivimos en el momento de vivirla como una percepción, pero que por la calle, se encuentra con un amigo, y saluda diciendo “Hola Juan,... hola... “Y un momento después nos disculpamos. “Disculpe, me equivoqué. Fue una ilusión”. Pero mientras uno está saludando a Juan, está saludando a Juan, vive el encuentro con Juan. En Santiago, años atrás, yo iba por una acera, y al otro lado de la calle por la otra acera pasa alguien y me grita: “Hola Pérez, cómo
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