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Juan Eudes


Enviado por   •  29 de Agosto de 2013  •  1.717 Palabras (7 Páginas)  •  205 Visitas

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Juan Eudes nació en Ri (Francia), el 14 de noviembre de 1601.

Hijo de una pareja de buenos normandos y fervorosos cristianos, recibió desde pequeño la formación que un hogar de esos quilates podía dar entonces. Una niñez harto normal, una etapa de estudios bastante completa en el colegio de los Jesuítas, y un proceso de discernimiento espiritual que lo llevará a optar por el sacerdocio en la recién fundada Congregación del Oratorio, del Card. de Bérulle. A partir de allí se inició una fecunda y exigente vida de misionero que lo llevará por muchos caminos de Francia, lo pondrá en contcto con la dolorosa realidad de un país cristiano en crisis de fe y le permitirá convertirse en misionero y profeta de la misericordia.

Juan Eudes, discípulo tanto de Bérulle como de Francisco de Sales, abreva su espíritu en ambas corrientes teológicas, y de ambas alimentó la coherente espiritualidad que dará sentido a su vida entera y nutrirá su vena de escritor popular. De ese doble hontanar se alimentó el riachuelo que ya comenzaba a notarse en el joven sacerdote oratoriano, y que pronto se convertirá en un poderoso torrente espiritual. Ambas corrientes fundarán y estimularán su espíritu misionero.

El P. Eudes parte de un principio unificador: el cuidado y ocupación principal de todo bautizado consiste en formar y establecer (a Jesús) dentro de nosotros, en hacer que allí viva y reine. Porque ser cristiano y ser santo es una misma cosa. Pero sitúa siempre, así sea de modo latente, este leitmotif espiritual sobre el telón de fondo de una misericordia comprometida y eficaz. Encontramos aquí una coherencia radical entre vida concreta y doctrina espiritual, un engranaje perfecto entre la propia experiencia existencial, el apostolado misionero, las fundaciones, la doctrina de la misericordia y la espiritualidad del Corazón de Jesús y María.

Por eso, no es exagerado afirmar que el eje de todo su proyecto espiritual fue el concepto de misericordia. Aunque se explicitó de forma relativamente tardía en sus escritos, podemos decir que marcó su vida entera. Desde los inicios de su ministerio Juan Eudes siente, recibe y cumple -afectiva pero real y comprometidamente- esta misericordia en su propia vida y en la de los demás; y ella le da unidad a su acción apostólica, lo empuja constantemente a ir más allá de la mera sensibilidad ante la desgracia y lo impulsa a promover determinadas acciones misioneras y fundaciones religiosas.

Evangelizado y evangelizador

Había aprendido a reconocer en todas partes la presencia de Dios, incluso en la experiencia concreta y en todos los acontecimientos. No se hablaba entonces de signos de los tiempos, pero Juan Eudes los entendía y vivía plenamente. Uno de esos signos fue sin duda para el aquella peste de Súez, en 1627. Entonces, el joven sacerdote, que apenas acababa de superar una larga y dolorosa enfermedad que prácticamente lo había inutilizado, decidió ir en auxilio de quienes más lo necesitaban -los apestados, abandonados de todo recurso espiritual- para llevarles los sacramentos, signos de la misericordia de Dios. Fue éste su primer encuentro con los pobres, los pequeños, los abandonados. Tres años más tarde, en Caen, se repetirá tan difícil experiencia. Serán entonces más fuertes la caridad y el compromiso para con los hermanos sufrientes que las razones de quienes intentaban disuadirlo de lo que parecía una peligrosa chifladura.

Estas primeras actividades que realizó como sacerdote y como misionero eran gestos que hablaban de la misericordia y hacían la misericordia. Gestos significativos que eran ya misión, una predicación silenciosa de aquellas que alababa Pablo VI en la EN8. Gestos que lo marcaron y lo pusieron para siempre en el camino que baja de Jerusalén a Jericó. En adelante su presencia misionera al lado de cualquier Jesús que sufre ir llenando de realismo su espiritualidad y su ministerio.

Todos sus compromisos apostólicos tendrán que ver con esa profunda experiencia. El abismo de mis miserias llama al abismo de sus misericordias, exclama en su personal Magníficat. Habiendo experimentado, él mismo, la misericordia de Dios en su propia vida, quiso agradecerla dedicándose a predicarla y transmitirla. Los caminos misioneros de Francia conservan aun el recuerdo de sus pasos. De ese fervor evangelizador y de esa pasión por el Reino surgiría aquel otro elemento clave de su espiritualidad que fue la devoción al Corazón de Cristo, unido indisolublemente al Corazón de María. Y es que, como ha escrito alguien, Juan Eudes fue un hombre de corazón y un hombre del Corazón: en esto consiste su máximo aporte al cristocentrismo de la escuela beruliana.

El camino de la misericordia

Porque la historia no se quedá en la anécdota. En un momento crítico de su propia vida y de la historia, Juan Eudes sabría apostar definitivamente por el camino de la misericordia; y al hacerlo así, apostaría por la santidad verdadera. Puede decirse que la misericordia lo hizo misionero y lo motivó a entregar su vida entera a un empeño que constituyó como la espina dorsal de su ministerio: desde 1627 a 1680, año de su muerte, jamás supo lo que fue el descanso. Juan Eudes sería, ante todo y por encima de todo, un sacerdote misionero,

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