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Los Silencios


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2013  •  1.986 Palabras (8 Páginas)  •  223 Visitas

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Los Silencios Y Las Voces En America Latina

Por Andrés Bloch- Francisco Favieri San Juan, JUNIO / 2008

Introducción.

Entre los años 1968 y 1974 se desarrollaron en la Facultad de Filosofía y Letras, las que se llamaron "Cátedras Nacionales" que significaron un intento por repensar el país bajo una óptica propia contrariando la tendencia a aceptar sin crítica alguna, las ideologías importadas.

Alcira Argumedo formó parte de ese proyecto, y en este libro retoma esas reflexiones. Esta obra constituye uno de los intentos más serios para sentar las bases, para encarar el desarrollo, de un pensamiento crítico latinoamericano que tenga como base de sustentación nuestra cultura, con una mirada “dura” sobre la historia y el presente.

Uno de los primeros pasos para el desarrollo de un pensamiento creativo y propio, es la de establecer una especie de "Teoría de la Relatividad" en las Ciencias Sociales donde quede claro que cualquier pensamiento o ideología está afectada por el observador y el lugar del mundo desde donde efectúa su reflexión. Se trata de pensar desde un lugar distinto, y marcar la persistencia de determinados valores y aspiraciones, que conforman el original y multifacético bagaje de las concepciones populares, cuyo objetivo es reivindicar el valor teórico-conceptual de las vertientes de corte nacional y popular latinoamericanas, su autonomía frente a las principales corrientes en las ciencias y su cristalización en la llamada “Matriz Latinoamericana” rescatando la voz de los sin voz, la historia degradada de los pueblos oprimidos, la otra cara de la historia, los silencios que no quieren ser escuchados, la visión de los vencidos.

Aquí lo que se plantea no es una teoría autárquica, que se cierre en si misma, sino que integre lo demás. Un nosotros resistente, homogéneo, multicultural, que tiene un hilo de continuidad histórica.

Cáp. I

La cuestión del nosotros latinoamericano.

El nosotros latinoamericano se nutre de la identidad. Según Martiza Montero la identidad es un conjunto de significaciones, atribuciones y representaciones, relativamente estables a través del tiempo, referente a los integrantes de un grupo social, construida históricamente, reelaboradas y compartidas cada día en la vida común que permite a los miembros de ese grupo reconocerse como relacionados los unos a los otros. Se trata de una síntesis construida a partir de una base objetiva que surge de condiciones de vida sobre la cual se elabora un conocimiento interpretativo de esa realidad, que ayuda a auto reconocernos y heteroreconocernos; por lo tanto desde aquí se define un “nosotros”. Sin embargo, su sustento proviene de un acervo cultural determinado, ya que la cultura es un sistema de valores, creencias, que tiene la capacidad de ser funcional y de servir como norma, además de ser dinámica como también selectiva, pero sobre todo es algo que se aprende.

Aunque las definiciones de Identidad y Cultura, resultan inmunes para definir la complejidad del caso latinoamericano, se las puede utilizar como marco de construcción abstractiva de su heterogénea realidad. Por cuanto se pueden destacar distintos factores que hacen a la diversidad latinoamericana.

Situándonos en el tiempo, parece que nuestra historia como pueblos comienza con la llegada de las hordas europeas a nuestros territorios, a partir de esto se genera en la región profundas transformaciones desde lo cultural hasta lo económico.

Un factor importante a destacar es la diversidad étnica y cultural, donde se pueden nombrar a los pueblos originarios, a los negros, los europeos y ya a fines del Siglo XIX los inmigrantes (principalmente europeos), sin desmerecer a los “Coolíes” chinos, coreanos, turcos y demás contingentes poblacionales que nutrieron las inhumanas explotaciones de los “señores” conquistadores y posteriormente de las oligarquías nativas, en la “inserción” de nuestra América latina a la Modernidad Europea.

Basta destacar que la diversidad regional jugó también un papel importante en la configuración del “nosotros” latinoamericano, no tan solo por las poblaciones originarias que se encontraban en distintas regiones, sino también por aquellos contingentes poblacionales que fueron desplazados de sus tierras para utilizarlos en distintas explotaciones (encomendados), o aquellos traídos desde África con el mismo fin. Cada región empieza a diferenciarse por sus recursos naturales, donde estas quedan especialmente definidas según el tipo de “explotación” y colonización diseñada por los conquistadores.

En los años posteriores del “descubrimiento” una vez establecidas las hordas conquistadoras en nuestra región, empieza a evidenciarse un nítido contraste rural/urbano que con el pasar de los años crecerá aún más. La relación centralista de las ciudades (centro de poder imperial) donde se situaban las instituciones de poder, con el paisaje rural mostraba una relación de crecimiento concéntrica (desde ciudad hasta el campo) constante que aún hoy se mantiene.

Como si esto fuera poco, la heterogeneidad latinoamericana se intensifica con la estratificación de clases, signadas por la desigualdad económica y jurídica.

Aquí, haciendo una visión general y bastante sintética de los principales factores que hacen a nuestra América latina, surge la pregunta de ¿Qué tipo de identidad poseemos? Surge entonces, la idea que si bien la identidad se construye entre las relaciones Inter.-subjetivas situados en un tiempo, historia y espacio determinados, existen las palabras de arraigo, tradición que logran definir un orden y reconocimiento específicos, que se encuentran en la diversidad. Sin más consideramos que la identidad latinoamericana es un modo de ser, diverso y ramificado que se construye día a día y que nos une una misma historia y quizá un mismo destino.

¿Desde que nosotros pensar la modernidad?

El reconocimiento de la heterogeneidad cultural de los sectores populares de América Latina, surge como problemática de las ciencias sociales.

En la constitución de la historia universal a partir del siglo XVI, el ingreso de las sociedades americanas a la modernidad, iba a producir un mapa socio-cultural de características desgarrantes. Al mestizaje y la interpenetración se le sumarían en el siglo XIX, nuevas masas de población migrante europeos y diversos grupos raciales expulsados por la Revolución Industrial o conflictos políticos y religiosos.

En este proceso denso y complejo se van conformando

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