Mercurial Eclesiastico

Juan Montalvo publicó Los Siete Tratados en Besanzón, Francia, a mediados de 1883. Los consideraba su obra fundamental. El éxito del libro fue fulminante en círculos y cenáculos académicos de Francia, Italia, Inglaterra, España, y algo más tarde en los de Centro y Sudamérica. Montalvo andaba muy ufano de la obra pero temía la reacción del arzobispo de Quito, Ignacio Ordóñez (Cartas de Montalvo a su sobrino). El 19 de febrero de 1884 firmaba el arzobispo su cuarta carta pastoral dirigida al clero y a los fieles de la arquidiócesis. La pastoral desarrolla el tema de que el misterio de la iniquidad se ha manifestado en esos tiempos, lamenta la pérdida de la fe, cuyo origen es "la deplorable costumbre de entregarse a toda clase de lecturas perniciosas…". Y enfila sus dardos contra Los Siete Tratados, que contienen proposiciones heréticas, dañan la honestidad de las costumbres, y hieren la caridad fraterna.

Montalvo montó en cólera y escribió, según sus propias palabras, "un libro muy bonito", Mercurial Eclesiástica o El libro de las verdades. Aquí, "mercurial" es un nombre derivado de mercurio, metal con que entonces se curaba la sífilis.

La noche de la víspera de la votación de la Ley Mordaza, soñé que el arzobispo Ordóñez me integraba a un Comité pro Excomunión de Montalvo para examinar el florilegio de insultos en Mercurial a fin de que el comité recomiende si había que excomulgar o no a don Juan. El comité estaba integrado por el sacerdote Federico González Suárez, secretario de Ordóñez; el padre Julio Matovelle, fundador de los padres oblatos, y yo, como representante de los hijos pródigos de Ecuador vueltos a la casa paterna. Cada uno se encargó de examinar 30 insultos, de los 90 y más contenidos en esa obra de Montalvo.

A mí me tocaron los siguientes: "Desventurado, clérigo semibárbaro, ignorante, vicioso, impío, temerario, escapado de los tribunales merced a su castidad, obispo corrompido, cabrón de Mendés, precipitado, furioso, violento, miserable, traficante de iniquidad y perdición, engañador del pueblo; palo, puñal, armas de fuego, sangre: he ahí la palabra del santo obispo; malvado, inquisidor de Felipe II, grosero y brutal, negro mal criado, mentiroso, Caín, brutal, cabo Ordóñez, cara de avestruz, clérigo flaco, galgo temible, zoquete…".

Matovelle recomendó la excomunión, Federico rió ácidamente y dijo "No vale la pena", yo propuse que se lo excomulgara siempre y cuando se hiciera llegar a las manos del presidente Rafael Correa un ejemplar lujosamente empastado de Mercurial Eclesiástica para que el señor presidente renovara su repertorio de insultos en las castizas fuentes del irascible Montalvo. Al despertarme, me enteré por un boletín oficial que Rafael Correa había recibido de ultramar un ejemplar de Las Catilinarias

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