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Retenida En La Adversidad


Enviado por   •  5 de Febrero de 2014  •  1.018 Palabras (5 Páginas)  •  409 Visitas

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RETENIDA EN LA ADVERSIDAD.

Pocas veces me he sentido sin palabras para animar o tener un gesto que ayude a mis pacientes a tomar o valor para continuar en la lucha, pero mi experiencia con Martha cambió mi forma de pensar y de brindar cuidado. Cuando Martha ingresó a mi servicio, en el hospital rural, lo más importante en el tratamiento inicial era estabilizarla, hidratarla, darle comodidad, aliviar el dolor y cubrirla, pues manifestó sentir mucho frío. Martha era una mujer de 49 años, aproximadamente, procedentes de una zona de conflicto de violencia: pesaba más o menos 68 Kg, era una madre de 2 hijos de 18 y 21 años. Se notaba asustada y muy cansada: había ingresado por presentar quemaduras en el 65% de su cuerpo por alcohol, aparentemente autoinflingidas, aunque ella manifestaba haber sufrido un accidente en el baño de su casa. Las características de sus quemaduras eran muy típicas de las personas que practican “rezos y baños” (no sé con qué objetivos, pero esa práctica es común en nuestro país y en su sitio de procedencia).

Como enfermera a cargo de su cuidado, me ocupe de darle la bienvenida, hacerle la admisión y disipar algunas dudas con palabras de ánimo, para que su estancia en el hospital se iniciara con mucho valor y deseos de salir adelante.

Noté que muy a mi pesar de mis esfuerzos y de los de mi equipo de trabajo, pasaban los días y las condiciones de Martha empeoraban. No se movía, no comía, y se veía muy trise; sus ojos perdían expresión. Cada vez que llegaba al turno la saludaba y ella respondía muy cálidamente, pero los datos sobre su condición me preocupaba. Hablábamos de lo que le había pasado en el día, de por qué no comía, siempre le daba indicaciones de la importancia de se moviera, comiera, de que intentara tener una actitud positiva, a pesar de estar lejos de su familia. Se sentía sola pues sus hijos estaban lejos y dependían económicamente de ella. Yo intentaba reconfortarla mientras realizábamos los cambios de posición o las curaciones, estrechaba su mano para que sintiera que si necesitaba de mí, yo estaría ahí para protegerla.

Conforme pasaban los días su condición empeoraba, ya que se habían afectado sus pulmones y mi preocupación aumentaba. Me sentía frustrada porque a pesar de los tratos que acordábamos en las noches, cuando teníamos momentos para hablar de su condición, los informes que me entregaban el turno siguiente no correspondían con lo acordado.

Cuando conversábamos de nuevo, Martha decía: “estoy cansada y para qué mi niña, esta vida es muy dura” a lo que yo respondía con palabras de ánimo. En cierta ocasión me quedé mirándola y le pregunté porque no se ayudaba, recordándole que nosotros hacíamos el máximo de nuestro esfuerzo para lograr que se mejorara, a lo cual contestó: “ya no tengo fuerza, no quiero sufrir más”. En ese momento me acerqué, tomé su mano y le dije que si quería

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