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Sor Juana Inés de la Cruz.


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2016  •  Apuntes  •  1.578 Palabras (7 Páginas)  •  594 Visitas

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Tema 2: Sor Juana Inés de la Cruz

La única figura de la lírica barroca americana que no empalidece puesta junto a Góngora, es la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, y puede decirse que esta lo supera por la variedad de géneros que cultivo: poesía, villancicos, teatro, etc. Esa, una mujer de pensamientos (llamarla sabio no es exagerado), un espíritu brillante y encantador, una personalidad transparente y enigmática. Por todo esto, es hoy una figura culminante del Barroco hispanoamericano.

Al final de su vida y posteriormente, alcanzo una fama considerable, pero, a mitad del siglo XVIII, su figura sufrió un fuerte eclipse que se acentuó en el siglo XIX. A partir del siglo XX, hay una recuperación de la estética barroca, y por tanto, de Sor Juana.

Se la considera iniciadora de la tradición literaria e intelectual mexicana (Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz, o Las trampas de a fe, Mexico, FCE, 1982). También una “adelantada” del feminismo, sobre todo por ser una intelectual que reclama el derecho de la mujer al conocimiento.

  1. Biografía

Podemos reconstruir algunos hechos esenciales de su vida gracias a dos fuentes: su famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691) y a su primera biografía, escrita por el jesuita Diego Calleja para el tercer tomo de sus obras Fama y obras póstumas (Madrid, 1700)

Sor Juana nació como Juana Ramírez de Asbaje, en San Miguel de Neplante Mexico (¿1648?-¿1651?), hija natural de un español, Pedro de Asbaje y Vargas, y una criolla, Isabel Ramírez de Santillana.

En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, refiere detalles de su infancia marcada por el deseo de saber. Un instrumento importante en su formación autodidactica fue la biblioteca de su abuelo. A los 8 años, ya componía versos y un poco después, cuando vivía en la capital, donde paso un par de años, aprendió gramática y latín.

Su vida posterior, se divide en dos periodos: sus años en la corte virreinal (1664-1667) y su vida conventual.

Juana había ganado fama por su precocidad, cultura y encanto personal, por lo que era ideal para la corte, siendo virreyes los Marqueses de Mancera, que la adoptan como dama de la virreina. Los testimonios escritos sobre su amistad con la marquesa son bien conocidos, pero sigue discutiéndose exactamente qué tipo de amor revelan; platónico, Galanteos de Palacio, admiración intelectual, verdadera pasión amorosa…

La Marquesa de Mancera será la primera de las relaciones femeninas que marcan la vida de Sor Juana, las otras son la condesa de Paredes y la condesa de Galve.

Buena parte de lo que escribió en esta época era por encargo o ara satisfacer las obligaciones de la corte y el clero. Era requerida en varias ocasiones para versificar y fue examinada por un tribunal de sabios, al cual asombro con sus conocimientos. Pese a lo bien que fue acogida en palacio, decidió abandonar la cote para ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas en 1667. Quizá pensó que el convento podía ser un ambiente más apropiado para el estudio y el eje ricio de su arte y renuncio a la opción matrimonial por verla como un impedimento a sus propósitos. Así pes, entrar al convento no suponía satisfacer una vocación religiosa, sino intelectual. Esto parece quedar probado por su fracasada experiencia en el convento carmelita, el cual abandono tras tres meses.

En 1669, ingreso en el convento de San Jerónimo y adopto el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz, habiendo cumplido ya los 17 años y por el resto de su vida. Aprecio el acceso al mundo intelectual que su celda le abría y las visitas y diálogos con hombres ilustres como Sigüenza y Góngora o Manuel Fernández de Santa Cruz, que llego a ser obispo de Puebla. Tampoco cesaron sus contactos con la corte sobre todo con la Marquesa de la Laguna (Fili, Lisi, o Lisida en los poemas) quien gestiono la primera publicación de la poesía de la autora: Inundación Costalida, publicado en tres tomos, el último de ellos, póstumo. En toda  América y España fue famosa como la “Décima musa” y celebrada e imitada por muchos. Sus últimos años son particularmente intensos; el drama de una mujer sola luchando contra los prejuicios de una sociedad que veía el gesto de independencia de una religiosa como algo inaceptable. Esto provoco gestos contradictorios de Sor Juana: por un lado, se autojustifica, defiende y ataca en la ya citada Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, nombre que en realidad se refería a Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de la Puebla. Tras la muerte del Marques de la Laguna en España, llega al segundo tomo de Obras, que incluye su Carta alternagorica (Puebla, 1690), critica tardía al sermón de un prominente jesuita portugués; por otro lado, atrapada  por el celo y las amenazas de sus enemigos, cede: regresa con Núñez de Miranda, se deshace de sus libros en un acto simbólico de sumisión, hace penitencia y ratifica sus votos religiosos. Además, firma Protesta que, rubricada con su sangre, hizo de su fe y amor a Dios la madre Juana Inés de la Cruz al tiempo de abandonar sus estudios humanos para proseguir, desembarazada de este afecto, en camino de perfección. Poco después, debido a una plaga que afecto al convento, murió.

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