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ARMAS Y EXPLOSIONES NUCLEARES


Enviado por   •  9 de Junio de 2022  •  Ensayos  •  14.907 Palabras (60 Páginas)  •  59 Visitas

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Hemos oído decir que el poder destructor de cada bomba nuclear es 1 000 000 de veces mayor que el poder destructivo de un explosivo químico, como serían la dinamita o el TNT. Podríamos, con todo derecho entonces, imaginarnos que una bomba nuclear ha de ser inmensamente voluminosa y pesada. Por ejemplo, cada núcleo de uranio dentro de la bomba lanzada contra Hiroshima emitió una cantidad de energía equivalente a la que un aparato de radio de transistores necesita para funcionar durante una cien millonésima de segundo. La bomba detonada sobre Hiroshima fue unas mil veces más potente, ya que liberó tanta energía como la explosión de 13 mil toneladas de TNT.

La energía que cada núcleo de uranio libera cuando explota una bomba proviene de su rompimiento en núcleos más livianos. Una masa crítica de combustible es la mínima que mantiene la reacción en cadena, y una bomba necesita una masa mayor que la crítica. Se opina que masas de un kilogramo del uranio fisionable serían suficientes para construir una bomba, si se cuenta con un excelente diseño. El material que se usa como elemento fisionable de una bomba debe ser de alta pureza para aumentar la energía liberada y minimizar las pérdidas de neutrones.

Para construir una bomba se necesita enriquecer el combustible hasta valores cercanos a 95%. Ésta es la razón por la cual un reactor nuclear no podría explotar como una bomba. Hacer que una bomba de fisión explote es relativamente simple. La bomba de uranio 235 lanzada sobre la ciudad de Hiroshima fue del tipo «cañón».

Consistía de un mecanismo de disparo, contenido adentro de la bomba, que lanzó una masa contra la otra a una velocidad de algunos kilómetros por segundo. Diseño simplificado de una bomba tipo «cañon», como la que se utilizó en Hiroshima. Cada masa por separado era inferior a la masa crítica y apenas se juntaron, la bomba explotó. En cambio, la bomba lanzada contra Nagasaki usaba plutonio 239 como combustible y el diseño tuvo que ser mucho más elaborado.

Este núcleo emite muchos neutrones con espontaneidad y se corría el riesgo de que la bomba empezara a detonar antes de estar totalmente formada. Para que se produzca la fusión de los núcleos se necesitan temperaturas altísimas y durante la explosión de una bomba H es una bomba de fisión la que produce la temperatura adecuada. Siempre una bomba de fusión contiene una de fisión como detonante. Existe un tipo de bomba termonuclear de poca potencia en que se maximiza la producción de radiación respecto de los otros efectos.

La consecuencia principal de este hecho es que, incluso mucho tiempo después de la explosión, algunos de los materiales que formaban parte de la bomba seguirán emitiendo radiación de modo espontáneo.

EL PRIMER artefacto nuclear utilizado contra una población humana hizo explosión sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Era una de las tres bombas fabricadas por los Estados Unidos mediante un proyecto científico-militar que durante tres años agrupó a gran parte de los físicos más brillantes de la época. La respuesta requiere conocer las circunstancias vividas por estos hombres y mujeres de ciencia durante los años anteriores al proyecto. El presidente Harding lo recibió en la Casa Blanca y le confesó no comprender sus teorías, pero sí todo lo que su persona significaba para los votantes judíos... El público se interesaba por la ciencia, y en particular por lo que ocurría en los laboratorios de física nuclear.

Ernest Lawrence, constructor del primer ciclotrón en Berkeley, California, era la personificación de la física nuclear en los Estados Unidos. Anunciaba públicamente sus planes para construir grandes aceleradores, aparecía en la portada del Time, y su experimento en el que se transformó platino en oro por medio de una reacción nuclear fue noticia de primera página. Este hecho, considerado como milagro de la ciencia en esos días, ayudó a afianzar la imagen pública de que la física nuclear era útil, y en general que la investigación en ciencia básica podía resultar beneficiosa para la sociedad. Teniendo este resultado, se preocupó seriamente por la posibilidad de que su descubrimiento fuera conocido también por los físicos alemanes y que Hitler ya hubiese puesto en marcha un plan para producir una bomba.

Pasaron dos años antes de que un proyecto organizado llegase a existir. En Alemania, mientras tanto, el gobierno había organizado en dos ocasiones reuniones de físicos nucleares para discutir el posible uso de la energía nuclear. El «Proyecto Uranio» alemán, destinado a controlar el desarrollo de la investigación nuclear, se centró en el Instituto de Física Kaiser Wilhelm en Berlín, bajo la dirección de W. Según declaraciones posteriores de éste, su aceptación del cargo se debió a su interés por impedir que un arma nuclear cayera en las manos de un dictador que parecía estar dispuesto a todo. La misión principal de los científicos más involucrados fue desviar la atención del gobierno de la posibilidad de construir una bomba y, en cambio, orientar el trabajo hacia la utilización de la energía nuclear en procesos industriales.

Noticias de las acciones del Proyecto se filtraban a los Estados Unidos y fueron malinterpretadas como indicios de un proyecto bélico alemán. Roosevelt acordaron concentrar en el territorio estadounidense los equipos científicos de ambos países que ya trabajaban en la bomba. La dirección general del llamado Proyecto Manhattan recayó en el Comité Militar Político, compuesto por tres militares, los generales Styer, Groves, y el almirante Purnell, y por dos civiles, V. Cerca de 150 000 personas llegaron a participar en el Proyecto, la mayoría de ellas sin saber cuál era su objetivo. Los científicos que accedieron a entregarse totalmente a la construcción de un arma nuclear lo hicieron convencidos de la necesidad de contar con tal recurso si es que Hitler también lo obtenía.

La existencia de una bomba alemana era una idea siempre presente en sus mentes, hasta el punto de referirse a ella como si fuese una realidad. Desde su creación en 1942, el Proyecto Manhattan fue dirigido por el general Leslie Richard Groves. Muy importante para estos proyectos fue la labor dirigida por Fermi en el Laboratorio Metalúrgico de la Universidad de Chicago, que culminó con la puesta en marcha en diciembre de 1942 del primer reactor nuclear. Inmediatamente después de este logro, el gobierno norteamericano destinó 400 millones de dólares al Proyecto Manhattan.

Gracias a esta cualidad, fue capaz de convencer a cientos de físicos nucleares de que formaran parte del Proyecto, como también logró limar las asperezas que surgían continuamente entre los investigadores y el personal militar que supervisaba el laboratorio. Toda correspondencia y conversación telefónica con el exterior estaba censurada y ni siquiera los parientes más cercanos podían enterarse de qué se trataba el Proyecto. En el otoño de 1943 se formó un servicio de información especial, con la asesoría científica del físico holandés Samuel Goudsmith, que debía llegar a Europa junto con las primeras tropas aliadas e informarse del estado de la investigación nuclear alemana. Goudsmith encontró entre los documentos del Director elementos suficientes como para convencerse de que el temido plan bélico nuclear alemán no existía.

El atraso respecto del desarrollo nuclear en los Estados Unidos era de unos dos años, lo que significaba que Alemania no podría construir la bomba antes del fin de la guerra. Los informes de Goudsmith se filtraron rápidamente a la comunidad científica que trabajaba en el Proyecto Manhattan y, como era de esperarse, causaron gran preocupación entre los investigadores. Ya nada justificaba continuar fabricando la bomba. Estados Unidos continuaba en guerra contra el Japón, pero este país jamás podría haber fabricado un arma nuclear.

Comenzó entonces la movilización de científicos en contra del uso de la bomba. Niels Bohr ya se había preocupado por las consecuencias que tendría una decisión unilateral norteamericana sobre el empleo de armas nucleares, y a comienzos de 1944 había enviado un memorándum a Roosevelt y Churchill buscando un acuerdo entre los Estados Unidos, la Gran Bretaña y la Unión Soviética para controlar un posible aprovechamiento de la energía nuclear. Truman, nunca recibió personalmente a Szilard y así permaneció sin conocer detalles del proyecto del cual no sabía demasiado. Este hombre demostró en la entrevista bastante ignorancia sobre asuntos internacionales, y opinó que sería inútil y contrario a la soberanía nacional el renunciar a un proyecto de millones de dólares en que habían tenido participación más de 150 000 personas.

Stimson, exigió a Truman que reuniera a algunos expertos del Proyecto Manhattan para recibir información y consejo sobre la utilización de los artefactos nucleares. Los científicos opuestos al Proyecto recibieron con gran optimismo la noticia de la reunión, hasta que se enteraron de la composición del grupo. Las sesiones de deliberación del comité contaron con la presencia del general Groves, y su defensa del empleo de la bomba fue fundamental a la hora de redactar las recomendaciones que la comisión hizo al Presidente. La formación de estas comisiones había suscitado reuniones de discusión en los laboratorios del Proyecto.

Un grupo de siete científicos opuestos al uso de la bomba contra Japón, tres físicos, tres químicos y un biólogo de la Universidad de Chicago, entre los que se contaba Szilard, decidieron enviar un memorándum al Ministerio de Guerra con sus opiniones respecto de las consecuencias políticas y sociales de la energía atómica. El desarrollo de la energía nuclear no significa tan sólo un aumento de la fuerza tecnológica y militar de los Estados Unidos, sino que crea también graves problemas políticos y económicos para el porvenir de nuestro país. Si no se crea un control internacional eficaz sobre los explosivos nucleares es seguro que, una vez que hayamos descubierto por primera vez para el mundo entero nuestra posesión de armas nucleares, las demás naciones empezarán una carrera para la obtención del armamento nuclear. Fuimos invitados a dar nuestra opinión sobre si la bomba debía ser empleada o no.

Entonces, fue Compton quien le transmitió el Informe Franck al ex secretario junto con una nota suya en la que expresaba su propia opinión respecto al informe, en el sentido que «si bien demostraba las dificultades que podría provocar el uso de la bomba, no mencionaba, en cambio, la probable salvación de muchas vidas, ni tampoco que si la bomba dejaba de utilizarse en esa guerra el mundo no tendría la advertencia adecuada de lo que podría ocurrir si estallaba otra». Al ensayo asistieron la mayoría de los investigadores de Los Álamos que durante dos o tres años habían colaborado en el proyecto. De inmediato, después del ensayo de Alamogordo que trascendió al público como la explosión accidental de un arsenal cerca de Santa Fe, grupos de científicos pertenecientes al Proyecto Manhattan comenzaron a recolectar firmas para solicitar al Presidente que se abstuviera del uso de la bomba contra Japón. El argumento de mayor peso en favor del uso de la bomba fue la salvación de muchas vidas humanas, que se lograría de inmediato con el fin de la guerra.

El 6 de agosto, un avión bombardero B 29 norteamericano dejó caer sobre el centro de la ciudad de Hiroshima la primera bomba de uranio y tres días después, sobre Nagasaki, el último de los tres artefactos construidos por el Proyecto. Muchos de los participantes en el Proyecto se retiraron de él terminada la guerra, y regresaron a las universidades a continuar con sus proyectos de investigación básica. Tanto unos como otros estuvieron de acuerdo en la necesidad urgente de un sistema internacional de control de la energía nuclear que incluyera de modo particular a la Unión Soviética.

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