Aborto: la protección del derecho a la vida

Defiendo el derecho de ese niño que aun no nace, a existir.

Defiendo el derecho de ese niño a tener una vida miserable.

Defiendo su derecho, irrenunciable, a vivir una vida precaria.

Defiendo su derecho a ser dado en adopción y vivir eternamente la angustia de sospechar que aquellos que se dicen sus padres no lo sean, eso si es que logra hallar una familia que lo acoja. Sino, será un eterno peregrinar en diversas instituciones de la caridad.

Sí, defiendo su derecho. Defiendo su derecho a ser hijos de padres que aún no abandonan la niñez, a lidiar con el hambre y la depresión de sus progenitores, a vivir en familias nucleares y monoparentales que deben cambiar de domicilio como si de una tradición se tratase. Sí, es una vida que me encantaría que tuvieras, por eso defiendo tu derecho a vivirla.

Defiendo tu derecho a heredar los ojos de tu padre. Los mismos que observó tu madre

el día que la forcejearon a tener las relaciones que te engendraron, bajo amenaza de muerte. Los mismos ojos, que, inyectados de ira, hirieron el corazón de la tierna muchacha que aún no olvida el día que la violaron.

Sí, defiendo el derecho a que la madre espere nueve meses para tomar entre sus brazos un cadáver, o lo que es peor, lo lleven directamente al cajón, porque por más malabares que haga la ciencia, jamás podría ser viable como no fuera convertirlo en un vegetal.

Sí, defiendo ese derecho, a una vida llena de enfermedades, a constantes y carísimas atenciones médicas que deberán sufragar sus padres, -no el estado, no la solidaridad, ni mucho menos nosotros que te obligamos a soportar esta vida llena de limitaciones y de taras, que te obligan a endeudarte por cientos de veces por sobre el mejor salario que puedas recibir, para hacer de la vida de ese muchacho una eterna agonía con cargo a sus padres.

Sí, defendamos ese derecho a esa vida que nos es indisponible. Defendamosla a ultranza, sin discutir si lo que hace a la persona es la biología pura, o acaso los procesos psicológicos externos que aun no se inician dentro del vientre materno.

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