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Alcoholismo

chiopb20 de Octubre de 2014

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El alcoholismo

El alcoholismo (o dependencia alcohólica) es uno de los principales motivos de consulta de salud mental, y se caracteriza por un consumo excesivo de alcohol durante un tiempo prolongado, que supone dependencia del mismo.

Se considera un grave perjuicio para la salud, que aumenta el riesgo de muerte como consecuencia de enfermedades en el hígado, cáncer, depresión, accidentes, etc.

Sin embargo, muchos alcohólicos no reconocen su problema y, por tanto, nunca buscan ayuda para resolverlo, mientras que en otros casos la verdadera razón por la que solicitan asistencia (el abuso del alcohol) aparece enmascarada por los efectos del alcoholismo sobre el estado físico y psicológico del paciente, que a esas alturas de la adicción ya resultan evidentes.

El tratamiento del alcoholismo requiere de una intervención multidisciplinar de diversos profesionales que atiendan los aspectos físicos y psíquicos de la dependencia, así como las diversas patologías asociadas.

Consecuencias del alcoholismo

Podemos clasificar las consecuencias del alcoholismo por sus efectos:

Físicos: cáncer, enfermedades en el hígado, cefaleas, diabetes, gastritis, problemas cardiovasculares, insomnio, pancreatitis, apoplejía (es decir, un infarto o una hemorragia cerebral), deficiencias nutricionales, degeneración cerebral, disfunción eréctil...

Psicológicos: depresión, ansiedad, ira, celotipia (imposibilidad de controlar los celos), epilepsia, psicosis, síndrome de Korsakoff, demencia alcohólica...

Sociales: desestructuración familiar, problemas laborales, problemas económicos, accidentes, maltrato…

Factores de riesgo del alcoholismo

Existen una serie de factores de riesgo que influyen para que una persona desarrolle una adicción al alcohol. Los más importantes son:

La herencia

Los estudios indican que las personas que han vivido con un familiar alcohólico tienen más probabilidades de desarrollar ellos mismos esta adicción. Aunque hasta ahora este dato se apoyaba en las teorías de aprendizaje/educación los últimos estudios parecen apuntar más a la hipótesis genética, que sostiene que la presencia de ciertos genes aumentaría la predisposición de un individuo a desarrollar conductas adictivas como el alcoholismo.

Los factores psicológicos

Las emociones negativas como la ansiedad, la tristeza, la soledad, la baja autoestima o la ira muchas veces se encuentran en el origen y mantenimiento de esta enfermedad, ya que el paciente “usa” el alcohol para huir de ellas. El consumo de alcohol proporciona al paciente una sensación placentera que debería conseguir realizando actividades de su agrado como leer un libro o ver una película, disfrutar de la compañía de familiares y amigos, practicar su afición favorita... En el otro extremo están aquellas personas que emplean el alcohol con frecuencia para acompañar las emociones positivas (como celebraciones, reuniones con amigos, salir de fiesta,…). La tolerancia social ante el consumo excesivo de alcohol en estas situaciones refuerza estos comportamientos inadecuados y, a la larga, el “bebedor ocasional” corre un riesgo importante de convertirse en un alcohólico.

Las relaciones sociales y el consumo de alcohol

Las malas relaciones con la pareja o la familia, los problemas económicos, la presión de los amigos para que beba, etc. pueden actuar también como precipitantes o mantenedores de la dependencia alcohólica. En este sentido, algunas personas también comienzan su patrón de consumo para superar los problemas que tienen al relacionarse con los demás, como la timidez o la falta de habilidades sociales (por ejemplo, beben para desinhibirse o para sentirse más simpáticos a la hora de conocer a una persona o integrarse en un nuevo grupo), así como para enfrentarse a alguien a quien no saben cómo expresar algo que les molesta.

Síntomas y diagnóstico del alcoholismo

El alcoholismo es una dependencia o adicción física a una sustancia, en este caso el alcohol, y para determinar que una persona es alcohólica debe presentar alguno de los siguientes síntomas de forma continuada durante un tiempo:

Deseo intenso de beber alcohol.

Falta de control sobre el consumo de alcohol, referido tanto a la necesidad de empezar a beber, como a la incapacidad para suspender o reducir este consumo.

Bebe cuando está solo, y trata de ocultar su conducta a las personas de su entorno.

Síndrome de abstinencia cuando no se consume, que se caracteriza por un malestar físico intenso que el paciente intenta aliviar bebiendo.

Tolerancia. Esto implica que el individuo necesita consumir mayor cantidad de alcohol para lograr los mismos efectos.

Lapsus o lagunas en la memoria.

Interferencia en la vida cotidiana: por ejemplo aparece un abandono progresivo de otras fuentes de placer, se descuida el aspecto personal, disminuye el rendimiento laboral o académico, o se emplea mucho tiempo para conseguir alcohol o recuperarse de sus efectos.

El consumo de alcohol persiste con independencia de sus consecuencias físicas (como el daño hepático o la desnutrición), psicológicas (depresión, ansiedad), del deterioro cognitivo, o de las repercusiones que tenga sobre la actividad laboral, las relaciones familiares y sociales, etcétera.

Diagnóstico del alcoholismo

Las primeras manifestaciones del alcoholismo son las respuestas físicas que aparecen durante la abstinencia (temblores, sudoración, dolor de cabeza, náuseas, ansiedad o aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea). Estos síntomas se acompañan por un fuerte deseo de consumir más alcohol. Sin embargo, no es frecuente que un alcohólico reconozca en un primer momento que tiene un problema con el alcohol. Este hecho dificulta enormemente el diagnóstico médico, mientras que el alcohólico continúa bebiendo y desarrollando una mayor tolerancia al alcohol.

La evaluación psicológica será fundamental, junto al diagnóstico médico de los síntomas mencionados, para valorar el grado y el patrón de consumo de alcohol del paciente (uso, abuso, dependencia). El médico interrogará al paciente, o a un familiar en caso de que el afectado no quiera o no pueda responder a las preguntas, sobre sus hábitos en relación al consumo de alcohol. También se realiza un examen físico, y pruebas para detectar los problemas físicos o patologías que haya podido desarrollar a consecuencia del abuso de alcohol.

Consumo de alcohol y hepatitis

El consumo de alcohol continuado desestabiliza la función hepática, ya que el hígado se ve sometido a un sobreesfuerzo para eliminar esta sustancia, y sus células se alteran o se destruyen, provocando inflamación, e incluso una fibrosis que puede degenerar en cirrosis.

Algunas personas presentan bastante tolerancia al alcohol, por lo que pueden estar consumiendo una cantidad de esta sustancia que resulta dañina para el organismo sin llegar a emborracharse. Esta tolerancia les proporciona una falsa sensación de seguridad y les incapacita para percibir las molestias físicas asociadas a una ingesta excesiva de alcohol, que en realidad actúan como señales de alarma que envía el organismo ante una potencial situación de peligro.

Alcohol y hepatitis son una combinación peligrosa. y es que, el abuso de estas bebidas puede originar una hepatitis alcohólica, que generalmente se manifiesta tras una temporada en la que el afectado ha ingerido una cantidad de alcohol superior a la habitual. Los síntomas más frecuentes en estos casos son: fatiga, apatía, inapetencia, ictericia, pérdida de peso, fiebre, y dolor en la zona superior derecha del abdomen. Si se trata de una hepatitis alcohólica grave el paciente puede presentar además ascitis (líquido en la cavidad abdominal), signos de malnutrición y encefalopatía hepática (alteración de la función cerebral que se produce cuando el hígado no puede eliminar sustancias tóxicas adecuadamente y estas se acumulan en la sangre).

Cuando la enfermedad hepática ha sido causada por el alcohol la medida inicial y más efectiva es la supresión de su consumo de forma inmediata. Una alimentación equilibrada es también muy importante para la recuperación del paciente, que puede requerir suplementos nutricionales en determinados casos. En el caso de que el enfermo retenga líquidos será necesario que suprima la sal de la dieta y tome diuréticos, siempre bajo consejo médico.

En las personas que padecen hepatitis C crónica el daño hepático se agrava y acelera en el caso de que consuman alcohol, además de aumentar el riesgo de desarrollar cirrosis, que es un proceso irreversible que se puede detener o ralentizar si se suprime el alcohol, pero que una vez establecido impide que el hígado recupere la normalidad, y puede desembocar en cuadros graves como una insuficiencia hepática severa o un cáncer. Por lo tanto, es imprescindible que los pacientes con hepatitis C eliminen completamente el alcohol de su dieta.

Tratamiento del alcoholismo

Debido a que el alcoholismo es una enfermedad multicausal, su tratamiento debe seguir un enfoque multidisciplinar en el que se integre el trabajo de varios profesionales especializados en la adicción al alcohol. Los tratamientos actuales no inciden sobre

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