Alimentacion en el adolescente
Mario BrocchiApuntes13 de Mayo de 2018
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ALIMENTACIÓN EN EL ADOLESCENTE
Introducción
Aberastury & Knobel señalaban hace unos años 10 síntomas constitutivos del que llamaron síndrome de la adolescencia normal, los que consistían en :
Búsqueda de la propia identidad y autoconocimiento (“self”).
Tendencia grupal y uniformidad.
Intelectualizar y fantasear.
Crisis religiosas.
Desubicación temporal.
Evolución sexual y autoerotismo.
Actitud social reivindaicatoria.
Contradicciones.
Separación progresiva de los padres.
Fluctuaciones en el humor y en el ánimo.
Sin embargo en la actualidad las cosas no son tan claras. Hoy la adolescencia ha dejado o está dejando de ser una etapa del ciclo vital, para convertirse en un modo de ser que envuelve a toda la sociedad. En tanto en la modernidad el adolescente aspiraba a ser adulto, hoy aparece socialmente un modelo adolescente, presente en los medios masivos y, especialmente, en la publicidad, que impulsa a ser adolescente siempre. Se toma como modelo el cuerpo y la forma de vida del adolescente, en tanto el adulto ha dejado de existir como modelo. En las últimas décadas, la adolescencia tiende a prolongarse en el tiempo y no es vivida como una etapa conflictiva y transitoria. Los más chicos aspiran a ser adolescentes y éstos creen haber hallado el modo de vida definitivo. En la sociedad actual los jóvenes no quieren vestirse como los padres, son éstos los que tratan de imitar a sus hijos. Para el mercado de consumo es conveniente una adolescencia prolongada, ya que el adolescente es un consumidor de relevancia. El factor económico entendido en términos de dependencia paterna, también influye en la duración actual de la adolescencia; no hay madurez posible sin independencia económica (F. Dolto). En este sentido, las responsabilidades se postergan mientras se disfruta de las comodidades. La conclusión que surge de todo esto es que el límite superior de la adolescencia es actualmente confuso.
En la adolescencia es frecuente la preocupación por el aspecto corporal. El rápido crecimiento y desarrollo, y la no aceptación de las diferencias respecto de patrones socialmente promovidos (y publicitados), aumenta la vulnerabilidad. El proceso de identificación que le permite al adolescente dejar atrás su identidad de niño, lo lleva (especialmente a las mujeres) a adoptar en lo corporal el modelo proporcionado por los medios de comunicación masiva, promovido por la industria de la moda y caracterizado por una delgadez extrema, que “asegura” la aprobación social y el éxito instantáneo. Si bien el adolescente no quiere ser como determinados adultos, cae finalmente en la trampa del modelo adolescente propuesto por el adulto.
El pico de velocidad máxima de crecimiento en la talla suele darse en la mujer unos meses antes de la menarca; esto no coincide con el aumento de peso, cuya máxima velocidad se alcanza unos meses después. Es en este momento en el que muchas adolescentes consultan a los médicos en busca de una dieta; manifiestan estar disconformes con su aspecto corporal; señalan, en general, aquellas partes de su cuerpo (nalgas, muslos y abdomen) donde la grasa se deposita por acción de los estrógenos, lo que les brinda su aspecto femenino tradicional. La mayoría presenta un peso adecuado en relación a su talla y a su edad. Si bien estas preocupaciones, comunes a muchas adolescentes, no constituyen enfermedad alguna, pueden tomarse como signos de alarma y habilitan a una mayor observación y seguimiento de las conductas por parte de padres y docentes.
Las desviaciones de la conducta alimentaria , conducen a la enfermedad o al impedimento, siendo sus dos extremos la caquexia (delgadez extrema) y la obesidad. Son dos caras de una misma moneda, pudiendo presentarse diferentes estadios intermedios menos evidentes; todos ellos con alta probabilidad de haberse iniciado durante el periodo de la adolescencia. Sin embargo, a pesar de atravesar los mismos procesos y compartir el mismo contexto social, no todos los adolescentes presentan esta tendencia o signos precoces de trastornos alimentarios. Se sabe que la actitud de la familia puede favorecer la aparición de signo-sintomatología. La “onda diet” suele alcanzar a los propios padres de adolescentes, los que se someten a innumerables dietas hipocalóricas y rutinas gimnásticas de lo más variadas, todas ellas sugeridas en diferentes publicaciones o programas televisivos referidos a la estética y, en muy pocos casos, indicadas por el médico o por un problema de salud real. Asimismo, la falta de diálogo y comunicación con los hijos no contribuye al desarrollo de la autoestima, generando depresión y ausencia de proyectos futuros. En otros casos, la ausencia de una actitud crítica de los padres frente a determinadas pautas culturales, o incluso la magnificación de éstas, pueden ser el disparador de conductas alimentarias anómalas. También, la actitud pseudoadolescente de algunos padres que creen “sintonizar” con esta postura la misma “onda” que sus hijos, no brinda modelos que promuevan el deseo del adolescente de llegar a la adultez y puede constituirse en un factor facilitador en el desarrollo de estos trastornos. Queda claro, pues, que por razones culturales, sociales, familiares y propias del sindrome normal del adolescente, es esta etapa de la vida la más vulnerable y proclive a desarrollar enfermedades vinculadas a la conducta alimentaria, así como de adoptar hábitos erróneos condicionantes de otras enfermedades tales como la ateroesclerosis, responsable, entre otros eventos, de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares.
Dieta normal de un adolescente
Las necesidades de cualquier adolescente activo se satisfacen con una dieta diaria formada por un 50 a 60 % de hidratos de carbono, un 15 a 25 % de grasas y un 15 a 20 % de proteínas. La velocidad de crecimiento durante la adolescencia torna fundamental seguir una dieta equilibrada. Es importante informar a los adolescentes, que deben ingerir una cantidad apropiada de líquidos, aunque una ingesta excesiva de bebidas carbónicas o con cafeína (gaseosas comunes) produce pérdida de los líquidos corporales.
Sean activos o sedentarios, los adolescentes deben consumir raciones diversas de los distintos grupos de alimentos básicos. Lamentablemente muchos de ellos consumen dietas desequilibradas en las que un gran porcentaje de las calorías totales provienen de las grasas y de los azúcares.
A continuación se incluye la pirámide nutricional y recomendaciones generales sugeridas para la dieta de un adolescente sano (Modificado de Pasqualini, Seco y Langarela; “Trastornos de la conducta alimentaria”).
Pirámide nutricional
Aceites
y azúcares
Lácteos
Y carnes
Verduras y frutas
Almidones y legumbres
Recomendaciones generales
Comer en compañía de la familia.
No comer apurado ni mirando televisión.
Evitar las discusiones en la mesa.
Tener horarios definidos y, en lo posible, regulares.
Efectuar de 4 a 6 comidas diarias.
Tratar de no saltearse comidas.
No picar entre horas.
Comer variado y de todo según con las proporciones graficadas en la pirámide nutricional.
Comer despacio y masticar bien.
No repetir el plato, especialmente si es abundante.
Encuesta
En el año 2002 lleve a cabo una encuesta entre, aproximadamente, 100 jóvenes. El grupo estudiado presentó mayoría de sexo femenino, entre 13 y 16 años de edad. Los objetivos de dicha encuesta se centraron en diferentes circunstancias a investigar :
Entorno vinculado a los tiempos destinados a la alimentación.
Tendencias, constumbres y preferencias personales y familiares.
Postura del adolescente frente a la alimentación como acto vital.
Postura y grado de interés de los padres frente a la alimentación de sus hijos.
Incorporación de nutrientes considerados básicos en la dieta de un adolescente.
Grado de conocimientos sobre la composición de los alimentos.
Grado de conocimientos sobre los trastornos de la alimentación.
Factores de riesgo vinculables a la enfermedad anoréxia-bulimia.
Los resultados obtenidos arrojaron lo siguiente :
Los conocimientos que demuestran los adolescentes encuestados sobre la composición de los alimentos, es significativamente bajo, aunque es relativamente mejor en las mujeres que en los hombres.
La mayoría de los encuestado efectúan cuatro comidas diarias; del grupo restante un 34%, elimina el desayuno y el 22% la merienda.
Respecto de los menúes cotidianos más populares entre las familias de los encuestados, se destacan en primer lugar las milanesas con puré de papas y/o zapallo o con ensalada, y en segundo lugar Bife con puré de papas y/o zapallo o ensalada.
La carne al horno, papas fritas, pastas, hamburguesas y hasta la tarta de jamón y queso superaron al consumo de pollo.
Un dato a destacar es el consumo pobre de verduras y pescado; este último no figuró entre las veinte opciones más señaladas; esto marca una tendencia alimentaria orientada hacia
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