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Artefactos


Enviado por   •  14 de Febrero de 2015  •  6.416 Palabras (26 Páginas)  •  209 Visitas

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Tienen política los artefactos?

Langdon Winner

Publicación original: "Do Artifacts Have Politics?" (1983), en: D. MacKenzie et al. (eds.), The Social Shaping of Technology, Philadelphia: Open University Press, 1985.

Versión castellana de Mario Francisco Villa.

En las controversias acerca de la tecnología y la sociedad, no hay ninguna idea que sea más provocativa que la noción de que los artefactos técnicos tienen cualidades políticas. Lo que está en cuestión es la afirmación de que las máquinas, estructuras y sistemas de nuestra moderna cultura material pueden ser correctamente juzgados no sólo por sus contribuciones a la eficacia y la productividad, ni simplemente por sus efectos ambientales colaterales, sino también por el modo en que pueden encarnar ciertas formas de poder y autoridad específicas. Dado que algunas de estas ideas tienen una presencia persistente e inquietante en las discusiones sobre el significado de la tecnología, es necesario prestarles una atención explícita...(2)

No resulta sorprendente descubrir que los sistemas técnicos se encuentran profundamente entretejidos con las condiciones de la política moderna. Las organizaciones físicas de la producción industrial, la guerra, las comunicaciones, etc., han alterado de forma esencial el ejercicio del poder y la experiencia de la ciudadanía. Pero ir más allá de este hecho evidente y defender que ciertas tecnologías poseen en sí mismas propiedades políticas parece, a primera vista, algo completamente erróneo. Todos sabemos que los entes políticos son las personas, no las cosas. Descubrir virtudes o vicios en las aleaciones de acero, los plásticos, los transistores, los circuitos integrados o los compuestos químicos parece una absoluta y total equivocación, un modo de mistificar los artificios humanos y de evitar plantar cara a las auténticas fuentes, las fuentes humanas de la libertad y la opresión, la justicia y la injusticia. Echar la culpa al hardware parece incluso más estúpido que culpar a las víctimas cuando se juzgan las condiciones de la vida pública.

Por tanto, el austero consejo que comúnmente se ofrece a aquéllos que coquetean con la idea de que los aparatos técnicos poseen cualidades políticas es: lo que importa no es la tecnología misma, sino el sistema social o económico en el que se encarna. Esta máxima, que en sus muchas variantes es la premisa central de una teoría que puede denominarse determinismo social de la tecnología, expresa una obvia sabiduría. Sirve como correctivo necesario para aquéllos que se ocupan de manera acrítica de asuntos tales como "el ordenador y sus impactos sociales", pero no miran detrás de los aparatos técnicos para descubrir las circunstancias sociales de su desarrollo, empleo y uso. Este enfoque proporciona un antídoto contra el determinismo tecnológico ingenuo: la idea de que la tecnología se desarrolla únicamente como resultado de su dinámica interna y, entonces, al no hallarse mediatizada por ninguna otra influencia, moldea la sociedad para adecuarla a sus patrones. Aquéllos que no han reconocido aún los modos en los que las fuerzas sociales y económicas dan forma a las tecnologías no han ido mucho más allá de ese determinismo.

Sin embargo, este correctivo tiene sus propias limitaciones; entendido de forma literal, sugiere que los aparatos técnicos no tienen ninguna importancia. Una vez que uno ha hecho el trabajo detectivesco necesario para descubrir los orígenes sociales (la mano de los poderosos tras un determinado ejemplo de cambio tecnológico) ya habría explicado todo lo que es importante y merece explicarse. Esta conclusión proporciona comodidad a los científicos sociales: da validez a lo que habían sospechado desde siempre, a saber, que no hay nada distintivo en el estudio de la tecnología. Por consiguiente, pueden volver otra vez a sus modelos tradicionales de poder social (modelos sobre la política de los colectivos sociales, políticas burocráticas, modelos marxistas de lucha de clases y otros por el estilo) y tener todo lo que necesitan. El determinismo social de la tecnología no difiere esencialmente del determinismo social de, podríamos decir, la política del bienestar o los impuestos.

La tecnología, no obstante, tiene buenas razones para explicar la fascinación que recientemente ha ejercido sobre historiadores, filósofos y científicos políticos; buenas razones que los modelos tradicionales de las ciencias sociales sólo abarcan en parte en sus explicaciones de lo más interesante y problemático del tema. Ya he intentado mostrar en otro lugar por qué una gran parte del pensamiento social y político moderno contiene afirmaciones recurrentes acerca de la que se puede denominar teoría de la política tecnológica, una amalgama de nociones a menudo cruzadas con filosofías liberales ortodoxas, conservadoras y socialistas (Winner, 1977). La teoría de las políticas tecnológicas presta mucha atención al ímpetu de los sistemas sociotécnicos a gran escala, a la respuesta de las sociedades modernas a ciertos imperativos tecnológicos y a todos los signos habituales de la adapatación de los fines humanos a los medios técnicos. Al hacer esto, ofrece un nuevo conjunto de explicaciones e interpretaciones para algunos de los patrones más problemáticos y confusos que han tomado forma dentro de y en torno al crecimiento de la cultura material moderna. Un punto a favor de esta concepción es que toma los artefactos técnicos en serio. Más que insistir en que reduzcamos todo a una mera interrelación entre fuerzas sociales, sugiere que prestemos atención a las características de los objetos técnicos y al significado de tales características. Siendo un complemento necesario para, más que un sustituto de, las teorías de la determinación social de la tecnología, esta perspectiva identifica ciertas tecnologías como fenómenos políticos por sí mismas. Nos conduce, tomando prestada la expresión filosófica de Edmund Husserl, a las cosas en sí mismas.

A continuación esbozaré y ofreceré ejemplos de dos formas en las que los artefactos pueden poseer propiedades políticas. En primer lugar, me ocupo de aquellos ejemplos en los que la invención, diseño y preparativos de un determinado instrumento o sistema técnico se convierten en un medio para alcanzar un determinado fin dentro de una comunidad. Bien enfocados, los ejemplos de este tipo resultan muy directos y fáciles de entender. En segundo lugar, me ocuparé de los casos de lo que se pueden denominar tecnologías inherentemente políticas, sistemas ideados por humanos que parecen necesitar o ser fuertemente compatibles con ciertos tipos de relaciones sociales. Los argumentos

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