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Enviado por   •  6 de Noviembre de 2014  •  Informes  •  636 Palabras (3 Páginas)  •  160 Visitas

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Cuando de repente, como salido de la nada, un automóvil se le cruzo en el camino. Entonces, Power supo lo que era volar. Ala misma velocidad a la que se escapa un estornudo, su cuerpo salió despedido de su asiento, dio una vuelta completa en el aire y se estampo contra el frio pavimento. El impacto fue certero, seco: en una fracción de segundo se quebraron sus brazos, su pierna derecha, los dos pómulos del rostro, la mandíbula superior, la nariz y parte del cráneo, pese a llevar puesto el casco.

“No me acuerdo mucho del accidente –dice Power con cierta carga de alivio-. Recuerdo 5 minutos antes y luego despertarme en el hospital Morriston, varios meses después con un respirador artificial en la boca”

Para entonces, Power se sentía –y era- otro: con el cuerpo cubierto de ´placas y tornillos, cada vez que se veía en el espejo asomaba un rostro pulverizado, asimétrico, para él irreconocible. En su reflejo habitaba un extraño. “Empecé a notar que la gente me miraba raro en la calle”, confiesa. Como si no solo hubiera algo malo en su rostro, sino también dentro de él.

Stephen comenzó a usar gorras y lentes, no porque los necesitara si no para pasar desapercibido, para ocultar y disimular sus lesiones: un ojo hundido, su nariz desviada…Dolorida y deprimida, un día decidió ya no salir de su casa. Abandono el mundo.

Stephen Power regreso hasta que investigadores del Centro de Tecnologías Reconstructivas Aplicadas en Cirugía (CARTIS), una colaboración entre investigadores del hospital Morriston de Swansea y de la Cardiff Metropolitan University, le acercaron una propuesta y {el no pudo rechazarla: la posibilidad de reconstruir su rostro –y su confianza- al estado anterior al de aquel fatídico día de septiembre de 2012. Con un pequeño gran detalle. Para hacerlo no recurrirían a las técnicas ya conocidas de la cirugía plástica,

sino a una tecnología aún en pañales: una impresora 3D para crear los implantes con los cuales recomponer los dañados huesos de su rostro.

Stephen Power sintió, al fin, que podía abrigar algo de esperanza. Ya que si las impresoras 3D están llevando a medio mundo al éxtasis tecnológico con sus promesas de dar inicio a una tercera revolución industrial –y de paso, fabricar en segundos la inimaginable: comida, armas, órganos, prótesis, casas-, bien podrían reconstruirlo a él. Sin dudarlo, acepto, y los largos meses de preparación comenzaron a correr: consultas infinitas, exámenes de todo tipo, charlas con psicólogos y cirujanos y hasta maratónicas sesiones dentro de un tomógrafo. El equipo quirúrgico no quería

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