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Cabeza de Tortuga


Enviado por   •  1 de Junio de 2015  •  Reseñas  •  1.219 Palabras (5 Páginas)  •  280 Visitas

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“Cabeza de Tortuga”

Texto

Autor:

Carlos Martín Briceño.- (Mérida, México; 1966) Narrador. Integrante del Centro Yucateco de Escritores. Premio Internacional de Cuentos “Max Aub” 2012, Premio Nacional de Cuento Beatriz Espejo 2003, Premio Nacional de Cuento de la Universidad Autónoma de Yucatán 2004 y Mención de Honor en el Concurso Nacional de Cuento San Luis Potosí 2008. Parte de su obra se encuentra en diversas publicaciones y suplementos culturales del país y el extranjero. Le han publicado Después del aguacero (2000), Al final de la vigilia (2003 y 2006), Los mártires de Freeway (2006 y 2008), Caída libre (2010), Montezuma’s Revenge (2012) y Montezuma’s Revenge y otros deleites (2014). Algunos de sus cuentos aparecen en las antologías Litoral del relámpago (2003), La Otredad (2006), El espejo de Beatriz (2008), Prohibido fumar (2008), Un nudo en la garganta (2009) y Estación central bis (2009).

Tipo de reseña: Confirmativa

Dirigida: Público en general

Elementos de identificación sobre el autor y la obra. Carlos Martín Briceño es un escritor que desde Mérida Yucatán deja oír fuerte su voz en todas sus obras y en esta narrativa (Cabeza de Tortuga) no es la excepción ya que nos narra con un lenguaje coloquial la experiencia por la que pasa su personaje principal.

Reseña

Desde aquí alcanzo a escuchar a las palomas que revolotean en su patio. Como cada domingo aguardo su señal. Tuve que correr hacia la puerta y salir de inmediato, abandonando sobre el piano, los merengues que, el capricho de Obdulia embarazada, me hizo comprar.

Y aún trasminado por el tufo a orines y mierda, mientras subía al auto, retrocedí hasta el momento en que crucé frente a esa casa y lo descubrí en calzoncillos y camiseta sin mangas —flaco, pequeño, calvo, pálido—, haciéndome señas desde su diminuto jardín de caricatura. Suelo dejarme llevar por lo imprevisto. Qué podía perder. Atraído por el riesgo traspuse la verja, olvidando los antojos de mi esposa. La mirada inquieta del viejo llamó mi atención algo había de extraño en ese parpadeo impaciente bajo las exiguas cejas grises. . En ese momento reconocí el olor artificial de los diabéticos.

Es intrigante saber en qué momento la narrativa empieza o termina, ya que despierta la imaginación y explica de forma contundente, los efectos de la búsqueda, de ayudar a las personas a obtener lo que desean es importante conocer que no todo es la palabra, también tiene que ver el razonamiento algo que sabemos, la Emoción algo que sentimos y Acción algo que hacemos.

La casa, tal como había imaginado, era amplia, la humedad avanzaba en los techos, El Stainway deteriorado, lleno de pálidas fotografías, floreros de cristal cortado y miniaturas de porcelana, ocupaba casi toda la estancia.

Puse la bolsa de merengues sobre el piano. Me senté y vino hasta mi pensamiento Obdulia: a estas alturas debía de estar furiosa por la tardanza; estas últimas semanas, a causa de su estado, se había vuelto insoportablemente irritable. Algunos retratos amarillentos, colgados como al desgaire, evidenciaban tiempos de bonanza. Mi oído distinguió entre los sonidos del patio, el gorjeo apremiante de las palomas, el chirriar acompasado de un hamaquero, la intermitencia de una gotera cercana. Tan entretenido estaba, que me sobresalté cuando la voz del viejo resonó en la estancia. Hubiera podido excusarme y salir de ahí en ese momento. No tuve otra opción que dejarme conducir hasta un cuarto cerrado que olía a orines.

El personaje nos muestra que es una persona que se deja llevar por lo imprevisto sin importar lo que le pueda pasar, sin dar marcha

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