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Capitulo 1 CAZADIRES DE MICROBIOS


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2011  •  712 Palabras (3 Páginas)  •  817 Visitas

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CAPITULO I

ANTONIO VAN LEEUWENHOEK

EL PRIMER CAZADOR DE MICROBIOS

Leewenhoek fue el primero en asomarse a un mundo nuevo, poblado de millares de especies de seres

pequeñísimos, ningún poeta ni historiador alguno evoca la figura de Leewenhoek, porque su vida fue una

lucha única, tenaz, contra las mayores dificultades. Cuando en Leeuwenhoek nació el deseo de hacer

investigaciones, la investigación científica aún no había llegado a ser una profesión, era aquel un mundo en

que la ciencia empezaba a ensayar sus primeros pasos, la ciencia que no es otra cosa sino el intento de

aproximarse a la verdad mediante la observación cuidadosa y el pensar despejado, poco sabemos de la vida de

Leewenhoek entre los 20 y 40 años, pero es indudable que durante esa época paso por ser un hombre

ignorante, no sabía hablar más que el holandés, dialecto despreciado por el mundo culto, por considerar

lengua de tenderos, pescadores y cavadores de zanjas, su ignorancia fue una gran suerte para él porque aislado

de toda la charlatanería docta de su tiempo, no tuvo otro guía que sus propios ojos, sus propias reflexiones y

su propio criterio. ¡Que divertido debía ser mirar a través de una lente y ver cosas de tamaño mayor a simple

vista! Pero, ¿comprar lentes? ¡No seria Leewenhoek quien tal hiciera! ¡Jamás se dio hombre más desconfiado!

¿Comprar lentes? ¡No; él se las fabricaría! Hoy día los investigadores compran con unos cuántos pesos un

microscopio nuevo y reluciente, da vueltas a un tornillo micrométrico y hacen observaciones, muchos de ellos

sin saber ni preocuparse como esta construido el aparatos, pero en cuanto a Leewenhoek olvidando a su

familia, sin preocuparse de sus amigos, trabajaba a altas horas de la noche, inclinado sobre sus lentes

acrisoles, y él mismo decía de sus convecinos: hay que perdonarles vista su ignorancia, vivía satisfecho, no

tenía otro deseo que examinar con sus lentes cuanto caía en sus manos, paso horas enteras mirando la lana de

oveja y los pelos de castor y liebre que de finos filamentos se trasformaban por virtud de su pedacito de

cristal, en troncos gruesos, diseco cuidadosamente la cabeza de una mosca, ensarto la masa encefálica en la

finísima aguja de su microscopio, miro y quedo asombrado, era Leewenhoek como un cachorro que olfatea

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