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Compás magnetico


Enviado por   •  6 de Abril de 2019  •  Trabajos  •  3.293 Palabras (14 Páginas)  •  48 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela[pic 1]

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, Ciencia y      Tecnología

Universidad Nacional Experimental Marítima del Caribe

Vicerrectorado Académico

Coordinación de Escuela Náutica de Venezuela

Cátedra: Navegación

Sección: A-IM

Trabajo #4

Compás Magnético

                                                                               

     

Profesor:                                                                                                             Cadete:

Guillermo Rangel                                                                                     Márquez Kleiner

                                                                                                        V-25.639.268

Catia La Mar, febrero de 2019

Introducción

En la antigua Grecia ya conocían la maravillosa cualidad que poseía la negra magnética (piedra imán o magnetita), algunos trozos de este óxido de hierro les parecían completamente mágicos.

Antes del nacimiento de Cristo en China ya se usaban aparejos que funcionaban igual que una brújula, el chino tal descubrió en 1.117 una brújula para para orientarse, constaba de un trocito de caña que contenía una aguja magnética que flotaba en una palangana de agua. El aparejo iba destinado al uso de los marineros, pero si había fuerte oleaje podría fallar.

En 1.250 los marineros del Mar Mediterráneo perfeccionaron una aguja que giraba sola en un punto medio. Se había inventado la brújula tal y como la conocemos. El por qué señalaba la dirección norte-sur fue durante mucho tiempo un misterio, se creía que el motivo era la existencia de una montaña gigante de magnetita en el norte. Circulaban cuentos horripilantes de buques que se acercaban a esa montaña. La peligrosa fuerza de atracción arrancaba los clavos de la madera y llevaba a los marineros a la muerte.

En 1600 el investigador Inglés William Gilbert se propuso a acabar de una vez por todas con todas esas supersticiones, y afirmó que ni el ajo acabaría con el magnetismo ni los diamantes lo reforzarían. En su tratado De Magnete, Gilbert escribió sus experimentos, uno de ellos utilizó un trozo de magnetita para simular el comportamiento de la aguja magnética con respecto a la Tierra, y en su intento consiguió observar lo que después se diría como inclinación. Solo directamente en el Ecuador la aguja permanecía horizontal, y cuanto más se acercaba a los polos más se inclinaba hasta quedar completamente vertical sobre ellos, en ello basó el investigador su hipótesis de que la Tierra era un imán muy potente.

Poco después de que la brújula se estableciera como instrumento de navegación se supo que la aguja desde cualquier lugar de la Tierra siempre apuntaba al polo norte, este fenómeno recibió el nombre de declinación magnética. Así en el siglo XVIII el campo magnético de la Tierra llamó la atención de los investigadores.

Historia del compas magnético

Entre los primeros nombres con que se conoció al actual compás o “aguja náutica“, figuran el de “magneto” o “calamita“. El primero debe su nombre a que la famosa “piedra imán” o “magnetita”, que fue descubierta por los habitantes de un pequeño pueblo de Magnesia, en el Asia Menor, los “magnetos”. El término calamita, surge aparentemente por que dicha piedra imantada se introducía en una caña (en latín: Calamus) y se hacía flotar sobre una superficie líquida. Dicha caña señalaba la línea Norte – Sur. Por supuesto que para obtener cierta precisión fue necesario afinar dichas cañas, especialmente la parte que apuntaba hacia el Norte, asemejándose cada vez más a una “aguja”.

De la palabra “compás” no se tiene una etimología demasiado cierta, aunque se cree que proviene del término italiano “compasso” (“con” y “passo”), que significa con regularidad, con medida. Otra explicación sugiere que para trazar correctamente la “rosa de los vientos” era fundamental contar con un compás de dibujo. Una curiosidad interesante aparece con la palabra “brújula”. La rosa de los vientos o la aguja, a los efectos de que pudiese moverse con libertad se montaba (y se lo sigue haciendo) sobre un pivote llamado “estilo” que se sujetaba al fondo de una caja de madera de boj, en italiano “Bosso”, cuyo diminutivo es “Bossola” (pequeña caja de madera). Nada más absurdo que utilizar como nombre para el instrumento, el de la caja que lo contiene.

Existen relatos que describen la utilización de estos magnetos unos 2.600 años antes de Cristo en batallas libradas por algunos emperadores chinos, de las que pudieron escapar gracias a sus bondades. Se conoce también la existencia de un pequeño aparato llamado Fse – Nan, que significa “indicador del sur”, del que se valían antiguos embajadores de la china para retornar a su país. Este artefacto consistía en una pequeña figura humana que apuntaba hacia el sur y se montaba sobre los carruajes de la época.

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La mayoría de los historiadores coincide en señalar sencillamente que los chinos, inventores de la aguja, la legaron a los hindúes, y que luego pasaron al mediterráneo por intermedio de los árabes. Se supone que la difusión general acontece en Bagdag en el siglo IX, donde funcionaba un gran centro de investigación científica. A partir de allí viajó a España y entre los siglos XII y XIII se difundió entre la mayoría de los países latinos.

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A partir de entonces, la aguja o compás de navegación se ha ido perfeccionando hasta 1878 donde el prestigioso físico británico sir William Thompson, (a partir de 1892, Lord Kelvin) tras largos años de experiencias a bordo de su yate, logra crear la famosa “aguja seca” que aún conserva su nombre. La ventaja principal de la aguja de Thompson reside en una altísima sensibilidad (comparada a la de la época) que logró obtener gracias a la construcción de una rosa de muy poco peso. De allí a nuestra época, la evolución ha sido vertiginosa.

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