Curriculum
L.Ealex23 de Abril de 2015
3.618 Palabras (15 Páginas)210 Visitas
Todos los sistemas educativos se mantienen y justifican sobre la base
de líneas de argumentación que tienden a oscilar entre dos polos discursivos,
por una parte las que defienden que la educación es una de las
vías privilegiadas para paliar y corregir las disfunciones de las que se resiente
el modelo socioeconómico y cultural vigente y, por otra, las que
sostienen que las instituciones educativas pueden ejercer un papel decisivo
en la transformación y el cambio de los modelos de sociedad de los
que venimos participando. Los primeros discursos no se plantean llegar,
a través del sistema educativo, a otro modelo de sociedad; no buscan
una alteración de las relaciones que, en un determinado momento histó-
rico, mantienen las actuales clases y grupos sociales; no intentan que
se modifiquen de una manera importante las actuales relaciones económicas,
culturales, políticas. Sin embargo, las propuestas del segundo
polo discursivo van precisamente en esta última dirección.
Los sistemas educativos y, por tanto, las instituciones educativas guardan
siempre una relación estrecha con otras esferas de la sociedad. Lo
que en cada una de ellas sucede repercute, con mayor o menor intensidad,
en las demás. De ahí que, a la hora de reflexionar sobre la política
educativa, sobre las instituciones escolares y los curricula que planifican
y desarrollan, sea necesario contemplarlos desde ópticas que van más
allá de los estrechos límites de las aulas. La política educativa no puede
ser comprendida de manera aislada, descontextualizada del marco sociohistórico
concreto en el que cobra auténtico significado.
Las relaciones específicas de poder que existen en cada sociedad tienen
una prolongación en el sistema educativo. En él los distintos intereses
van a tratar de hacerse valer, de alcanzar algún grado de legitimidad,
pero también las contradicciones que día a día generan los modelos de
relaciones laborales e intercambio, la producción cultural y el debate político
van a tener algún reflejo en las instituciones y aulas escolares.
14 El curriculum oculto
Los proyectos curriculares, los contenidos de la enseñanza, los materiales
didácticos, los modelos organizativos de los colegios e institutos,
las conductas del alumnado y del profesorado, etc., no son algo que po
damos contemplar como cuestiones técnicas y neutrales, al margen de
las ideologías y de lo que sucede en otras dimensiones de la sociedad,
tales como la económica, cultural y política. Al contrario, gran parte de
las decisiones que se toman en el ámbito educativo y de los comportamientos
que aquí se producen están condicionados o mediados por acontecimientos
y peculiaridades de esas otras esferas de la sociedad y
alcanzan su significado desde una perspectiva de análisis que tenga en
cuenta esa intercomunicación.
El mito más importante en que se asienta la planificación y el funcionamiento
del sistema educativo en los países capitalistas es el de la neutralidad
y objetividad del sistema educativo y, por consiguiente, de la
escolarización. Todo un grupo de ceremonias estarán encaminadas a intentar
tal demostración, entre ellas: la creencia en un proceso objetivo
de evaluación; una organización formal de la escolarización, especialmente
la considerada como obligatoria, en la que todos los alumnos y alumnas
tienen las mismas exigencias, los mismos derechos y obligaciones, y además
se les ofrece lo mismo; y un «folclore de fuerte individualismo» que
viene a propagar el mensaje siguiente: quien trabaje duramente y sea inteligente
tendrá éxito (POPKEWITZ, TH, S., 1987, p. IX).
Sin embargo, olvidamos en muchas ocasiones, que el sistema educativo
y, por tanto, las instituciones escolares son una construcción social
e histórica. La presión de los grupos e ideologías más conservadoras,
sin embargo, intenta hacernos partícipes de la idea de la inevitabilidad,
perennialismo y ahistoricismo de todo aquello que juega en favor de sus
necesidades e intereses.
Las prácticas escolares tal como se vienen realizando en las últimas
décadas, salvo raras excepciones, acostumbran a regirse por el esquema
simplista de un profesorado que sabe mucho y un alumnado que apenas
sabe nada y que, por consiguiente, necesita aprender mediante la ense-
ñanza toda una serie de asignaturas con nombres como matemáticas,
geografía e historia, lenguaje, o educación física. Todo ello acompañado
de una estrategia metodológica muy condicionada por recursos didácticos
como los libros de texto, así como de un sistema de evaluación reducido
casi exclusivamente a lo que conocemos como exámenes que avalan
ante el resto de la sociedad los méritos y deméritos alcanzados por el
alumno. Un modelo donde no se acostumbra a cuestionar de forma explícita
otras posibles responsabilidades que no sean las del propio estudiante;
que olvida, por ejemplo, interrogarse acerca de cuáles son las
obligaciones de la Administración, del centro docento e, incluso, del propio
profesorado en el resultado de lo que acontece dentro de las aulas.
Un modelo sustentador de una escuela donde cada estudiante debe
autorreconocerse como ignorante y, por tanto, a quien se le niega la capacidad
o posibilidad de negociar democráticamente lo que se le ofrece
El curriculum y la ideología 15
etiquetado como de interés para cada persona a título individual y para
toda la sociedad, según llega a decirse.
Pero la vivencia de este modelo educativo no significa que sea el único
posible, ni supone que siempre fuese de esa manera o que vaya a continuar
igual durante mucho más tiempo. Como cualquier otro modelo, se
ha desarrollado en una época histórica concreta; sus peculiaridades y características
específicas, responden a circunstancias culturales, económicas
y políticas de otros momentos de la historia de la humanidad.
La institucionalización de la educación, tal como en la actualidad acostumbra
a plasmarse, tiene en realidad una tradición histórica muy corta.
Cualquier investigación histórica puede establecer rápidamente sus conexiones
con la llamada revolución industrial. Ello significa que entre sus
funciones principales estará la de satisfacer las necesidades e intereses
de los grupos que promovieron ese modelo de industrialización.
Olvidarse de reflexionar el presente desde la historia es un peligro que
transporta de un modo oculto el mensaje de la inevitabilidad y la imposibilidad
de transformar la realidad. Esto supone también, por consiguiente,
una pérdida de confianza en el ser humano como controlador y definidor
de su destino. O, lo que es lo mismo, aceptar de forma irremediable que
los que siempre se benefician de algo en la actualidad lo seguirán haciendo
en el futuro y viceversa, que los desfavorecidos de hoy son los mismos
que los de ayer y los de mañana.
Los grupos sociales y gobiernos conservadores y tecnocráticos van
a intentar en todo momento favorecer la creación y recreación de un discurso
científico e ideológico que justifique y legitime la necesidad de su
destino como grupo dirigente. Por lo mismo, a la hora de proponer y razonar
sus modelos educativos tratarán de elaborar todo un marco teórico
y unos prototipos de prácticas que nunca lleguen a alterar de forma sustancial
el mantenimiento de las actuales estructuras de esa sociedad.
Las ciencias de la educación, la psicología, la sociología, etc., todas
aquellas disciplinas que inciden en las prácticas y políticas de educación
pensadas, planificadas o avaladas por gobiernos y/o grupos conservadores
y tecnocráticos, hacen así acto de presentación bajo la máscara del
desinterés y en defensa de una eficiencia decidida a priori sólo por algunos
grupos sociales, aquellos que detentan el poder, fundamentalmente,
el económico.
Ideología y poder
El concepto de ideología es quizá uno de los conceptos más polémicos
en el ámbito de las ciencias sociales. Este es un término acuñado
inmediatamente de producirse la Revolución Francesa, en 1797. Su creador
fue Antoine DESTUTT DE TRACY, uno de los responsables del Instituto de
Francia, entidad que tenía como misión difundir los ideales del lluminismo.
En su obra Elements d'ldeologia, escrita entre 1801 y 1815, propone
16 El curriculum oculto
la necesidad de una nueva ciencia de las ideas, una «ideo-logia», que sería
la base de todas las demás ciencias. La necesidad de este nuevo concepto
corre parejo a la de explicar la forma como se construyen nuestras
ideas. Frente a concepciones innatistas de las ideas como las que la religión,
principalmente, venía defendiendo, ahora el concepto ideología se
proponía facilitar otra clase de explicaciones de corte no determinista.
A. DESTUTT DE TRACY defiende que nuestras ideas están basadas en
sensaciones físicas, por lo que pueden
...