Definición de Pobreza
catitateEnsayo11 de Julio de 2013
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Definición de Pobreza
La definición de pobreza presupone una definición de bienestar humano con la consecuente elección de las dimensiones en las que el mismo se define y los criterios de comparabilidad entre personas o grupos sociales que derivan de concepciones de justicia social. Desde esta perspectiva, la pobreza puede entenderse como carencia en alguna o varias dimensiones del bienestar humano consideradas relevantes. Los
enfoques más difundidos en el análisis socioeconómico han sido el enfoque monetario, las necesidades básicas insatisfechas, el enfoque de las capacidades y funcionamientos y la exclusión social. 1 Si bien recientemente han cobrado renovado interés los enfoques participativo y objetivo, los mismos no se incluyen en la exposición que sigue, en tanto su base informacional no proviene usualmente de los sistemas estadísticos oficiales. A continuación se presenta una breve reseña de cada uno de los enfoques mencionados.
La evolución histórica de la pobreza y de las carencias críticas.
Por su propia naturaleza el IDH y los indicadores que lo componen captan niveles promediales de desarrollo, oscureciendo así la distribución de dichos logros. Pero es sabido que ese desarrollo humano agregado no llega a todos por igual. No
todas las personas viven de acuerdo a la esperanza de vida promedial, no todos reciben el ingreso correspondiente al PBI per cápita, y existen notorias diferencias en los logros educativos que la matriculación bruta esconde. La aparente obviedad de estas afirmaciones se justifica dada la amplia difusión y aceptación de indicadores promediales que tienden a esconder esa
realidad subyacente.
Para sacar los problemas distributivos a la superficie, se deben plantear como primer paso, las cuestiones, no ya del desarrollo humano, sino de la pobreza humana. En particular interesa detectar las magnitudes de personas y hogares a los cuales el desarrollo humano agregado no parece alcanzar.
Pobreza y marginalidad
La pobreza está asociada, al menos en la forma en que se ha expuesto a lo largo de este informe, a carencias materiales concretas, sean éstas derivadas de insuficiencia de ingresos o de falta de acceso a infraestructura y servicios básicos. Pero es claro que no todos los hogares pobres son iguales, aun si comparten carencias similares. Un elemento fundamental que discrimina entre hogares pobres de un tipo u otro, refiere a los comportamientos que caracterizan su reproducción cotidiana así como a las orientaciones que modelan sus expectativas acerca del mundo social en que deben desempeñarse.
En este sentido puede distinguirse un tipo de hogares donde la pobreza, aun cuando no se satisfacen niveles básicos de bienestar, no ha provocado un alejamiento de las estructuras normativas y comportamentales modales en el conjunto de la sociedad.
Las conductas de riesgo anteriormente analizadas amenazan, no sólo la posibilidad de mejorar la situación de bienestar, sino también la de alcanzar mínimos básicos de integración en la sociedad. La transmisión intergeneracional de comportamientos de riesgo conduce a formas de vida radicalmente disociadas de lo considerado “normal”, las que se van consolidando a medida que sedimentan adaptaciones a un medio de baja eficiencia normativa y de reglas de juego distintas a las de la sociedad más amplia. Son en definitiva estrategias de sobrevivencia. Otras veces, responden simplemente a la ausencia de modelos A estas situaciones, que arraigan en cambios sociales muy amplios, debemos agregar formas específicas de violencia contra las mujeres que constituyen rasgos estructurales de las relaciones entre los géneros a lo largo de la historia. Ello se evidencia en Uruguay en hechos preocupantes tales como que una mujer es asesinada cada 9 días por su cónyuge, excónyuge, novio o compañero, lo que puede ser otra de las formas en que se manifiesta la distribución desigual del poder entre los géneros.
El debilitamiento de los lazos comunales que suele afectar a los barrios en los que se concentran los sectores pobres, el deterioro de las familias en cuanto a su completitud y estabilidad, así como problemas básicos de infraestructura de la vivienda (como el hacinamiento), son todos factores que contribuyen a aumentar los riesgos de acoso, abuso y explotación sexual, en particular para las/os más jóvenes. La relación existente entre ese tipo de abusos y el incremento del embarazo adolescente, por un lado y de ciertas formas de prostitución adolescente, por otro, no debería descartarse. La inseguridad y la ausencia o lejanía de ciertos servicios, promueve la deserción de niñas y adolescentes del sistema educativo, y deja librado a ámbitos inadecuados la socialización de las más jóvenes.
La secuencia entre comportamiento de riesgo, pobreza y marginalidad, no es particularmente compleja, ni novedosa. El abandono escolar temprano posee una incidencia importante sobre la empleabilidad de los individuos, sobre la fecundidad temprana de las mujeres y sobre sus chances de formar
parejas estables. Baja educación, responsabilidades tempranas de mantenimiento de hogares con niños.
Estas no son rutas inevitables, y la gran mayoría de los hombres y mujeres pobres logran escapar, no sin enormes esfuerzos y sacrificios, de dichos círculos viciosos. Pero no debe sorprender que, ante contextos adversos sociales y materiales, ante la segregación creciente que la propia sociedad impone desde sus pautas residenciales y ante la distancia abismal que constatan entre sus posibilidades de bienestar real y el consumo ofrecido y sugerido, un segmento de la población uruguaya acabe atrapado en esos circuitos perversos. Si esto es cierto para una generación, lo es mucho más cuando se produce una trasmisión intergeneracional no sólo de carencias materiales y sociales concretas, sino también de estilos de vida alejados de modalidades integradas.
La distribución intergeneracional de la pobreza
Así como Uruguay se distingue en la región por sus bajos índices de pobreza, también se distingue por las mayores disparidades en cuanto a la incidencia de la pobreza en los diferentes grupos de edad extremos. Uruguay cuenta, después de Cuba, con la población más envejecida de América Latina. A su vez, el país exhibe tasas relativamente bajas de fecundidad. El resultado es que el crecimiento de la población se apoya sobre todo en aquellos tramos de edad en que tanto la manutención como la defensa de sus niveles de vida son más caros, y que demás plantean los mayores problemas a un desarrollo intergeneracional sustentable. Estos costos deben situarse en el marco de recursos nacionales: mientras la estructura de edades es similar a la de muchos países europeos, su producto per cápita es muy inferior a éstos, combinación ésta que llevó a Susana Pratesa caracterizar a Uruguay como una “sociedad vieja en un país nuevo”.
En 1999 el porcentaje de pobres entre los niños de 0 a 5 años es seis veces mayor que el porcentaje de pobres en la población de 65 años y más. En tanto los niños entre 0 y 5 años tienen probabilidades casi iguales de ser pobres o no pobres en el Uruguay, tan sólo diez de cada cien personas en la tercera edad eran pobres en 1991 y menos de siete de cada cien en 1999. Ello obliga, en primer lugar, a reconocer los importantes logros sociales del país en lo que refiere a la población más vieja. Inmediatamente, sin embargo, debemos preguntarnos qué actores están incidiendo en la preocupante minfantilización de la pobreza.
Antes cabe detenerse en la evolución de la pobreza por tramos etáreos en la última década Mientras la estructura de edades es similar a la de muchos
países europeos, su producto per cápita es muy inferior a éstos, combinación ésta que llevó a Susana Prates a
caracterizar a Uruguay como una “sociedad vieja en un país nuevo”.La pobreza infantil propiamente dicha (excluyendo la adolescencia) prácticamente no se modificó en tanto la tercera edad disminuyó sus niveles de pobreza en un
40%.
¿Por qué esta marcada diferencia entre la pobreza infantil y la pobreza en la población adulta y la tercera edad? La respuesta más simple, que indicaría que los niños se concentran desproporcionadamente en los hogares pobres, es descriptivamente correcta pero permite avanzar poco y nada sobre las causas de este fenómeno. En efecto, como puede observarse en el cuadro 2, los hogares que tienen al menos un integrante entre 0 y 17 años presentan probabilidades notoriamente más altas de caer en situación de pobreza que los hogares conformados exclusivamente por jóvenes-adultos, adultos y viejos. Sin embargo una afirmación como la anterior oscurece más de lo que ilumina. Al observar la evolución de la pobreza por personas y por hogares cabe colocar algunas preguntas a esta engañosa simplicidad.
2) El IPC del año 2011
El IPC está teniendo un comportamiento positivo, si bien las dudas acerca de la recuperación económica se han dejado notar en el consumo y por lo tanto en los precios, haciendo que hayamos vivido unos meses de caída de la inflación.
Debido al Plan de ajuste del Gobierno y la congelación de las pensiones contamos con un dato oficial no descafeinado. Y es que la subida de las pensiones suele usarse para marcar el objetivo de IPC oficial para el año en curso.
Los Presupuestos Generales del Estado 2011 (PGE 2011) marcan un aumento del 0% para el común de las pensiones pero sí de un 1% para las pensiones mínimas y este
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