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EL MANEJO FORESTAL EN MEXICO.

abelites23 de Septiembre de 2012

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El manejo forestal en México

México cuenta con una extensa superficie forestal (en conjunto 138 millones de hectáreas que representan el 70% del territorio nacional) y con uno de los mosaicos de vegetación más variados y ricos en biodiversidad del mundo. Los bosques y selvas cubren casi 64 millones de hectáreas (34% del territorio nacional). Esto representa un importante potencial para la producción forestal no solo de madera sino de una gran variedad de recursos no maderables, pero sobre todo los ecosistemas forestales juegan un papel fundamental en la regulación de las condiciones ambientales.

Este potencial no ha sido aprovechado adecuadamente, en el caso de la madera, si bien se hace alusión muchas veces a las limitaciones que representa para su aprovechamiento la topografía accidentada, y una productividad baja (1-2 m3 de madera por hectárea), en realidad las áreas forestales pueden ser muy productivas, si se aplican sistemas de manejo adecuados. En la actualidad, las áreas bien manejadas de bosques de pino-encino presentan rendimientos anuales entre 8 y 10 m3 por hectárea. Tomando en cuenta este dato, un cálculo conservador permite ver que si se pusiera bajo técnicas silvícolas adecuadas el 10% de la superficie de bosques de pino-encino del país; es decir, 1.63 millones de hectáreas, podrían producirse de manera sostenible entre 13 y 16 millones de metros cúbicos anuales, lo cual es mucho más que el promedio nacional de producción legal de madera que ha variado entre 6 y 9 millones de metros cúbicos en la última década.

Los otros tipos de vegetación forestal del país tienen un potencial importante de producción sostenible. Pero para desarrollarlo, se necesitan establecer los mecanismos técnicos, organizativos, institucionales y de comunicación necesarios. En su conjunto, las áreas forestales podrían satisfacer de manera sostenible la demanda nacional de productos forestales maderables y no maderables y generar excedentes para la exportación, manteniendo al mismo tiempo áreas muy importantes para alojar una enorme diversidad de formas de vida silvestre, regular los flujos en las cuencas hidrológicas y proveer a la sociedad de una amplia gama de otros servicios ambientales.

Paradójicamente, frente a niveles de aprovechamiento por debajo del potencial, una extensión considerable de los bosques y selvas de México han sufrido procesos de degradación, además de la reducción de su superficie por la deforestación.

La recurrencia de fallas en los sistemas de manejo forestal ha provocado procesos de degradación por la reducción de la cantidad y la calidad de existencias de la madera.

Sistemas o formas del manejo forestal

Si definimos al manejo forestal como un proceso en el que se aplica un conjunto de intervenciones técnicas, institucionales y comunicativas para lograr objetivos de producción de recursos, conservación y restauración, podemos identificar a lo largo de la historia diferentes formas o sistemas de manejo forestal. Estos sistemas se pueden caracterizar por su orientación hacia el autoconsumo o al mercado, por su escala grande o pequeña, los mecanismos de regulación local o centralizada y las prácticas de manejo empleadas (Rietbergen 1988). Podemos hablar así, de los sistemas originarios o ancestrales, agroforestales campesinos, pre-industriales e industriales y de sistemas de aparición más reciente que podemos llamar emergentes. Aunque estos sistemas aparecieron secuencialmente, unos no reemplazan a otros, sino que coexisten y se relacionan de manera muchas veces compleja.

Sistemas originarios o ancestrales.

Desde su origen, los humanos no solo interactuaron con su entorno ecológico como cualquier otra especie animal, sino que hay indicios arqueológicos, reforzados por las evidencias etnológicas del estudio de pueblos de cazadores-recolectores, de intervenciones deliberadas sobre la estructura y composición de los ecosistemas forestales y de la aplicación de reglas sociales sobre el uso de los recursos, de manera que es posible considerar la existencia de un manejo incipiente.

Los medios técnicos eran limitados pero podían tener una influencia importante en los paisajes forestales, especialmente a través del uso del fuego, que según la evidencia disponible (Pyne 1996), comenzó a ser utilizado por Homo erectus hace unos 800,000 años (nuestra especie, Homo sapiens apareció hace unos 250,000 años), y aumentó la incidencia de incendios en regiones como el África subsahariana (Bird y Cali 1998). En Norteamérica está ampliamente documentado el uso del fuego por los pueblos indígenas con distintos propósitos tales como cazar animales (desde grandes mamíferos hasta insectos) que huyen del fuego, quemar áreas para favorecer el brote de plantas forrajeras utilizadas por los animales de caza o favorecer brotes de otras plantas (como encinos, por ejemplo) que proveen semillas o frutos comestibles para los humanos, reducir la acumulación de combustibles alrededor de campamentos, etc. Aunque existen muchos prejuicios sobre los impactos negativos de los incendios en los ambientes forestales, el fuego ha sido desde hace mucho tiempo una herramienta indispensable en el manejo forestal (Pyne 1996, Rietbergen 2001).

Sistemas agroforestales campesinos.

Con el origen de la agricultura y el establecimiento de asentamientos permanentes, los seres humanos comenzaron a transformar el paisaje de una manera más profunda (Rietbergen 2001). Muchos de los sistemas de manejo campesino que surgieron con la invención de la agricultura integran el cultivo de plantas anuales y perennes con el manejo de las áreas forestales circundantes, que proveen una gran variedad de recursos, y pueden considerarse a escala de la parcela y del paisaje como sistemas agroforestales. Por ejemplo, existen números ejemplos de esta forma de manejo que han persistido hasta nuestros días en México (Toledo et al. 1978, 2003, Sanabria 1986) en las que no solo se dejan o se cultivan árboles y arbustos en combinación con cultivos anuales en las parcelas, o se recolecta leña, madera para construcción y para fabricación de instrumentos varios, y plantas alimenticias o medicinales, sino que además la corta selectiva y la plantación sirven para regular la composición de la vegetación en los terrenos en barbecho, lo cual puede considerarse como una forma de silvicultura.

La persistencia de estos sistemas agroforestales campesinos es una forma de manejo forestal que ha sido ignorada como tal y muchas veces desdeñada con una actitud de arrogancia intelectual basada en la idea de que el manejo solo es aquel que llevan a cabo los técnicos profesionales, a pesar de que se trata de los únicos ejemplos probados de han perdurado y que podrían constituir una base para el diseño de nuevos métodos aplicables principalmente en zonas consideradas como marginales para la agricultura o la producción forestal modernas (Jardel y Benz 1993). Estos sistemas agroforestales campesinos no solo contribuyen al sustento de comunidades rurales, sino también a la producción orientada al mercado (en el caso de varios productos comerciales importantes, entre los que destaca el café) y a la conservación de biodiversidad y la generación de servicios ambientales. Sin duda forman parte del manejo forestal contemporáneo y merecen una mayor atención en la política forestal y de conservación.

Los sistemas agroforestales campesinos en México han incorporado también a la ganadería. El apacentamiento de ganado en los bosques ha estado relacionado a algunas de las formas más antiguas de manejo forestal. En México la ganadería en “agostaderos cerriles” –esto es, en áreas forestales de encinares, selvas secas, matorrales y zacatonales –y en los bosques de coníferas y las selvas húmedas está ampliamente extendida. En estos sistemas, se distribuye la carga animal, de modo que se logre una producción suficiente de forraje y se evite la degradación del pastizal. El fuego es utilizado para el manejo de los agostaderos como un medio para inducir el rebrote de plantas forrajeras; esta es una causa importante de incendios forestales que, sin embargo, podría integrarse a prácticas planificadas de manejo del fuego. El apacentamiento de ganado –que en México es una vieja práctica de uso de las tierras forestales que data desde la Colonia– con regulación de la carga animal, rotación de potreros y control de las quemas de agostaderos, debe ser considerado como una práctica viable en el contexto del manejo forestal.

Sistemas preindustriales.

Con el desarrollo de las ciudades y el surgimiento de sociedades complejas con formas de gobierno centralizado y control de territorios extensos, surgieron las primeras formas de administración a gran escala de los recursos forestales. Durante siglos la madera constituyó un recurso esencial como fuente de energía (leña combustible) y como uno de los principales materiales utilizados para la construcción y la fabricación de muebles y diversos instrumentos. La demanda de madera en los centros de población, por una parte, y el desmonte de tierras forestales para la agricultura, así como el apacentamiento de ganado, comenzaron a tener impactos en la deforestación y la degradación de los bosques que implicaron la necesidad de poner en práctica normas para la conservación de las áreas forestales y la regulación de la cosecha de madera y otros productos y el pastoreo desde la Antigüedad; surgieron también algunas de las primeras técnicas de silvicultura y ordenación conocidas.

En México, se enfrentaron problemas de escasez de madera alrededor de las zonas mineras de Taxco y Zacatecas y era estratégico mantener el abasto de madera para la construcción naval en

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