EL PAPEL DE LA CIENCIA
Soledad CayoEnsayo29 de Agosto de 2020
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“La otra cara de la ciencia”
Cuando pensamos en ciencia, algunas ideas que se nos vienen a la mente para calificarla suelen ser, “verdadera” “neutral” “racional”, y no estaríamos equivocadas. Durante mucho tiempo desde la epistemología se le asignó a la ciencia esas características. La ciencia ha sido como el saber más sólido de todos los conocimientos posibles, el progreso de la ciencia y su universalidad como indiscutible y la razón científica como modelo de racionalidad general.
El epistemólogo argentino Mario Bunge nos plantea “¿Qué más puede pedírsele a la ciencia? Si algún perjuicio puede ser imputado a la ciencia, es sólo resultado de su mala aplicación. Todo avance científico es beneficioso. La ciencia es neutra. Lo que ocurre es que la tecnología es ambigua: nos brinda instrumentos que tanto pueden servir al bien como al mal. Desde luego, algunos productos industriales de la tecnología sólo sirven para el mal. Con una ametralladora sólo se puede matar, mientras que con explosivos también se pueden abrir túneles.”
El impacto del desarrollo científico y tecnológico en el siglo xx se manifiesta en todos los ámbitos del quehacer humano. Esther Díaz (1998), nos propone un ejercicio de imaginarnos en un mundo donde desaparecieran todos los componentes científicos. Y ese ejercicio no hace más que señalar la importancia de la ciencia y sus aplicaciones: muestra cómo el desarrollo científico compromete nuestra vida actual.
Retomando la pregunta de Mario Bunge “¿Qué más puede pedírsele a la ciencia?”. Al parecer no tendríamos más para pedirle. Si bien no podemos negar los beneficios positivos que la ciencia nos ha brindado y los cuales todos disfrutamos, pero resulta necesario mirar más allá.
Si bien se reconoce los enromes avances, por otro lado, resulta pensar las consecuencias en la sociedad, porque en nombre de la ciencia y el progreso se han cometido las peores atrocidades, como se ejemplifican en los casos a analizar. En este sentido, podemos retomar la siguiente cita:
“La ciencia es como un martillo que a veces se usa para clavar un clavo y otras veces para aplastar la cabeza de una persona… Las teorías científicas incluyen sus condiciones de aplicación cuando los científicos las elaboran” E. Marí. “
Aquí podemos observar un posicionamiento diferente al de Bunge, en el cual, si le podemos pedir más a la ciencia. Por ejemplo que cuestione su neutralidad y su supuesta inocencia de las “aplicaciones” que con ella se lleven a cabo. La actividad científica es una actividad humana, y los seres humanos estamos cargados de valoraciones. Creer que cualquier actividad que llevamos a cabo sea neutra, es ir en contra de nuestra condición humana.
Si bien durante mucho tiempo se pensó que la ciencia, como “búsqueda de la verdad”, se llevaba a cabo sin responsabilidad ética, y movilizada solo por una obligación cognoscitiva neutra, en la que se diferenciaba claramente los contextos de descubrimiento y justificación de los contextos de aplicación, en la actualidad resulta necesario reflexionar no solo sobre el “como” se aplica, sino sobre la actividad científica en sí.
Es necesario develar la otra cara de la ciencia. Pensar que el único objetivo de la ciencia es la búsqueda de la verdad, y el científico no tiene responsabilidad ética sobre los descubrimientos nuevos que da al mundo, que la responsabilidad en última instancia será de quienes ejecutan eso, de los técnicos, de los políticos… seria caer en una mentira.
La ciencia es una actividad que está determinada por la sociedad donde emerge, ya lo planteaba Khun, pero también la actividad humana no puede escapar a su “carga ética”, como plantea Esther Díaz. A la ciencia le cabe una responsabilidad. Se debe una reflexión ética. Una reflexión que comience antes de iniciarse una investigación,
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