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Papel De Los Valores En La Ciencia


Enviado por   •  2 de Junio de 2015  •  2.289 Palabras (10 Páginas)  •  386 Visitas

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Papel de los valores en el quehacer científico

Desde Moore, con su conocida "falacia naturalista" se solía considerar, por los filósofos de la ciencia, en las primeras décadas del siglo XX, que esta debía ser una actividad descriptiva, explicativa y predictiva, y que las teorías debían ser falsables, comprobables, verificables, enfatizando los valores cognitivos o epistémicos en la ciencia, pero en modo alguno se debía preguntar sobre el deber ser del quehacer científico. El mismo Laudan, en su libro Science and Values(1), insiste en que los valores y normas que él estudia no son los valores éticos, ni las normas morales, sino los valores cognitivos y las normas o reglas metodológicas.

Sin embargo, a mediados del siglo XX, con las consecuencias de la bomba atómica, y en particular en los últimos veinte años con el comienzo de la ingeniería genética, se fue tomando conciencia de que la ciencia no era, como pensaban los iluministas, suficiente por sí misma para instaurar una sociedad armónica, sino que ella ofrecía sí muchos beneficios a la humanidad, pero también significaba un inmenso riesgo. En otras palabras, se comprendió que la ciencia no era solamente una actividad teorética, sino también una actividad práctica capaz de transformar el mundo, e incluso de destruirlo. El científico no sólo indaga cómo es el mundo, sino que con su actividad está permanentemente transformándolo.

La ciencia como decía Bacon es poder. Quien conoce las leyes de la naturaleza tiene también el poder de dominarla. El filósofo inglés se mostró siempre muy entusiasmado ante el poder maravilloso que empezaba a vislumbrar en la ciencia, la cual veía como valor biológico puesto que tiene una importancia capital para la vida. Las ventajas que la ciencia ofrece son para Bacon fundamentalmente prácticas y utilitarias: gracias a ella la humanidad ya no tiembla aterrorizada ante las fuerzas de la naturaleza, posee los medios para mitigar o evitar el sufrimiento, y puede conseguir una vida más placentera y armónica. Antes el universo era un enemigo que se mostraba siempre hostil al hombre, ahora el universo puede convertirse en amigo gracias al progreso científico. Cuanto mayor es el conocimiento científico mayor es el dominio que se puede ejercer sobre la naturaleza. Como puede verse, es grande el entusiasmo de Francisco Bacon frente al valor práctico del conocimiento científico.

Una consecuencia de este valor práctico de la ciencia es la fórmula de Augusto Comte: “saber es prever”. Cuando se conocen las leyes a que obedecen los fenómenos se pueden prever los hechos y pronosticar los sucesos. Bacon y Comte señalan valores muy importantes, pero todos esos valores son de carácter práctico y utilitario. Existen además valores de otro orden, valores ideales de la ciencia que se refieren a su función teórica. La ciencia por ejemplo conduce a una gran unificación de los conocimientos y a ensanchar el horizonte del pensamiento. La ciencia, como decía Einstein, no vale solamente por sus aplicaciones prácticas sino también por las ideas que aporta para la comprensión y explicación del mundo(2). Pero también podríamos hablar de los valores éticos, sociales, culturales y políticos que desencadena no tanto el desarrollo de las teorías científicas, sino la aplicación de éstas (tecnociencia).

Poco a poco se ha ido comprendiendo que la ciencia encierra una multiplicidad de valores y esto ha hecho pensar a algunos filósofos de la ciencia, que su actividad debe ampliarse involucrando en su trabajo el estudio epistémico y metodológico, pero también el axiológico, de tal manera que hoy día es difícil mantener una separación radical entre la filosofía de la ciencia y la filosofía práctica, como trató de buscarlo Locke en sus Ensayos sobre el entendimiento humano, al separar entre Física (filosofía natural), Filosofía práctica (Etica) y Semiótica (o doctrina de los signos)(3).

En general, los filósofos que se han inscrito en la tradición empirista inspirados en Locke y Hume, y más tarde en Kant(4), y los neokantianos, redujeron la racionalidad de la ciencia a una racionalidad pura, separando la ciencia de la axiología; concepción que ha sido seguida incluso por sociólogos de la ciencia como Max Weber(5), para quien la finalidad de la ciencia, sea esta social o natural, es decir la verdad, tratando además de describir y explicar los fenómenos de la mejor manera posible. Según Weber, sólo se posee conocimiento científico cuando se logran explicaciones causales, pero sabemos muy bien que las explicaciones causales representan visiones muy fragmentadas y parciales de la realidad y exigen un retroceso causal, retroceso que debería llevar hasta el infinito, pero como esto es imposible el investigador se ve obligado a seleccionar aquellos aspectos que le interesa estudiar. Esta selección sólo puede realizarse haciendo referencia a valores. Dado que en la ciencia, a su juicio, no deben expresarse juicios de valor, plantea Weber que "el hombre de ciencia debe indicar claramente dónde y cuándo termina de hablar el científico y dónde y cuándo comienza a hablar el hombre de voluntad"(6). Esta reflexión la tiene muy en cuenta, sobretodo al referirse, en El Político y el científico, a la actividad docente. El maestro no es un caudillo que orienta políticamente a sus estudiantes, ni un profeta que reparte revelaciones sobre cómo actuar y sobre el sentido del mundo, sino un orientador cuya tarea es crear claridad y responsabilidad respecto a las posiciones que el alumno tome en relación con el mundo. El profesor ofrece pistas para que el alumno reflexione y asuma críticamente su compromiso político y ético como persona y como ciudadano(7). Sin embargo nos preguntamos: ¿es posible mantener una tal neutralidad en la docencia, sobretodo hoy, cuando la ciencia ha tocado las fibras más íntimas del ser humano, como sucede por ejemplo con la ingeniería genética? ¿O cuando la investigación sirve para desarrollar métodos crueles de destrucción masiva, como las armas nucleares o biológicas?.

Robert Mertón, otro sociólogo de la ciencia, recalcará al contrario que la ciencia no sólo ofrece una acervo muy importante de conocimientos acumulados, y de métodos para lograr dichos conocimientos, sino que ella incluye también una serie de prácticas sociales o comunitarias, prácticas que naturalmente están regidas por normas y valores, de donde deduce que además de una metodología y una epistemología, la filosofía de la ciencia debería incluir también una axiología, si de verdad quiere acercarse a la práctica científica real. Sin embargo, siguiendo una tesis reduccionista, se centró únicamente en el conocimiento científico y su expansión, dejando de lado el contexto de aplicación, sin duda una

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