EL estado afectivo del paciente

El estado afectivo del paciente

Como seres humanos civilizados, no podemos evitar estar en contacto con el otro, es necesario que exista la interacción social para poder desarrollarnos a través de la estimulación que, en un inicio, se da a través de la relación con la madre, posteriormente con el padre, hermanos, tíos u otro familiar con el que el individuo se relaciona en el entorno familiar.

Se da por hecho que este desarrollo debe darse de manera positiva, pero sabemos que no siempre es así y que una alteración en el desarrollo del ser humano puede derivar en problemas afectivos que se prolongan hasta la vida adulta. Es precisamente la parte afectiva en la que centraré este ensayo.

Pero ¿qué se entiende por afectividad? “la afectividad o estado emocional abarca todos aquellos estados de ánimo y todas las reacciones que tienen origen en las pulsiones” (Gonzales Núñez, 2002). Los afectos, representa un medio de descarga, una válvula de escape que permite la liberación de una carga pulsional a la que se le da el nombre de “carga afectiva”, misma que está determinada por una cantidad de catexia. Cuando la intensidad de las emociones sale de la norma, el desequilibrio emocional se puede manifestar en angustia, rencor, vergüenza, culpa y depresión.

Por otra parte también es necesario considerar la base biológica de los afectos. “Las emociones consisten en pautas de respuestas fisiológicas y conductas típicas de especie.” (Carlson, 2010). En el cerebro se encuentra un área que se ha estudiado ampliamente para describir las emociones, la cual lleva el nombre de sistema límbico. La principal función de este es procesar los estímulos emocionales tanto del medio ambiente como los internos. Cuando estos se conjugan con procesos cognoscitivos es posible dar una interpretación subjetiva de las emociones y también dar respuestas de tipo socio-afectivas.  

El sistema límbico está compuesto por: amígdala (te ayudan discriminar entre los impulsos emocionales que son importantes que pasen hacia el hipotálamo y corteza prefrontal), cuerpos mamilares (conectar zonas implicadas con la emoción y la memoria con el tálamo), hipocampo (traer memoria de estímulos emocionales pasados y generar nuevas memorias de estímulos emocionales actuales), trígono cerebral (conectar las diferentes estructuras permitiendo la transmisión de la información), corteza cingulada (en el área emocional, modular y procesar información de los matices emocionales, modulación de voz, aprendizaje de la vocalización emocional que facilita formación de apegos a largo plazo y su estimulación provoca sentimientos de ansiedad, placer y miedo), septum (expresión de respuestas de placer, incluidas las de sexualidad y regulación de la actividad del S.L) y bulbo olfatorio (vinculación de emociones a estímulos olfativos). Las emociones se expresan a través de la acción del sistema límbico sobre el hipotálamo.

Teniendo conocimiento de las estructuras cerebrales implicadas en los afectos, podemos tener una noción más amplia y clara de lo que ocurre en el paciente. Nos permitirá ver al individuo precisamente como la suma de sus partes.

Ya en la praxis psicoterapeutica, el analista debe estar consciente de que, durante el primer encuentro con el paciente y en sesiones posteriores, no solo va a preguntar por preguntar. De la fuente (1959) menciona que “en tanto que se interroga, es posible observar y recoger datos valiosos” (p. 203), de igual manera, González Núñez (2002) destaca que “la primera entrevista, así como todas las demás, es un proceso que consiste en observar, conversar, escuchar e investigar”. Toda esta recolección de datos nos dará información muy valiosa sobre los afectos del paciente. Se comienza por observar la vestimenta, la postura, el tono de voz, expresión facial, la inquietud y su reacción ante la presencia del terapeuta, así como sus respuestas a la interacción entre ambos.

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