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El Origen De La Vida Cap. 6


Enviado por   •  11 de Junio de 2013  •  1.498 Palabras (6 Páginas)  •  513 Visitas

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En este artículo expone Oparin todas las propiedades de los coacervados primitivos, que no siendo seres vivos llevaban «latente la posibilidad de dar origen, en determinadas condiciones del desarrollo, a la formación de los sistemas vivos primarios» (p. 119).

Indica que «tal situación es propia también de todas las etapas anteriores de la evolución de la materia» (p. 119). Por eso, «en las asombrosas propiedades de los átomos de carbono de los cuerpos cósmicos se hallaba latente la posibilidad de formar hidrocarburos y sus derivados más simples» (p. 119). Y del mismo modo «las propiedades de las proteínas encerraba ya la posibilidad de originar coacervados complejos» (p. 119). Y también en esta individualización de las gotas respecto del medio exterior hallábase implícita la garantía de su ulterior desarrollo (cfr. p. 119). Todas estas afirmaciones son coherentes con su pensamiento; sin embargo, no expresa su fundamento.

«Dos coacervados surgidos en la misma solución acuosa (y al mismo tiempo) se diferencian en cierto grado por su composición y su estructura interna, lo que ya señala una velocidad y dirección de las distintas reacciones químicas» (p. 120).

Hay, pues, una relación entre la estructura individual u organización de esa gota y las transformaciones que se operan en ella. Estas reacciones químicas, al principio realizadas de modo más o menos desordenado, dieron lugar a que en algunos coacervados creciera la estabilidad («reacción útil») y en otros se aumentara la inestabilidad («reacción perjudicial»), con su consiguiente desaparición. De esta manera los coacervados adquieren individualidad, pues su destino lo determinan ahora las relaciones entre las condiciones del medio ambiente y la propia estructura específica de la gota, del coacervado.

Oparin inmediatamente analiza «cuál pudo haber sido el destino de cualquiera de ellos» (p. 121). Los coacervados toman del medio algunas sustancias con lo cual crecen, y se producen en ellos procesos de síntesis y desintegración de sustancias, con diferente velocidad según las condiciones del medio exterior y la organización físico-química interna del coacervado. Solamente subsistieron los coacervados que tenían cierta estabilidad dinámica. Así hubo gotas «desafortunadas» que desaparecieron; y gotas más «afortunadas», más organizadas. Estas gotas «no sólo debieron conservarse, sino también aumentar de volumen y de peso; es decir, debieron crecer (...); cada una de esas gotas, al aumentar de tamaño, por la influencia de causas puramente mecánicas hubieron de dividirse en distintas partes, en varios trozos» (p. 123). Aparecen así gotas «hijas». De este modo crece la sustancia organizada, a la vez que crecían las gotas coacerváticas en la superficie de la tierra, se modificaba constantemente la calidad de su propia organización, «y estas modificaciones realizábanse en determinado sentido, precisamente en el sentido que daba origen a un orden de los procesos químicos que había de asegurar la autoconservación y la autorrenovación constante de todo el sistema en su conjunto» (p. 124).

Del mismo modo que aumentaba su estabilidad había de incrementarse el dinamismo de estos sistemas hacia un aumento de velocidad de las reacciones: «sólo podían seguir creciendo y desarrollándose las formas en cuya organización se habían producido cambios esenciales que aceleraban muy considerablemente la velocidad de las reacciones químicas y establecían a la vez en ellas cierta coordinación, cierto orden» (p. 124).

Al considerar la actividad catalítica de los fermentos toma como ejemplo la diferente actividad del hierro inorgánico y el hierro incorporado en la catalasa, que es tan enorme que Oparin llega a exclamar: «¡Pese a todo el perfeccionamiento de nuestra técnica industrial, todavía no hemos conseguido el grado de ‘racionalización’ alcanzado por la naturaleza!» (p. 125).

La extraordinaria potencia del fermento que sólo se consigue cuando estas partes se combinan entre sí de un modo preciso, y que es debida a una relación específica entre su estructura química y la función fisiológica, sólo pudo originarse, afirma Oparin, por el perfeccionamiento de esos sistemas y «la adaptación de su estructura a la función que desempeñan en las condiciones de existencia dadas» (p. 126). El aceleramiento de las distintas reacciones únicamente pudo lograrse merced a la acción de catalizadores inorgánicos (sales de calcio, de hierro, de cobre, etc.); y sólo quedaban aquellas combinaciones que «cumplían sus funciones con la máxima rapidez y del modo más racional» (p. 126). Los catalizadores inorgánicos fueron sustituidos gradualmente por los fermentos más complejos al complicarse las formas coloidales, dotados de una gigantesca actividad y de un efecto sumamente específico por el cual sólo ejercían su acción sobre determinadas reacciones. Y los sistemas coloidales que permanecieron lograron su estabilidad cuando en los procesos de síntesis «se estableció cierta repetición

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