Extincion De Animales
ximenavt201316 de Mayo de 2013
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Oposición de profesionales de la salud, médicos y científicos a la experimentación con animales victimas de muertes atroces a causas de experimentos científicos contra ellos.
Hoy en día los avances científicos y la aceleración del mundo tecnológico se vienen realizando con frecuencia la experimentación con animales, se ha convertido en una práctica habitual llevada a cabo en nombre de la salud y el bienestar de los que nos llamamos personas.
Están utilizando animales para experimentos desde las empresas de cosmética hasta los laboratorios farmacéuticos y los utilizan para la experimentación y comprobación de hipótesis en la realización de pruebas de medicamentos para cura de enfermedades. Es tanta la práctica que no están midiendo el impacto social y vida digna que deben tener también los animales, generando atroces sufrimientos, estadísticas confirman que anualmente en el mundo mueren millones de animales víctimas de la experimentación.
Distintas ramas utilizan animales: las empresas comerciales (cosmética, limpieza, etc.); la industria armamentística; los laboratorios farmacéuticos, las unidades de investigación de los hospitales y la investigación veterinaria. El 99% de estos experimentos son repetitivos y sólo se realizan para justificar becas y patrocinios, o a los efectos de la publicación de un trabajo buscando notoriedad.
Estos experimentadores desprecian los impresionantes "bancos de datos" que ya existen y gracias a los cuales se hacen innecesarias estas interminables repeticiones de experimentos que en su mayoría no son extrapolables al ser humano y en algunos casos suponen un freno al avance de la ciencia (como sucedió en el caso de la talidomida).
En otros casos, después de haber sido sacrificados miles de animales, las sustancias experimentadas han de ser retiradas del mercado, como sucede con muchos tipos de fármacos, por sus efectos secundarios en humanos, que han provocado incluso la muerte. Este pronóstico hace que las personas que hacen la practica en experimentos de animales comiencen a generar conciencia que no se está haciendo nada bueno en beneficio al ser humano y en contra de la vida de los ecosistemas y la naturaleza en la vida animal, pero si provocando de manera constante la muerte de animales inocentes que en si no tendrían nada en común con el ser humano, intentos fallidos que no conllevan a nada.
Libros como Animal Liberation (Liberación Animal) del filósofo australiano Peter Singer, estudios del comportamiento de los primates de etólogas como Jane Godall o Dian Fossey, o, en España, Félix Rodríguez de la Fuente fueron en los años 70 el combustible para el cambio. Así nacieron los movimientos para la defensa de los animales que pusieron contra las cuerdas a la experimentación científica e irrumpieron en las aulas para concienciar a los estudiantes de medicina y biología de que el sufrimiento de los animales en el laboratorio se podía evitar.
La revista Scientific American hace un amplio repaso al debate sobre este polémico tema en sus páginas del próximo mes de febrero, y como advierte John Rennie desde el editorial, esta discusión "aunque es frustrante y parece que nunca va a llegar a su fin, puede ser constructiva a pesar de todo".
Al otro extremo de la contienda recibiendo las críticas de los activistas, se apiñan algunos investigadores que han formado grupos como la Sociedad para la Defensa de la Investigación (SDI), en EEUU. Estos científicos, aunque reconocen que hay experimentos que se podrían haber evitado, creen que el uso de animales es insustituible en buena parte de los trabajos, al menos por ahora, y que gracias a su utilización se han dado pasos muy importantes en la lucha contra las enfermedades de los seres humanos. Pero no toda la experimentación animal ha sido un ejemplo de excelencia.
En 1984 salieron a la luz unas cintas de vídeo grabadas en el Centro Médico de la Universidad de Pensilvania en las que aparecía el personal del laboratorio mofándose de unos mandriles a los que se les había aplastado la cabeza durante unos experimentos para estudiar el trauma. Escenas tan patéticas como ésta, que por otro lado no hay que ir hasta Pensilvania para encontrarlas ni remontarse a 1984, son las que han hecho estallar en cólera a los defensores de los animales y quizás han facilitado que estos grupos amantes de la naturaleza clasifiquen todos los tipos de experimentación animal dentro de un mismo saco.
Hoy en día, casi todos los activistas liberadores de animales insisten en que la investigación con animales es totalmente innecesaria , y para estas personas los científicos que utilizan animales para sus estudios son individuos crueles y corruptos a los que sólo les mueve el deseo de publicar sus trabajos y conseguir becas. Para muchos de estos defensores, el hecho de que se maten anualmente 6.000 millones de animales, casi todos para comida, representa un holocausto, y también creen que los médicos que trabajaron para Adolf Hitler son una prueba de que los científicos pueden llegar a ser inhumanos si se les pone facilidades.
Desde el otro bando, hay investigadores que creen que los defensores de los animales son estúpidos en el mejor de los casos y fanáticos peligrosos en el peor, y algunos de ellos también se acuerdan del dictador alemán cuando tratan de demostrar que los activistas son antihumanos, ya que Hitler era también un amante de los animales que aprobó unas leyes contra la crueldad en la Alemania de los años 30.
Fuera de estos extremos, muchas personas reconocen que estos enfrentamientos también han tenido un aspecto positivo y que el resultado de la batalla está sirviendo para informar y concienciar al público de la situación, y para conseguir que la experimentación animal sea un proceso más riguroso de lo que ha sido hasta ahora.
Muchos investigadores han empezado a buscar afanosamente alternativas a los animales. Sin embargo, alegan que, por mucho que se empeñen, hay fases en el programa de cualquier investigación que son imposibles de realizar en un tubo de ensayo. "No es suficiente saber cómo se comportan los tejidos, las células o las moléculas individualmente", escriben en un manifiesto los miembros del SDI. "El cuerpo vivo es mucho más que una colección de partes y nosotros necesitamos saber cómo interaccionan, cómo se controlan".
Los partidarios de la investigación creen que a medida que la ciencia vaya progresando puede que consigan reducir el número de animales utilizados en ciertas áreas, pero en otras puede que aumente. Por ejemplo, si se desarrollan modelos animales mejores.
Ahora, según estos científicos, ya se pueden criar animales que tengan exactamente los mismos defectos genéticos que causan una enfermedad humana. De manera que un ratón con fibrosis quística, por ejemplo, puede tener los mismos síntomas que un niño con fibrosis quística. Estos ratones también son el método ideal, asegura Barbara Davis de la SDI, para probar la terapia génica que podría ofrecer una solución definitiva para esta enfermedad.
A parte de para el estudio de las funciones normales del cuerpo o del mecanismo de una enfermedad, según Davis añade que los animales son también necesarios en la última etapa del desarrollo de un tratamiento. "No es ético ni legal probar los medicamentos nuevos en pacientes sin estar seguros de que van a resultar beneficioso para ellos o por lo menos que no les harán daño. Por eso han de ser probados primero en animales".
Como es lógico, también hay infinidad de científicos que son amantes de los animales. Un estudio sociológico realizado en la Universidad Fordham por el doctor Harold Takooshian reveló que entre los investigadores de biomedicina que se encuentran los mismos sentimientos enfrentados que se dan fuera del laboratorio.
Es el caso del doctor Donald Silver, que en los años 70 estudiaba el cáncer en ratones en el Sloan-Kettering Hospital, y que recuerda que cada vez que dudaba sobre su trabajo se ponía a pensar en los pacientes terminales que había en el pabellón de los niños del hospital. Así, dice, se despejaban todas las dudas en un instante.
Si un investigador tiene sentimientos hacia el animal con el que trabaja puede perjudicar su labor.
En este sentido, otro sociólogo, Arnold Arluke, de la Northeastern University, estudió desde 1985 hasta 1993 el caso de los animales favoritos en el laboratorio. Arluke informó que algunos técnicos quedaban profundamente afectados cuando sacrificaban a un perro juguetón o un ratón con el que se habían encariñado.
Esa tristeza se desaprobaba oficialmente, de modo que solía mantenerse en secreto. Y después de unas cuantas muertes de animales favoritos, el técnico de laboratorio aprendía a evitar desarrollar sentimientos hacia las criaturas.
Esta separación de los sentimientos puede que sea beneficiosa para los científicos pero no para los animales. Según los liberadores de animales esto hace que no se tenga en cuenta cuándo sufren.
Sin embargo, hay cada vez más investigadores que tratan de equilibrar los requisitos de la ciencia con la mayor humanidad posible. Por ejemplo, Keith A. Reinman, un veterinario de la Universidad de Harvard, hace investigación del sida con monos e insiste en que se mate al animal en cuanto se ponga enfermo aunque se pueda obtener algo más de información si se observa cómo evoluciona la enfermedad.
La preocupación de los científicos por los animales se empezó a hacer patente por primera vez en los años 50, cuando el zoólogo británico William M. S. Russell y el microbiólogo Rex L. Burch publicaron los Principios de la Técnica Experimental Humana en la que describieron
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