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FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EL CONOCIMIENTO CUENTA


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2022  •  Monografías  •  3.696 Palabras (15 Páginas)  •  65 Visitas

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FILOSOFÍA DE LA CIENCIA

EL CONOCIMIENTO CUENTA

DEL LIBRO PIENSE EN GRANDE DEL Dr.  BEN CARSON

“Bah, eso no es relevante hoy en día”

“No necesito saber eso”

“Está sobrecargado su mente con información inútil”

“¿Para qué me sirve el Álgebra, la Química y la Historia, ¿si me dedico a las ventas?”

He oído todos esos argumentos en contra de aprender y la mayoría se reducen a:

  1. Demasiado conocimiento sobrecarga la mente.
  2. Cierto tipo de conocimiento es irrelevante.

El primer argumento es falso. De manera errónea, el segundo implica que necesitamos aprender sólo aquello que utilizaremos en nuestro trabajo.

Ninguno de los dos argumentos es válido.

Antes de refutarlos quiero hablar sobre:

EL CONOCIMIENTO

Este tema es muy querido para mí, porque con frecuencia se desdeña el conocimiento, en especial entre estudiantes de escuelas de las peores zonas de la ciudad. También encuentro esta actitud en escuelas de zonas residenciales, donde normalmente podríamos esperar que los estudiantes tengan sed de conocimientos.

Refuto los dos argumentos generales en contra del aprendizaje con las siguientes afirmaciones:

PIENSE EN GRANDE

En primer lugar, no podemos sobrecargar el cerebro humano. Este cerebro divinamente creado tiene ochenta millones de células, al nacer. Si se usan al máximo, esta computadora humana que hay en el interior de nuestra cabeza podría contener todo el conocimiento de la humanidad desde el comienzo del mundo hasta el presente y todavía le sobraría lugar.

En segundo lugar, no sólo no debemos sobrecargar nuestro cerebro, porque también sabemos que este retiene todo. Con frecuencia utilizo este dicho: “El cerebro se apropia de todo lo que encontramos”. La dificultad no estriba en el ingreso de información, sino en cómo extraerla. A veces “archivamos” información en forma desordenada o adosamos partes importantes de información a otra de poca importancia y esto nos confunde.

Todo el conocimiento es importante, un hecho que algunas personas no quieren aceptar. Una de las cosas maravillosas acerca del aprendizaje es que el conocimiento no sólo se transfiere de un área a otra, sino que también, funciona como una avenida que conduce al entendimiento y a la comprensión.

Por ejemplo, los estudiantes a menudo se quejan de que los cursos de estudios sociales son irrelevantes, en especial los de Historia y Geografía. Lo que con frecuencia no entienden es que estas materias amplían sus horizontes mentales. La Historia nos ayuda a entender el pasado, como hemos llegado a donde estamos. La Geografía explica muchas costumbres y hechos sentados en la Tierra.

La guerra del Golfo Pérsico, que por varios meses fue el centro de la atención del mundo, ahora es historia. ¿Por qué son importantes los países de Irak, Irán, Kuwait y Arabia y Arabia Saudita? Me resulta sorprendente que tanta gente joven no entiende que esos países tienen sólo un recurso natural sobre el que se funda toda su economía: vastos yacimientos de petróleo, que el resto del mundo codicia.

Entonces cabe preguntarnos: ¿cómo llegó el petróleo a esos lugares? ¿Dónde más podemos encontrar lo que  llamamos “combustibles fósiles”? Siguiendo esa línea de preguntas podemos llegar a nuevas áreas de conocimiento, que nos enseñen a razonar con más claridad.

ESTOY CONVENCIDO QUE EL CONOCIMIENTO ES PODER. Para qué:

  • Para superar el pasado
  • Para superar nuestras propias situaciones.
  • Para enfrentar nuevos obstáculos
  • Para tomar mejores decisiones

Además, el conocimiento hace especial a la gente. Un ejemplo que viene a la memoria es W. Duncan (“Fred”) Mcleary, el pediatra de nuestro hijo. Fred trató ser maestro y enseñó en escuelas elementales. A los treinta años decidió que quería ser médico, de manera que hizo la solicitud y fue aceptado en una escuela médica.

¿Desperdició Duncan su preparación como maestro? Algunos pensarán que sí.  Sin embargo, como padre, estoy convencido de que gracias a su amor de maestro para con los niños, Fred ha transferido esa capacidad e información a su trabajo como pediatra. Y nosotros, padres y pacientes, nos beneficiamos de su amplio conocimiento.

Con frecuencia he conversado con Fed. He observado la forma en que se relaciona con los padres y los niños. Primero, sin hacer alarde de ello, su conocimiento de pediatría es muy evidente. Conoce su campo de trabajo. Segundo, una evidencia de su trasfondo educacional. Fred es extremadamente práctico en su enfoque. Cuando los niños lo rodean, tiene el sentido cariñoso de un educador unido a sus conocimientos de médico. Aunque Fred no es pediatra de tiempo completo en un gran centro médico (un centro de derivaciones), sus habilidades clínicas en realidad igualan a las de los mejores médicos académicos que conozco.

Cada vez que hablo a grupos, en particular a estudiantes, trato de insistir en el valor del conocimiento, con frecuencia relevando un poco de mí mismo. Uno de los detalles en lo que hago hincapié es en los conocimientos que he adquirido sobre música clásica, los que, para decirlo con brevedad, me vinieron de la siguiente manera: Uno de los programas de televisión que miraba se llamaba College Bowl (Certamen estudiantil). Me gustaba ese programa de preguntas y respuestas, el que hacía a los estudiantes preguntas que iban desde Geografía e Historia hasta Ciencias y Matemática. Para la época en que llegué al décimo grado era bastante bueno para las respuestas. Solía decir: “Sé las respuestas. Podría ir a la universidad y andar bien”. Entonces comencé a soñar que entraría a la universidad y competiría en ese programa. ¿Por qué no?, me preguntaba continuamente. Soy tan inteligente como ellos. Puedo aprender todo lo que ellos saben.

Sin embargo, el certamen del programa tenía dos categorías en las que no era un experto: el arte y la música clásica.

Después de todo, ¿qué podía saber de eso un chico de color, pobre, proveniente de ambiente económico bajo de Detroit?

Con frecuencia mostraban cuadros de Van Gogh y Renoir, y pedían a los estudiantes que los identificaran. O tocaban una pieza de música de Schubert o Rachmaninoff: “Nombré la pieza y su compositor”.

Un día tomé la decisión de aprender tanto de arte como cualquiera de esos estudiantes que participaban del programa. Comencé a ir al centro, al Instituto de Arte de Detroit, al comienzo paseaba por las galerías descubriendo los cuadros que allí había. Luego comencé a leer a cerca de los artistas, averiguando cuándo habían pintado, el nombre de cada período, cuando habían nacido y muerto los artistas, y los términos que se usaban en el mundo de arte para describir sus obras. Claro que me daba trabajo, pero también era entretenido porque no sólo aprendía acerca del arte sino que mi apreciación del mismo también aumentó.

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