Hacia Un Enfoque Mas Critico Del Trabajo En Laboratorio
mariluhernandez13 de Febrero de 2013
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experimentos)). Con el paso de los años, se ha establecido
«una fe profundamente inamovible en una tradición
que ha asumido la condición de un absoluto sobre lo que
es y debe ser la enseñanza de las ciencias» (Waring
1985).
Resulta interesante comprobar que, pese al apoyo casi
universal que recibe del colectivo de profesores de
ciencias, se ha investigado muy poco para obtener evidencias
convincentes que puedan corroborar su eficacia
y justificar así la enorme inversión de tiempo, energía y
recursos con razones más convincentes o tangibles que
las meras «sensaciones profesionales)).
Con la aparición de los National Curricula en Gran
Bretaña y Nueva Zelanda, y el cambio de tendencia
registrado en muchos países (incluido Canadá)
adoptando métodos más rigurosos de evaluación basados
en criterios, se ha vuelto a centrar la atención en el
trabajo práctico1 y parece oportuno este momento para
volver a realizar un examen crítico de su papel y de los
supuestos beneficios educativos que pueden derivarse
del mismo.
EYPLORANDO LOS FUNDAMENTOS
LOGICOS
Lynch (1987) observó que «cuando un grupo de profesores
muestra su aprobación sobre el trabajo práctico es
probable que lo haga teniendo en mente objetivos muy
dispares)). En efecto, al preguntar a los profesores acerca
de sus razones para hacer que los estudiantes participen
en actividades prácticas, se observa que el abanico de
motivos es desconcertante. Teniendo en cuenta los objetivos
de este artículo, podemos agruparlos en cinco
categorías generales:
1. Para motivar, mediante la estimulación del interés y la
diversión.
2. Para enseñar las técnicas de laboratorio.
3. Para intensificar el aprendizaje de los conocimientos
científicos.
4. Para proporcionar una idea sobre el método científico
y desarrollar la habilidad en su utilización.
5. Para desarrollar determinadas «actitudes científicas»,
tales como la consideración con las ideas y sugerencias
de otras personas, la objetividad y la buena disposición
para no emitir juicios apresurados.
1. ¿El trabajo de laboratorio motiva a los alumnos?
¿Existen otras formas alternativas o mejores de motivarlos?
2. ¿Los alumnos adquieren las técnicas de laboratorio a
partir del trabajo práctico que realizan en la escuela? ¿La
adquisición de estas técnicas es positiva desde un punto
de vista educativo?
3. ¿El trabajo de laboratorio ayuda a los alumnos a
comprender mejor los conceptos científicos? ¿Hay otros
métodos más eficaces para conseguirlo?
4. ¿Cuál es la imagen que adquieren los alumnos sobre
la ciencia y la actividad científica al trabajar en el
laboratorio? ¿Se ajusta realmente esa imagen a la práctica
científica habitual?
5. ¿Hasta qué punto el trabajo práctico que efectúan los
alumnos puede favorecer las denominadas «actitudes
científicas))? ¿Son éstas necesarias para practicar el
correcto ejercicio de la ciencia?
Aunque muchos alumnos disfrutan del tipo de actividades
que les ofrecemos en clase y consecuentemente
desarrollan actitudes positivas hacia la ciencia (Keys
1987), no ocurre lo mismo con un buen número de ellos
y hay «una importante minoría que expresa su aversión
al trabajo práctico)) (Head 1982, el énfasis es añadido).
Tal como afirman Gardner y Gauld (1990), «los estudiantes
normalmente disfrutan cuando trabajan en el
laboratorio ... no todos de igual-manera,
...