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LA LUCHA POR LA SOBREVIVENCIA

axelin17 de Abril de 2013

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Capítulo I

LA LUCHA POR LA SOBREVIVENCIA

En un millón de años, el hombre pasó de animal a Homo Sapiens, dominando el medio y a los

demás pobladores de la tierra, pero sus triunfos mayores fueron la rueda y la escritura

Durante incontables millones de años la gigantesca esfera que hoy llamamos Tierra giró en el

vacío, tu superficie cubierta de aguas y rocas. Edades sin cuento hubieron de pasar antes de que

apareciese la primera célula viva, el primer pez, el ave, el insecto, los mamíferos. Entre

monstruosos cataclismos nacían volcanes y se hundían mares y lagos, se elevaban cadenas

montañosas y se abrían paso los ríos, rugían las tempestades y ardía el inmutable sol. El planeta

giraba y rondaba al gran astro llameante, y en su superficie tomaba forma un mundo rico en

especies animales y vegetales, jugosas frondas verdes y grandes saurios hambrientos, bosques

espesos e inmensas llanuras desiertas.

ANTEPASADO: Retrato hablado del "Hombre de Piltdown", denominado así en honor del

antropólogo que reunió sus restos encontrados en Europa.

Después vinieron los hielos. Una y otra vez los glaciares avanzaron y retrocedieron, empujando

hacia el cinturón ecuatorial la verde línea de vegetación, ligando con inmensas tundras y estepas

la esbelta franja arbolada y los interminables páramos de hielo polar. Durante incontables siglos

pareció que todo signo de vida moriría bajo los hielos que avanzaban implacablemente. Pero

llegó un día en que los glaciares detuvieron su marcha, y nuevos milenios transcurrieron,

mientras una vez más se cubría de verdor la zona temporada del globo. Y durante esa primera

pausa, ese primer respiro entre la primera y la segunda invasión de los glaciares, apareció sobre la

superficie de la Tierra un ser que caminaba erecto, sobre sus extremidades traseras, equilibrando

apenas el tosco cuerpo velludo y la gran cabezota de mono: el Australopiteco, primer indicio de

una nueva raza que dominaría la Tierra.

Desde entonces ha transcurrido un millón de años. Pero fue esa criatura tan lejana en el tiempo,

ese Australopiteco a quien los hombres de ciencia no saben si definir aún como mono o ya como

hombre, el que aprendió a matar a sus enemigos, los babuinos, no mediante su fuerza muscular o

sus garras, sino empleando un instrumento: una piedra astillada. ¿La encontró en algún claro de

la selva, o la "construyó" golpeándola con otro objeto para darle la forma requerida? No importa:

el Australopiteco fue el primero de todos los seres aparecidos sobre el planeta quien, moviéndose

Historia de los Inventos Sucesos N° 12

Capítulo 1 2 Preparado por Patricio Barros

en un universo de cosas desconocidas, vio ese objeto y decidió valerse de él para aumentar la

fuerza o el alcance de su brazo. Había inventado la primera arma.

Desde ese remoto instante se inició la cadena que hoy ha permitido al hombre explorar los

continentes, los mares y el espacio interplanetario; transformar la distancia y someter el tiempo;

crear ciudades y navíos, aviones y armas atómicas, máquinas y herramientas, vehículos y obras

de arte. La larga cadena de inventos y descubrimientos, mediante los cuales el ser humano ha

plasmado para sí un mundo que se transforma vertiginosamente, se estira desde esa piedra

astillada cogida por el Australopiteco hasta las últimas novedades tecnológicas de hoy.

EL HOMBRE INVENTOR

Entre todos los animales, el hombre es el único capaz de inventar, es decir, de modificar el orden

de la naturaleza mediante el empleo de instrumentos.

Es verdad que los castores y las golondrinas construyen sus habitaciones con materias extrañas,

que las abejas y las hormigas crean verdaderas ciudades y el gusano de seda o la araría

"inventaron" la fibra textil: pero su manera de hacerlo no ha cambiado desde que aparecieron en

el escenario del mundo. El hombre, en cambio, empuñó una piedra para defenderse de un animal

salvaje; luego buscó mejorar ese instrumento primitivo, y terminó construyendo herramientas que

le servirían para fabricar nuevas herramientas.

Además, no sólo ha inventado objetos; también ha descubierto las propiedades de los fenómenos

naturales, las leyes que los rigen y los factores que los alteran. Pero ambas cosas, los inventos y

los descubrimientos, le sirvieron en primer término para dar mayor potencia a su propio cuerpo, a

sus manos, brazos, piernas y pies, ojos y oídos. Para golpear mejor, mazas y martillos; para

coger mejor, tenazas y pinzas; para recoger mejor, redes y recipientes; para rascar mejor,

raspadores, peines y rastrillos, para lanzar más lejos un proyectil, lanzas, hondas y arcos; para

alargar el brazo, el hacha y la hoz; para trasladarse allí donde sus pies no pueden llevarle, la barca

y el carro...

La historia de los inventos no es más que la historia del hombre y sus relaciones con la

naturaleza, con todo el mundo que le rodea. Un mundo hostil al que hubo que domeñar ya en

esos inimaginablemente lejanos albores de la prehistoria, en ese amanecer del espíritu humano,

simbolizado en el guijarro trizado, aferrado por la mano oscura y de un ente a quien le faltaban

aún incontables milenios para llegar a ser, en toda la extensión de la palabra, un ejemplar de esa

especie zoológica definida por Linneo como Homo Sapiens.

LOS GENIOS OLVIDADOS

La historia, tal como la conocemos, data de menos de seis mil años atrás. Fue sólo a mediados

del cuarto milenio antes de Cristo, que los anónimos habitantes de Sumer aprendieron a marcar,

con ayuda de una cuña, una superficie húmeda para grabar una serie de signos permanentes, los

que transmitirían su pensamiento a las generaciones futuras. Allí, entre los sumerios que

habitaban el fértil valle que se extiende a los pies

de las montañas curdas, entre los ríos Tigris y

Eufrates, nació la escritura y con ella la historia.

Casi simultáneamente, algún anónimo genio

súmero descubrió que era más fácil arrastrar una

carga si bajo la plataforma que la sostenía se

colocaban dos discos de madera unidos con un

eje, la rueda, al igual que la escritura saltó como

una chispa del genio humano y ambos inventos

Historia de los Inventos Sucesos N° 12

Capítulo 1 3 Preparado por Patricio Barros

marcaron la frontera entre la larguísima preparatoria y la acelerada marcha de la civilización

actual.

Fue ese largo período que desembocó en el doble descubrimiento, ese interminable amanecer de

la inteligencia humana que se prolongó hasta el año 3500 antes de Cristo, el que constituyó la

prehistoria. Poco sabemos de quienes habitaron la Tierra durante esos mil milenios: pero

podemos estar seguros de que hubo entre ellos genios comparables a Arquímedes y Leonardo da

Vinci, Newton y Einstein. Fue durante ese millón de años ignorados que vivieron los anónimos

inventores de las primeras armas, viviendas, herramientas agrícolas, vasijas y embarcaciones: los

que aprendieron a cocinar el alimento, fabricar trajes de piel, arar la tierra y pintar hermosas

imágenes en las paredes de las cuevas de roca.

Después del Australopiteco, el conocimiento del hombre se abre en un largo paréntesis que

abarca cerca de medio millón de años. Alrededor del año 500.000 antes de Cristo aparecen el

Pitecántropo, primer ser vivo considerado verdaderamente humano, y el llamado "Hombre de

Java". Conoce el fuego, pero aún no lo usa para endurecer la madera ni para cocinar los

alimentos; se guarece bajo rocas salientes o en el interior de cavernas naturales y se sirve de

piedras astilladas como único instrumento de caza o defensa.

Las excavaciones demuestran que después de la aparición del Pitecántropo, un nuevo descenso de

los glaciares apagó toda vida en extensas, regiones que antes fueron habitadas. Debieron

transcurrir nuevos milenios antes de que una vez más retrocediesen los hielos y un nuevo período

de clima cálido hiciera aparecer nuevas especies animales, como el rinoceronte, el hipopótamo y

el antepasado de nuestro actual elefante. En esta segunda época interglaciar que se extiende

aproximadamente entre los años 450.000 y 250.000 antes de Cristo, aparecen el Hombre de

Heidelberg llamado así, porque parte de un esqueleto fósil de este tipo humano fue hallado en

1907 en la localidad de Mauer, cerca de la ciudad alemana de Heidelberg y el Sinántropo u

Hombre de Pekín, cuyos restos fueron encontrados en un gran depósito fósil cerca de la capital

china, entre los años 1927 y 1943.

El Sinántropo poseía gran abundancia de herramientas y se cree que fue caníbal: gran cantidad de

los cráneos encontrados han sido rotos violentamente y los huesos largos, partidos como si antes

de ser inhumados alguien hubiese tratado de extraer la médula y los tejidos cerebrales.

Tanto el Sinántropo como el Hombre de Heidelberg habían inventado las raederas o raspadores

de piedra, simples trozos de roca de borde afilado con que raspaban las pieles de animales que les

servían para cubrirse.

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