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LA Quimio Sisas


Enviado por   •  29 de Abril de 2013  •  712 Palabras (3 Páginas)  •  414 Visitas

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Irene

tocó el violín con furia hasta que sintió humedad bajo los

dedos de su mano izquierda.

Detuvo el arco en el aire, levantó los dedos y miró sus

yemas: sangraban. Ver la sangre no le causó sorpresa. La

contemplaba. Nada más. Parecía mirar heridas ajenas, rígida.

Respiraba con agitación, pero solo su pecho se movía en

la habitación.

La sangre, de un rojo violento en las yemas de los dedos,

no tenía color sobre el mástil negro del violín. Gotas oscuras,

viscosas. Y las del sudor caían por la frente de Irene,

por su espalda, por su pecho.

Dejó el violín sobre la cama y sacó un paquete de pañuelos

de papel del cajón de la mesa de noche. Fue secando

cada dedo, limpiándolo, ajena al dolor. Miraba el pañuelo

arrugado, las estrías rojas de la sangre sobre el blanco, y lo

dejaba caer en la papelera.

Cuando acabó guardó el violín en su estuche y buscó

en el cajón de la cómoda, hasta que encontró, debajo de su

ropa interior, una cinta magnetofónica. La levantó y la miró

por encima de sus ojos. Se acercó con ella al equipo, la introdujo,

se puso los auriculares y retrocedió hasta la cama.

Se dejó caer con los ojos cerrados y un brazo sudoroso sobre

ellos.

Durante algunos minutos escuchó a través de los auriculares,

inmóvil. Se levantó y buscó entre sus discos compactos,

hasta que encontró el que buscaba: la variación para

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piano y violín 360 de Mozart. Lo puso en el equipo y

desconectó los cascos. Subió el volumen y volvió a la cama,

a tiempo para escuchar por los altavoces el inicio de la sonata.

Una melodía sencilla al piano, apenas un esbozo, casi

nada. Pero el esbozo crecía, y cuando el violín entró para

subrayarla, la melodía se convirtió en un torrente de música

exacta y, al mismo tiempo, vaporosa.

Irene se levantó de la cama de un salto. Se acercó a su

mesa, sacó un cuaderno del cajón, lo abrió, se sentó en el

borde de la silla y escribió:

Se llama Tomi

y dentro de menos de una hora le voy a pedir que

decida sobre su vida. Y no sé si tengo derecho a hacerlo.

Ni siquiera sé si él mismo es capaz de decidir

nada.

Escribo estas líneas escuchando la sonata

...

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