LA VIDA MICROBIANA EN LA CASA DOLIENTE

LA VIDA MICROBIANA EN LA CASA DOLIENTE.

Por Marco Chagoyán y Diego Elizondo

Sabemos tanto sobre casas embrujadas (o malditas).

La cultura popular se ha servido de mitos y elementos fantásticos para contar historias plagadas de horrores y peligros que se apoderan de edificaciones, de hogares, de oficinas, de prácticamente cualquier lugar que brinde una apariencia poco grata a la vista -la mayoría de las veces- o por donde haya pasado algún mentiroso con afición a tergiversar acontecimientos. Pero, a veces, pasan cosas que no se pueden describir. Cosas que no se perciben a simple vista. Cosas que pasan y no pasan a la vez, pero que tarde o temprano salen a relucir.

Bienvenidos a La Casa Doliente.

“La Casa Doliente” explora varias disciplinas. Entre ellas, las artes plásticas, el cine, la arquitectura, la literatura, y la microbiología.  Esta última utilizada como un medio de inmersión para desentrañar los secretos de una casa, una casa común y corriente (como la inmensa mayoría) que a simple vista no revela algo especial, pero que el tiempo le ha arrebatado mucho a cambio de otras recompensas, y estas se han encargado de darle honor a ese desolador y misterioso título. Pero no todo lo que oculta “La Casa Doliente” sucumbe ante la tragedia. En realidad, la complejidad del proyecto está respaldada por cosas relativamente simples en comparación con la dureza que se propone.

Una parrilla eléctrica, un horno de microondas, dos ollas, una cuchara, cuatro litros de agua destilada (dos para cada olla) y la fuente de carbono (un sazonador Knorr para cada olla y grenetina para solidificar el medio de cultivo)son las principales herramientas y materiales para llevar a cabo un medio complejo mixto, es decir, complejo por no tener una medición precisa (ni mucho menos) de las concentraciones químicas del medio de cultivo y mixto porque se inocularán muchos microorganismos a la vez (en caso de ser solamente uno, como en estudios clínicos, se dice que es simple). La enfermedad no demanda caprichosos para habitar. Solo un poco será suficiente para sobrevivir.

Ahora bien, no se trata de dar lecciones de microbiología, sino de sintetizar un proceso que va más allá de lo científico, y que repercute en la esencia de cada persona involucrada, y por supuesto, en la casa. Aun así, hay que ser lo más justos posibles con los pasos que se han seguido.

1. Se realiza el método de preparación del medio. Calentar el agua destilada en la parrilla, agregar el consomé y la grenetina. Dejar que se caliente hasta que hierva.
2. Se retiran las dos ollas y colocan en un espacio abierto para que se enfríen.
3. Se vierte en una enorme caja de cristal para la inoculación (las cajas Petri miden solo unos cuantos centímetros de diámetro, esta caja en cambio, con dimensiones de 58.5×26.8×6.3 cm, es claro que es un espacio gigante en comparación. Todo un jardín de microorganismos) y se mete en una hielera con dimensiones un poco más grandes que las de la caja. Se colocan trozos de hielo y se cierra la hielera. Es hora de esperar a que solidifique el medio de cultivo.

Dos días después se revisa el medio. Está listo, se encuentra como la gelatina sólida y fría que se esperaba. Es momento de la inoculación.

Las muestras seleccionadas son pequeñas partes de cada uno de los integrantes (saliva, cerilla, piel* y moco). Son tomadas y trazadas mediante la técnica de estriado en el medio de cultivo, esta técnica es sencilla y es enseñada tradicionalmente en los cursos básicos de microbiología, basta con tener un asa y una llama para esterilizarla. No contamos con un asa bacteriológica así que se recurrió al uso de cotonetes. Sirvieron para lo que se quería, aún sin esterilizarlos, que más da, es un medio complejo y no se pretende el estudio del cultivo, sino la mudanza de millones de microorganismos nuestros que habitarán, pintarán, se esparcirán y dominarán la gran caja de cristal.

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