ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Desicion


Enviado por   •  25 de Junio de 2014  •  1.517 Palabras (7 Páginas)  •  176 Visitas

Página 1 de 7

SUSTO

12

MAR

.

Laurencio, es un niño que vive en Mar de Ajó, a 300 km de Buenos Aires, en un pueblo de pescadores. Su casa queda a dos cuadras del mar.

Él, suele jugar con sus amigos en la playa. Allí pasan todo el tiempo.

Les gusta sacar almejas para comer, suelen ponerlas en una bolsa y se las llevan a sus mamás para que se las hagan con fideos. A veces abren algunas , ahí nomás, en la orilla , le arracan la lengüita a la que lavan con el agua del mar y se las comen crudas. El resto del bicho, por lo general, es usado como carnada para pescar.

Otro juego es el de buscar grandes conchas marinas para ponerlas contra la oreja y escuchar el ruido del fondo del mar, algunas veces las venden en los comercios y con la ganancias compran caramelos.

Muchos turistas compran como recuerdos del verano algunas lámparas que fueron hechas gracias a las caracolas traídas por estos niños.

Lo que más los divierte es quitarse las medias y las zapatillas y salpicarse todos, corriendo con un pie en la arena y el otro en el agua. No importa si hace frío o calor, la alegría es inmensa. Sus padres se enojan, pero ellos olvidan pronto y reinciden en su travesura acuática.

A Laurencio, el papá le había enseñado a pescar, como a su vez el abuelo lo había hecho con él .

Sabía armar una línea y arrojarla con fuerza detrás de la rompiente.

Cuando su tío, lo llevaba al muelle, allá en el morro que es la punta más adentro, donde van los que saben, Laurencio sentía una gran emoción porque podía compartir el espacio con excelentes pescadores .

A veces el papá dejaba que lo acompañara en el bote, entonces pescaban mar adentro.

Sabía encarnar, cuidando de no pincharse con los anzuelos, usaba almeja o cangrejo, que tanto le gustan a las corvinas negras.

Le habían enseñado, que en el momento del pique, había que tener paciencia. Tirar un poco y aflojar para luego volver a recoger y así cansar a su presa.

Nunca cortaría la tansa, tal el nombre del hilo de pesca, ni tampoco rompería la caña o el carretel.

- Mirá, Laurencio, decía el abuelo, para pescar hacen falta dos tontos, el que lo es menos, gana.

El papá le había dicho que en la laguna usarían lombrices y que a la tansa le frotarían una crema para que flotara . Que para pescar “no hay que hacer ruido “y estar lo más tranquilo posible. Parecían muchas instrucciones, pero los niños cuando están interesados escuchan y aprenden todo y bien.

Cierta vez enganchó un “chucho”, que es una pequeña manta raya, y se le resistía mucho. Se había pegado al fondo del mar, los pescadores dicen “ventosear”, y Laurencio recordó la enseñanza de su papá, comenzó a tirar de la tanza y a soltarla, como quien toca la guitarra, pero más fuerte. Esa vibración, le haría cosquillas al chucho y se aflojaría, entonces es el momento de recoger rápidamente.

Esa noche su mamá hizo milanesas de chucho y estaban riquísimas.

Un viejo pescador, amigo de la familia, le estaba enseñando a tejer una red de pesca. Los nudos le parecieron complicados, pero soñaba con aprender todo lo necesario. Quería ser un gran pescador. Preguntaba mucho y abría sus ojos para no perder detalle.

Cuando cumplió sus nueve años, en el mes de octubre, recibió con sorpresa una enorme caña de pescar de fibra, la valijita llena de anzuelos y plomadas, el balde y todo lo que necesitaba un pescador profesional.

Lo que más lo fascinó fue el enorme cuchillo con funda para llevar en la cintura. Era el mismo que usaban sus héroes de la televisión . El brillo de su filosa hoja era impresionante. Con él, limpiaría los pescados. De inmediato, su madre, le pidió que lo usara con cautela, que no era para jugar, que se podía lastimar o herir a los demás y, bla bla bla que es todo lo que suelen decir las madres para que uno se cuide un poco .

Su papá le explicó que no era un cuchillo de lanzar, como creen los niños, que los usados en los circos son cuchillos especiales, que éste se arruinaría, que sólo cortara carne o hilo, no madera ni alambre y que si debía prestarlo no fuera a niños más chicos. Por último, le demostró cómo entregarlo – lo tomás por la hoja, nunca del lado filoso y ofrecés el mango a quien se lo prestés.

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (8 Kb)  
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com