La Muerte
OtakuStardust5 de Diciembre de 2011
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La muerte es, en esencia, un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida. El proceso de fallecimiento -aunque está totalmente definido en algunas de sus fases desde un punto de vista neurofisiológico, bioquímico y médico-, aún no es del todo comprendido en su conjunto desde el punto de vista termodinámico y neurológico y existen discrepancias científicas al respecto. Adicionalmente no se ha definido científicamente en qué parte del proceso está el umbral en que se pasa de la vida a la muerte.
No es fácil definir la vida. Por eso tampoco es fácil definir la muerte. Así como se habla del momento del comienzo de la vida (determinado por el momento de la fecundación), también se ha de hablar del momento de la muerte, que en el hombre es uno de los momentos biográficos. La muerte es la separación del principio vital (llámese alma, psique, etc.) y del cuerpo, en la concepción filosófica clásica. Para Sócrates, la muerte es parcial, pues el alma no puede ser envenenada por la cicuta. Para Schopenhauer, la descomposición del cuerpo en la muerte puede verse de forma analógica como la eliminación de las heces, como una excreción. También se ha dado una definición muy impersonal de la muerte: es la extinción del sistema individual. O también: es la supresión del metabolismo. Pero todo el mundo sabe que la muerte es personal. El hombre es el único animal que conoce que va a morir, y siente que la muerte es como el último tono de la melodía de la vida. Es hacia los tres o cuatro años de edad, cuando el niño tiene la experiencia de la yoidad, cuando aparece la angustia de la muerte. Tal angustia se atenúa o desaparece si el individuo piensa que la muerte no es más que un momento de la biografía, biografía que continúa, de otro modo, pasado tal instante. Para Rilke, la hora de la muerte no es más que una de nuestras horas. Por otra parte, el fenómeno es inexplicable bajo el punto de vista de la experiencia, ya que el individuo vivo no tiene noción de lo que pueda ser la terminación de su vida. Por eso, el miedo a morir es normal en todos los seres humanos, y sobre todo si se trata de una muerte dolorosa, dramática; en tales casos, el posible deseo y petición de la muerte puede interpretarse en el sentido de que ese individuo pide ayuda médica, consuelo moral, compañía, calor humano, ayuda espiritual (Medicina Paliativa), medios todos ellos que hacen digna la muerte.
[editar]Evolución de las estimaciones del estado de muerte
Hasta no hace un siglo, la muerte se definía como el cese de la actividad cardíaca (ausencia de pulso), ausencia de reflejos y de la respiración visible, con estas estimaciones muchas personas fueron inhumados estando en estado de vida latente o afectadas por períodos de catalepsia. Posteriormente, gracias a los avances tecnológicos y al mejor conocimiento de la actividad del cerebro, la muerte pasó a definirse con un electroencefalograma en el que se acusa la ausencia de actividad bioeléctrica en parte del cerebro. Aún esto demostró ser insuficiente más tarde ya que eventos posteriores demostraron que este proceso en algunos casos muy excepcionales podía ser reversible, como era en el caso de los ahogados y dados por fallecidos en aguas al borde del punto de congelación.
El Triunfo de la Muerte (1562) por Pieter Brueghel el Viejo.
[editar]La muerte como evento médico, neurofisiológico y bioquímico
Se puede definir como un evento obtenido como resultado de la incapacidad orgánica de sostener la homeostasis. Dada la degradación del ácido desoxirribonucleico (ADN) contenido en los núcleos celulares, la réplica de las células se hace cada vez más costosa. Desde el punto de vista médico es el cese global de funciones sistémicas en especial de las funciones bioeléctricas cerebrales, y por ende de las neuronales.
[editar]Concepto biológico y médico de la muerte
Biológicamente, la muerte es la pérdida irreversible del orden orgánico, de la capacidad de autorregulación; del funcionamiento del organismo como un todo. Se pueden considerar tres niveles: La muerte celular, de todo el organismo, como consecuencia de la destrucción de todas las células, lo que sería la muerte biológicamente total. La muerte orgánica, de los órganos, o muerte clínica. La muerte del individuo como un todo, por pérdida de la capacidad de autorregulación. Esta muerte se produce antes que la muerte orgánica y ésta antes que la celular. De lo dicho anteriormente se deduce que en la muerte del individuo el organismo no funciona como un todo, y sin embargo, algún órgano u órganos pueden seguir funcionando (durante un tiempo), y las células pueden seguir manteniendo su funcionamiento (durante un tiempo). Para que la vida se mantenga es necesaria la nutrición y la respiración (la glucosa, el oxígeno); y la circulación es necesaria para distribuir los nutrientes y el oxígeno por el organismo. La función nerviosa es la que integra y coordina las anteriores funciones. De ahí que las tres funciones (respiratoria, circulatoria, nerviosa) estén íntimamente entrelazadas, de modo que el cese de una de ellas determina el acabamiento de las otras dos en un plazo breve. Además, hay que considerar que el cerebro es el órgano crítico cuyo fallo determina irreversiblemente la muerte, ya que su eliminación impide la capacidad de funcionar el organismo como un todo. Pudiera pensarse que hasta que no está desarrollado el sistema nervioso central el ser en gestación no es humano, ya que el sistema nervioso es el principal responsable del funcionamiento del organismo como un todo; sin embargo, hay que decir que el funcionamiento como un todo se da desde el principio, desde la formación del cigoto, sin necesidad de que el sistema nervioso esté formado; lo que ocurre es que poco a poco, de forma progresiva, va desplazándose al sistema nervioso tal responsabilidad en la coordinación e integración, a medida que éste va desarollándose; es una consecuencia de la progresiva y continua diferenciación celular y de los tejidos. Los términos de muerte real y muerte aparente no se utilizan hoy día. Sin embargo, conviene saber qué se entiende por tales términos. La muerte real se correspondería con el momento en que se produce la terminación de la vida, lo que no se puede determinar con exactitud. La muerte aparente tendría que ver con los signos externos, detectables por el observador. Lógicamente, la muerte aparente precedería a la muerte real. De todas formas, habrá que guiarse por una serie de datos externos para determinar si un individuo está muerto realmente o no. Esto nos lleva al concepto de muerte clínica, que viene a ser equivalente a la muerte orgánica. Los datos o síntomas clásicamente admitidos son los relacionados con las tres funciones vitales imprescindibles referidas más arriba, es decir, el cese de la función respiratoria (falta de movimientos torácicos, ausencia de aire espirado, etc.), cese de la función circulatoria (silencio cardíaco, ausencia de pulso, etc.) y cese de la función nerviosa (pérdida de la conciencia, dilatación pupilar, ausencia de reflejos, etc.). Otros signos son el enfriamiento, la rigidez, la aparición de manchas cutáneas, la putrefacción, etc.
En 1959 Mollaret y Goulon daban a conocer un cuadro clínico que denominaron “coma dépassé”, en el que la autopsia revelaba la existencia de una masa necrótica en el interior del cráneo. Pronto aparecieron descripciones similares y empezó a hablarse de muerte cerebral. Se vio que podía seguir el corazón latiendo y los pulmones respirando (con ayuda), pero el cerebro había dejado de funcionar. Con ello, perdía vigencia el atender exclusivamente a los signos clínicos de parada cardiorrespiratoria para decir que un individuo estaba muerto. Entre otras estructuras del encéfalo, son muy importantes la corteza cerebral y el tronco del encéfalo. La corteza cerebral está implicada de forma relevante en los procesos de consciencia; el electroencefalograma (EEG) revela sobre todo la actividad eléctrica cortical. En el tronco del encéfalo se encuentran, entre otros, los centros nerviosos cardiorrespiratorios. La integridad del tronco del encéfalo es esencial para el mantenimiento de la vida del individuo. Su destrucción impide el funcionamiento del organismo como un todo. Su destrucción no impide que la corteza cerebral siga funcionando, aunque por poco tiempo. Por eso, la existencia de un EEG plano (es decir, la ausencia de actividad eléctrica de la corteza cerebral) no puede constituir un criterio suficiente para el diagnóstico de la muerte; sería un criterio más, coadyuvante, pues hay que atenerse a más datos. Por otra parte, en las intoxicaciones con barbitúricos se observa un silencio electroencefalográfico que puede recuperarse incluso después de muchas horas.
En 1968, el Comité de la Universidad de Harvard estableció una serie de criterios para hablar de forma cierta de muerte cerebral, entre ellos, la ausencia de respuestas corticales, la ausencia de movimientos inducidos y espontáneos, de respiración espontánea, de reflejos dependientes del tronco del encéfalo, y todo ello durante al menos 24 horas. Pero a estos criterios se le han añadido actualmente otros, como la hipotermia, la poliuria, la hipertensión endocraneal, la dilatación pupilar, etc. Certeza absoluta de que un individuo ha muerto no puede haber. Hay certeza absoluta de muerte cerebral cuando se sabe que todo el tejido encefálico está destruido. En las demás situaciones, si el médico hace cuidadosamente las exploraciones pertinentes, tiene en cuenta cada caso particular, y se atiene a los criterios más arriba mencionados,
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