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Muerte


Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  Informes  •  1.169 Palabras (5 Páginas)  •  254 Visitas

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oda persona que nace tiene doble ciudadanía, en el reino de los sanos y en el reino de los enfermos. Aunque todos preferimos usar solamente el pasaporte bueno, tarde o temprano cada uno de nosotros está obligado, al menos por un episodio, a identificarse como ciudadano de ese otro lugar.

Itinerario del intruso o para qué me sirvió el cáncer de Julio Derbez es la crónica personalísima de una naturalización forzada hacia la segunda ciudadanía; de la forma valerosa en que el autor supo asumir su nueva identidad como enfermo sin perder jamás su pertenencia vital al reino de los sanos. Es esa fortaleza –no sólo física sino ante todo emocional– la que permite a Derbez adoptar, en palabras de la propia Sontag, “la forma más sana de estar enfermo”.

La salud debe dejar de verse como un espacio ajeno a la cultura de una sociedad. De hecho, es un tema central de esa cultura, en tanto que ofrece marcos explicativos para entender la experiencia humana desde el nacimiento hasta la muerte. Por ello, es tan sólo natural el interés que ha tenido la Secretaría de Salud en abrazar un proyecto como el de los “Cuadernos de Quirón”, una colección de libros pensada como punto de encuentro de voces tradicionalmente confinadas a su propio ámbito: la voz del médico y la del enfermo.

El Itinerario del intruso de Derbez cuenta la historia del notable desarrollo positivo de la enfermedad del autor. El cáncer pulmonar de células no pequeñas tiene, en la mayoría de los casos, una evolución muy agresiva. Y hoy, más de un año después de que se le diagnosticara esa dolencia, el autor de este relato no sólo está entre nosotros, sino que se ha reincorporado plenamente a sus actividades como periodista, y vuelve a nadar con vigor y aspecto renovados en las agitadas aguas de la vida política y cultural mexicana.

Es posible adelantar una respuesta parcial y arriesgada a la pregunta sobre las razones de una curación exitosa: buena parte de la diferencia radica en la personalidad del propio Derbez.

No cabe duda de que el paciente recibió una excelente atención médica y que los avances recientes de la tecnología, en especial el gamma knife, obraron, literalmente, milagros. Pero hubo aquí otro ingrediente que le permitió a Derbez dejar de ser un caso más, como tanto le insistió su amigo Juan Pablo Méndez, para convertirse en el personaje central de una historia de excepción.

Ese ingrediente clave fue una mezcla de rasgos de personalidad que hicieron del autor de este libro conmovedor un motivo de interés, preocupación y cariño por parte de todos los que lo trataron, convirtiendo lo que prometía ser una buena atención en una atención médica también excepcional. Su don de gentes rompió, una y otra vez, el hielo de la difícil relación médico-paciente. Su poder de persuasión permitió que sus oncólogos se mostraran dispuestos a incursionar en los poco conocidos dominios de la medicina hiperbárica. Su serena compañía hizo posible que muchas de las más trascendentes decisiones relacionadas con su tratamiento se tomaran disfrutando del entorno, más humano, de Tepoztlán. Sus agudos comentarios vencieron la resistencia de sus distintos médicos para consultar con sus colegas en momentos de duda.

Con su carisma, Derbez liberó a los médicos de sus almidonadas batas blancas y, casi en una reversión de papeles, los movió a utilizar toda su calidad humana para ayudarlo en aquel difícil trance. Y al hacerlo, quién iba a decirlo, los médicos ampliaron sorprendentemente las posibilidades de curación de su

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